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Carmencita, la empleada doméstica que se convirtió en símbolo de la inclusión

Por El Espectador | 23 Enero, 2017 - 11:10
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Mujer logró que la justicia obligara a club naval a pedir disculpas y cambiar el reglamento que prohibía el ingreso de personal de servicio.

La tierra donde se hacen los mejores bollos de mazorca, que con un pedazo de queso y suero son el mejor manjar costeño, vio nacer y crecer a Carmen Cecilia Beltrán Pájaro, la mujer que esta semana le ganó una disputa al exclusivo Club Naval de Cartagena. Desde la sencilla calle séptima de La María en Arjona (Bolívar), Carmencita, como la llaman quienes más la quieren y conocen, salió al lujoso sector de Castillogrande donde dejó su propia lección de igualdad.
 
La madre de dos hijos ya adultos y abuela de dos nietos que no superan los dos años logró que el club a donde asisten solo oficiales de la Armada Nacional y sus familias cambie un artículo de su reglamento que prohíbe el ingreso de las empleadas domésticas, y a renglón seguido también impide la entrada de mascotas. Mujeres dedicadas al servicio en los hogares y animales fueron equiparados en el mismo documento, como denunció la defensa de Beltrán.
 
Carmencita, de 50 años, 13 de ellos dedicados al servicio doméstico, llegó el 25 de noviembre al Club Naval en compañía del niño de 12 años al que cuida. Su tarea era llevarlo al cumpleaños de uno de sus amigos. El vigilante de la portería le advirtió que no podía ingresar porque era empleada, pero ella estaba a cargo del niño y no podía dejarlo botado en la entrada. No quedó más que dejarla pasar hasta donde era la fiesta.
 
Una vez allí una cadete se le acercó para reiterarle que no era admitida en ese sitio, pero el evento no había empezado así que Carmencita no se quiso ir. La mamá del cumplimentado finalmente la llamó para que se sentara junto a ella, un gesto amable que solo tenía como objetivo supervisarla y vigilarla para que “no deambulara” por el club. “No quería que ella estuviera deambulando por ahí, se sentó a mi lado, le brindé gaseosa y hasta postre que estábamos compartiendo con los niños”, contó la anfitriona de la fiesta, quien minutos después llamó a la jefa de Beltrán para explicarle que si ésta no se iba del sitio la sacarían, porque así eran las reglas del club.
 
La jefa de Beltrán, con quien trabaja hace un año y medio en un edificio de La Boquilla, no podía creer lo sucedido pero se fue de inmediato a recoger a Carmencita. Ella mientras tanto, con un profundo sentimiento de humillación, tristeza e injusticia, se levantó y salió del club disimulando su llanto, pero apenas cruzó a un parque las lágrimas bajaron por sus mejillas. Ambas lloraron.
 
 
Carmencita no terminó el bachillerato, llegó hasta sexto grado porque no lo aprobó, decidió retirarse, quería trabajar, no llegó a la universidad (de lo que se arrepiente), vivió en pareja y se separó hace ocho años. Pero sabía que era una persona igual a otra, y que la discriminación es un acto que transgrede lo humano. Buscó ayuda y encontró al abogado Kriss Urueta, quien interpuso una tutela para defender sus derechos, y ganó.
 
“Me enteré el jueves, sentí alegría y lloré, no quiero sentirme humillada. Yo pedía que me dieran disculpas en público, para que otras personas que les pase lo mismo denuncien, no se queden calladas. A veces uno cree que no lo va a lograr, al principio estaba dudosa, pero Dios estuvo a mi lado”, dice Carmencita en diálogo con este diario mientras trabaja en la casa de familia, donde ingresa los lunes y sale los sábados. 
 
La fama la cogió desprevenida, ahora los medios de comunicación la llaman y ha tenido que madrugar para empezar a dar entrevistas desde las 6:30. Sus vecinos del pueblo le mandan felicitaciones con sus hijos, y la calle séptima de La María prenderá esta noche sus televisores para verla hablar en el noticiero. Pero a ella no le importa, solo quiere llevar el uniforme blanco con dignidad.
 
El fallo del Tribunal Administrativo de Bolívar dijo que el Club Naval y la Armada le violaron sus derechos fundamentales a la igualdad, no discriminación, y que la trataron de forma cruel y degradante; ordenó que cambien su reglamento para que el club permita el ingreso de empleadas domésticas, y que el gerente del sitio pida excusas públicas a Carmen.
 
En un inserto en el diario El Universal, la directora del club presentó "excusas públicas" y reiteró el "compromiso irrestricto" de la Armada Nacional con "el respeto a los derechos fundamentales de todos los ciudadanos”.
 
“Compré el periódico a las 6a.m. para ver si salían las disculpas, pero no las vi. Horas después me llamó mi jefa y me contó que sí estaban, volví a revisar y observé el recuadro. No la había visto porque es miniatura. No hay derecho de que hagan eso, casi nadie lo ve. No me he sentido muy contenta porque quieren que la gente no la vea”, le dijo Beltrán a este diario desde Arjona (Bolívar), donde vive y disfruta los fines de semana de su descanso.