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Así se prepara el tequila de José Cuervo

Por Laura Dulce Romero/ El Espectador | 1 Agosto, 2016 - 12:07
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Un tren, una destilería, un hotel boutique y una hacienda hacen parte de esta compañía, que durante 200 años ha fabricado el tequila más reconocido del mundo.

El sol no quería ocultarse. Ya eran las 8:00 p.m. y seguía alumbrando los áridos paisajes que colindan con Tequila, un pequeño pueblo ubicado en el estado de Jalisco, a 60 kilómetros de Guadalajara. Tal vez hacía su mayor esfuerzo para que en los próximos minutos conociéramos los colores que adornan las casas de la cuna de una de las bebidas más famosas del mundo y la más tradicional de México.
 
Las primeras cuadras parecen las de un pueblo de la costa colombiana: calles arenosas, una que otra tienda, comercio de artesanías, casas a las que el tiempo ya les cobró su cuota alimentaria. El bus se detiene hasta la imponente iglesia Santiago Apóstol, hecha de ladrillo y barro, donde sería la partida para el recorrido por un lugar que parece inventado. Es como si este pueblo hubiera nacido a partir de la bebida, así ya existiera una población mucho antes de conformarse la primera destilería, cuando era regido por el reino de España , que para entonces prohibía el consumo y la fabricación de alcohol.
 
Tequila es como un pequeño universo donde orbitan varios mundos en forma de destilería. Cada uno tiene una historia por contar, procesos que mostrar y sabores que ofrecer. Sin embargo, hay unos más interesantes que otros o, por lo menos, con muchas más anécdotas y diversión para los visitantes. Eso es tal vez lo que ocurre con uno que cada día cobra más popularidad: el de José Cuervo. Un tren hasta Tequila, un hotel, una fábrica y extensas plantaciones hacen parte del recorrido por esta fábrica, que nació a finales del siglo XVIII, después de que María Magdalena de Cuervo y Carrillo heredara de su padre y tío, José Prudencio, diversas propiedades, entre ellas, la de San Juan de Dios del Limón, donde se instalaría la primera destilería de Latinoamérica, La Rojeña.
 
Un recomendado en el Mundo de José Cuervo es la experiencia exprés. Viajar en tren tiene su encanto, pero hacerlo en vagones que se detuvieron en el tiempo no tiene comparación, y más si dentro de ellos se puede disfrutar de actividades culturales. Hay dos formas de distraerse: maravillarse con el paisaje agavero de la zona, adornado por  imponentes montañas, o unirse al itinerario del tren. Desde la degustación de platos típicos, acompañados de un amplio menú de cocteles a base de tequila, servidos en barra o en la mesa, hasta mariachis y juegos mexicanos hacen parte de la oferta de cada vagón.
 
 
Destilería La Rojeña
 
Probablemente, muchos de nosotros nos hemos divertido en compañía del señor José Cuervo. Pero tal vez pocos saben que la destilería donde se fabrica la marca de tequila más vendida del mundo tiene más de 200 años. Desde los primeros barriles hechos a principios del siglo XIX hasta las botellas de hoy han salido de este lugar emblemático para el país azteca.
 
La fábrica es en realidad una gran casona colonial pintada de colores tierra. En la entrada se encuentra una enorme escultura de un cuervo que da la bienvenida. Los primeros pasillos están decorados con la historia de la dinastía Cuervo: fotos, cartas y hasta carros hacen parte de la colección.
 
Lo primero que hay que saber es que el líquido que se fermenta para producir el tequila proviene del agave, una planta que nace en tierra árida. Actualmente está en cinco estados de México y el mayor porcentaje de plantaciones se encuentra en Tequila, por eso las fábricas más importantes, como Sauza y Julio, están radicadas allí. Los encargados de su cultivo y posterior cosecha son los jimadores, campesinos acostumbrados a las altas temperaturas y a la picazón que provoca la planta al cortar sus pencas con la coa de jim, su herramienta.
 
Cuando llega el corazón del agave a La Rojeña, comienza todo un proceso industrial. Se juntan y se ponen en unos hornos durante 38 horas hasta que se ablandan para luego pasarlos a los molinos, donde se extrae el líquido. Se le agrega levadura y se toman los azúcares para convertirlos en alcohol.
 
La fábrica tiene en su interior enormes tanques plateados y cobres. Hace un calor sofocante y un ruido intermitente y algo insoportable. Al bajar unas escaleras se llega hasta la parte de la destilación, en donde hay otros cuatro tanques. El tequila se destila dos veces. La primera vez el procedimiento dura tres horas hasta que el líquido se torna color blanco y su sabor muy fuerte. Es imposible de tragar porque alcanza los 55 grados de alcohol. En la segunda destilación, de seis horas, queda la mezcla perfecta: bajan los grados y adopta ese color amarillo.
 
El tequila luego pasa a los cuartos donde dormirá entre dos meses y tres años, dependiendo del resultado que se quiera, blanco, reposado o añejo. En enormes bodegas se guardan decenas de barriles y largas barricadas que son roseadas cada determinado tiempo para mantenerlas en perfectas condiciones y no deteriorar la calidad del licor. Cada barril está hecho de una madera distinta que altera el sabor de la bebida. Eso sí, todas tienen el nombre de su dueño, José Cuervo.
 
 
En La Rojeña puede adquirir su propia botella del Tequila Reserva de la Familia, que se personaliza y llena de la barrica, o participar en una cata con 15 personas más, pues el lugar cuenta con ocho salas y expertos que le ensañarán los trucos para detectar un buen tequila.
 
La hacienda
 
Aunque la destilería es un gran motivo para visitar el Mundo de José Cuervo, la compañía pensó que debía brindar otra experiencia más allá de dar conocer cómo se fabrica su bebida. El reto fue crear un lugar para disfrutarla. Por eso decidieron adecuar una hacienda que pertenecía a la familia Cuervo en uno de los sitios más impresionantes de la región. Todos quieren celebrar fechas especiales en la Hacienda Centenario Lázaro Gallardo, bautizada en honor al primer maestro tequilero.
 
Por su cercanía a la iglesia Santiago Apóstol y a la capilla de Nuestra Señora del Rosario, ambas ubicadas en la plaza principal de Tequila, y por sus jardines, quioscos y salones al estilo mexicano, muchos la escogen para casarse. No es para menos, cuando cada rincón está envuelto en un ambiente romántico, que seduce hasta los más reacios al matrimonio. Además, este espacio está lleno de excentricidades, como la barra más grande de América Latina, decorada con dulces y licores típicos de la región. La familia Cuervo ha logrado posicionar este sitio como uno de los predilectos de los mexicanos para celebrar sus más grandes eventos, sobre todo los nocturnos, porque se puede contar con la fortuna de apreciar el show de fuegos pirotécnicos en medio de una plaza al aire libre, con un cielo despejado repleto de estrellas.
 
*Invitación del Consejo de Promoción Turística de México.