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Avistamiento de ballenas, atractivo de la riviera mexicana Nayarit

Por El Espectador | 28 Abril, 2014 - 17:37
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Un soplo de agua es el preámbulo para que las ballenas jorobadas den inicio a la danza del mar, los orificios nasales entonan como flautas y los aleteos fuertes se convierten en alas que parecen volar.

Basta un instante para que, en medio de las aguas apaciguadas por el sol que rodea a las islas Marietas, en la riviera Nayarit de México, la emoción se apodere de los navegantes.

Un soplo de agua es el preámbulo para que las ballenas jorobadas den inicio a la danza del mar, los orificios nasales entonan como flautas y los aleteos fuertes se convierten en alas que parecen volar.

Un espectáculo que fluye con naturalidad, entre los meses de noviembre y abril, y detiene las embarcaciones turísticas cuya travesía comienza con este avistamiento.

La danza se repite al mismo ritmo y en su segundo acto es protagonizada por la cría.

Con un corazón que pesa cerca de 158 kilogramos, las jorobadas vuelven y golpean contra el agua y cantan más fuerte que las demás ballenas del océano. Mientras tanto, en las mismas aguas de la bahía de Banderas se encuentra un santuario ecológico donde habitan especies de aves en peligro de extinción, como el pájaro piquero de patas azules, junto a familias de lobos marinos.

En las profundidades, los arrecifes de coral y las mantarrayas gigantes atraen cada año a los fanáticos del buceo y el snorkel. Declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, el conjunto de las islas Marietas atesora una playa escondida, también conocida como del amor, rodeada de selva y a donde sólo se llega nadando hasta atravesar un orificio.

Remar sobre tablas de surf es una de las mejores formas de recorrer el lugar y disfrutar del paisaje.

Junto al mar, la tierra, los ríos, los lagos y las montañas, se extiende el trazo de paisajes versátiles sobre los 23 pueblos que conforman la Riviera Nayarit, entre los que se encuentran Flamingos, Bucerías, La Cruz de Huanacaxtle, Higuera Blanca, Litibú, Sayulita, Los Ayala, Rincón de Guayabitos, La Peñita, San Blas y San Francisco. Este último, considerado la capital cultural del estado, se ha hecho famoso en la costa pacífica, además de por su oferta artística, por su centro ecuestre La Patrona.

El volteo a caballo, una disciplina ideada por los griegos y los romanos para el entrenamiento militar, es practicado por cientos de turistas mayores de tres años que en una semana logran combinar la gimnasia y la danza sobre el lomo de un caballo. 

El yoga se convierte en la herramienta para dominar este deporte, que se ensaya inicialmente sobre un barril y luego en la marcha de un equino. En el interior de la montaña, entre copas de árboles y líneas de rappel, la selva se abre paso.

En la Sierra Madre, mariposas de brillantes colores, 300 especies de orquídeas y 400 especies de aves acompañan el recorrido. Otro de sus atractivos es la liberación de tortugas. Año tras año, estos animales construyen nidos y dejan sus huevos en las playas.

Visitantes y locales hacen guardia para evitar que depredadores, como pájaros e iguanas, impidan el nacimiento de los bebés tortugas. Sayulita es la última parada. Reconocida a nivel mundial por sus olas gigantes y sus competencias surfistas, ofrece un mundo hippie que se vuelca sobre las calles, las tiendas de decoración y de moda, y los cafés con espíritu bohemio a orillas del mar. Cuando se empieza a ocultar el sol, otra ballena jorobada comienza su danza. Esta vez, desde la playa, el observador distante revivirá su emoción.