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Cusco, donde renacen las tradiciones incas

Por Rafael Pérez Becerra/ El Espectador | 3 Octubre, 2016 - 10:37
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Un titánico esfuerzo por preservar las tradiciones milenarias de sus antepasados indígenas enorgullece a los habitantes de esta ciudad peruana donde la historia es protagonista.

Cusco es una ciudad mágica. La capital histórica del Perú se ha modernizado con los años, sin embargo, conserva las tradiciones ancestrales en cada esquina. Esto no es casualidad, es una lucha que se ha emprendido para preservar sus lugares y costumbres milenarias.
 
En el centro, hasta los más modernos hoteles mantienen intactos restos del que es considerado uno de los principales pueblos indígenas del continente: el inca. Así que es común encontrarse los originales muros de gigantescos bloques de piedra tallada con una exactitud milimétrica adornando los salones.
 
Es un atractivo único. Cada una de las piedras puestas con precisión hace 500 años tiene su mística. Este imperio logró el dominio de la piedra, que extraía de las sagradas montañas que cercan la ciudad y que han sido testigos silenciosos del surgimiento del Perú.
 
Conservar este registro es producto de una lucha de las últimas décadas para no permitir que se olvide la historia. No ha sido fácil, pero sí satisfactorio, pues el esfuerzo se ha trasladado a tradiciones gastronómicas que atraen a ciudadanos de todos los rincones del mundo.
 
En sus calles se siente el olor de la gastronomía, y en los restaurantes, del más chico al más grande, se ha buscado la manera de conservar las recetas ancestrales. Lo mismo pasa con su bebida tradicional, el pisco. Todos sus pobladores conocen la historia, la búsqueda para demostrarle al mundo su origen, el enfrentamiento con Chile para lograr el certificado de origen, los relatos que se han construido alrededor de esta bebida que tiene como origen la uva.
 
Los peruanos, por prohibición de hacer vino en las colonias dejaron de hacerlo y optaron por producir pisco, una bebida transparente que se puede hacer solo de ocho tipos de uvas, cuatro aromáticas y cuatro no aromáticas. Su fuerte sabor y agradable olor provienen de un delicado trabajo de fermentación y destilación.
 
Al pisco puro no se le agrega azúcar ni agua. A diferencia del vino, no se añeja. Este sutil detalle marca una clara diferencia con las tradiciones españolas que se quisieron imponer. Pese a todo, su preparación tiene como base los conocimientos de los monjes que conocían los secretos de la destilación.
 
 
Mucho más que Machu Picchu
 
No hay que alejarse mucho del casco urbano para encontrar las grandes obras de los incas. Comunidades autosostenibles hechas en piedra, construcciones que aún son un misterio. Lo más probable es que jamás conozcamos a ciencia cierta la forma como lograron trasladar las pesadas rocas.
 
Más misteriosas aún son las técnicas empleadas para ubicarlas y construir esas fortalezas que han soportado el paso de los años y el terremoto que sacudió a Cusco el 21 de mayo de 1950. Más de la mitad de la ciudad quedó destruida, mientras las construcciones milenarias, que soportaron el arrebato de los españoles, fueron testigos de la tragedia.
 
Coincidencialmente fue ese mismo año cuando la idea del turismo en la zona empezó a aflorar. Fieles a su tradición y a su cultura, los habitantes de Cusco restauraron la ciudad. Las bases de la nueva urbe serían las estructuras rocosas que se mantuvieron inmóviles ante el fuerte movimiento de tierra.
 
Fue tal la violencia del terremoto que un Cristo negro hecho por un humilde artista peruano y que había sido escondido en una bóveda 10 metros bajo tierra, porque no era del gusto de los jerarcas de la Iglesia, salió a la plaza principal. Cuenta la historia que cuando vio la luz, la tierra dejó de moverse y reinó una tensa calma. Desde entonces se convirtió en el protector de la ciudad y actualmente se encuentra en la catedral de Cusco.
 
Esta enorme edificación que sobresale en la plaza central es uno de los principales atractivos gracias a sus pinturas, esculturas e imágenes que dejan entrever la resistencia de los artistas locales para mostrar sus tradiciones. Por eso, tal vez, José, Jesús y María tienen rostros y ropa indígena. Y no son pocos los guiños a las tradiciones ancestrales, como una Última Cena cuyo plato principal es un cuy, acompañado de vasijas que se creen tienen chicha morada, otra de las bebidas tradicionales del Perú.
 
 
La muerte
 
Para los incas, la muerte no era el final de la vida sino un paso más. Debido a esto tenían estrictos rituales que se han descifrado con el pasar de los años. Tarea complicada si se tiene en cuenta que a su llegada los españoles quisieron destruir cualquier rastro de esa adoración a los muertos.
 
Las tumbas, en las montañas que bordean el Valle Sagrado de los Incas, a 30 minutos en carro desde Cusco, fueron clausuradas y posteriormente saqueadas debido a que las momias estaban adornadas con joyas y oro. Todo fue destruido. Con algún esfuerzo se pueden observar en aquellas majestuosas montañas unos orificios que serían la prueba de las tumbas que allí reinaron.
 
El Valle fue uno de los principales lugares de producción agrícola del imperio, por cuenta de su clima y la calidad de la tierra. Estructuras de piedra ubicadas a 3.500 metros sobre el nivel del mar eran utilizadas como bodegas. Muy cerca, amplias casas adornan ahora el lugar. Ahí vivían los jornaleros, quienes además diseñaron un mecanismo de escalinatas sobre la roca para poder obtener mejores cosechas.
 
No muy lejos se encuentra Sacsayhuamán, una edificación ceremonial donde veneraban a sus dioses: los astros, los animales y la naturaleza. En el pueblo de Pisc se consiguen las artesanías locales y los productos hechos por las comunidades que luchan por mantener sus tradiciones. Tejidos de lana de alpaca y llama, joyas en plata, productos típicos como el ceviche, la trucha, el lomo saltado, el cuy frito y el ají de gallina.
 
La ciudad no quiere abandonar sus tradiciones y por eso desde hace cinco años se ha implementado la enseñanza del quechua en las escuelas y colegios. Además, para graduarse de medicina, derecho, ciencias sociales y, por supuesto, de las actividades relacionadas con el turismo, deben pasar un examen y obtener un certificado oficial.