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Donostia, ideal para amantes del turismo, la cultura y la gastronomía

Por Télam | 16 Septiembre, 2016 - 11:00
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En los bares de la ciudad vasca se beben “cañas” (una medida pequeña de cerveza rubia) y el famoso “txacoli” (vino blanco servido desde cierta altura, para embocar el líquido y hacer espuma en el vaso), que acompañan con los célebres “pintxos”, una especie de canapé formado por una rodaja de pan atravesada por un palillo y cubierta por una abundante mezcla de mariscos y cremas.

Además de ser la anfitriona de uno de los festivales de cine más importantes, la ciudad vasca de San Sebastián -o Donostia, en el idioma euskera- es un verdadero paraíso para los amantes del turismo, la cultura en todas sus expresiones y la gastronomía, algo que la destaca especialmente por la originalidad y calidad de la elaboración y presentación de sus platos.
 
Situada en las costas del golfo de Vizcaya, en el Mar Cantábrico, a escasos 20 kilómetros de la frontera con Francia, la ciudad está custodiada desde lo alto por los montes Igueldo, al oeste, Urgull, al centro, y Ulía, al este, extendiéndose frente a las hermosas playas de la Zurriola, Ondarreta y de la bahía de la Concha, y adentrándose hacia el continente a ambos márgenes del apacible río Urumea.
 
Justo debajo del Urgull, como una prolongación natural del puerto pesquero, se ubica la Ciudad Vieja, quizás el epicentro gastronómico de San Sebastián, donde el laberinto de antiguas callejuelas y edificaciones medievales se ve atiborrado de turistas y bares y restaurantes tradicionales en los que lo que más se oye decir son dos palabras: “caña” y “pintxo”.
 
Desde temprano a la mañana y hasta bien entrada la noche, los donostiarras suelen visitar los bares para beber sus “cañas” (una medida pequeña de cerveza rubia) o el famoso “txacoli” (vino blanco servido desde cierta altura, para embocar el líquido y hacer espuma en el vaso), que acompañan con los célebres “pintxos”, una especie de canapé formado por una rodaja de pan atravesada por un palillo y cubierta por una abundante mezcla de mariscos y cremas.
 
Chipirones, pulpo, sardinas, camarones, langostinos y mejillones son algunos de los ingredientes que componen estos exquisitos tentempies, que en general vienen acompañados de cebollas, aceitunas, morrones y ajíes, aunque también los hay más simples: de tortilla de papa, de embutidos y de diferentes tipos de quesos, siempre abundantes, siempre bien condimentados y presentados de manera atractiva y artesanal.
 
 
Cada bar tiene su propia especialidad en pintxos, ejemplos de alta cocina en miniatura, e incluso los hay con nombres de estrellas de cine, como el “Gilda”, una especie de banderita picante de guindilla, anchoa y aceituna que nació como un homenaje a la recordada actriz hollywoodense Rita Hayworth.
 
La costumbre de los turistas y los locales es “ir de pintxos”, tal como se le llama al acto social que se extiende por los bares de la parte Vieja, el Centro y el barrio de Gros, que consiste básicamente en una recorrida por cuatro o cinco lugares donde se prueban las distintas variedades, directamente tomándolos de la barra y avisando luego al mozo -en un acto de confianza poco habitual para un argentino- qué cantidad consumieron.
 
La pasión por la comida se extiende, no obstante, a todo tipo de platos y a toda la ciudad: en el puerto se pueden paladear sabrosos platos de pescado fresco (abundan el atún, el salmón, la merluza y el bonito); en el barrio El Antiguo son frecuentes las pizzerías y casas de pastas; y en el centro de la ciudad abundan viejas fondas donde se asiste a todo tipo de manjares vascos, la mayoría de las veces acompañados de vinos blancos y rosados.
 
La calidad y variedad de la gastronomía donostiarra, que incluye además a los mejores exponentes de la denominada Nueva Cocina Vasca, hacen que Donostia sea considerada por muchos especialistas como la ciudad con el mayor número de estrellas Michelin por metro cuadrado del mundo, ya que -junto con París- es la única que posee tres restaurantes con tres estrellas cada uno.