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Economía conductual: el efecto de la ignorancia en las decisiones

Por Raúl Martínez Solares/ El Economista.com.mx | 31 Marzo, 2017 - 10:09
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Hoy enfrentamos fenómenos que afectan a la capacidad que tenemos para diferenciar los hechos de las suposiciones u opiniones llanas.

“La verdad es incontrovertible. La malicia la puede atacar; la ignorancia puede ridiculizarla; pero, al final, ahí está”, decía Winston Churchill.
 
Un principio fundamental de la teoría de decisiones racionales implica que las personas seamos capaces de analizar información relevante y considerar todos los escenarios posibles derivados de las distintas opciones de decisión.
 
Ello aplica tanto para las decisiones financieras como para todas las que cotidianamente tomamos.
 
Esto resulta especialmente relevante dado que la mayoría de las decisiones implica un cierto pronóstico del comportamiento futuro de las variables sobre las cuales decidimos.
 
El ensayo Ignorance, de Devjani Roy y Richard Zeckhauser, señala que típicamente la conducta humana se guía a partir de experiencias pasadas para analizar las nuevas decisiones.
 
Sin embargo, dada la complejidad del entorno actual, en temas precisamente como los financieros, frecuentemente las decisiones pasadas carecen de los elementos que les permitan apoyar las nuevas decisiones, porque los contextos y las consecuencias de los mismos han variado y, consecuentemente, también los posibles resultados futuros.
 
Cuando una persona trata tomar decisiones de gasto o de inversión (o inclusivo de voto al analizar las propuestas de distintos candidatos), debería bajo estos supuestos racionales ser capaz de analizar todos los elementos del entorno que pueden condicionar sus decisiones y ser capaz de pronosticar los resultados variados de las mismas.
 
Así, la contratación de un crédito puede implicar crecimiento de las obligaciones de pago en escenarios de alzas de interés como los actuales, por lo que las personas deberían ser capaces de analizar los potenciales incrementos y determinar si los pagos pueden rebasar su capacidad e ingresos.
 
Asimismo, para decidir si un tipo de inversión es adecuado hoy deberías ser capaz de analizar los cambios constantes en los niveles de riesgo de las inversiones y los cambios en los niveles de rendimiento y volatilidad de los diferentes instrumentos de inversión.
 
Adicionalmente a esta dificultad, hoy enfrentamos en todo el mundo fenómenos que afectan a la capacidad que tenemos para diferenciar los hechos de las suposiciones u opiniones llanas.
 
El concepto que el científico e historiador Robert Proctor acuñó: la agnotología, se refiere a la ignorancia o duda que es culturalmente o grupalmente inducida a partir de la publicación o generación de datos erróneos o tendenciosos o del análisis parcial o tendencioso de los hechos.
 
Proctor analizó cómo la industria tabacalera en los 50 se encargó de crear mecanismos para que los datos contundentes médicos y científicos sobre el efecto negativo del tabaco se diluyera frente a interpretaciones sesgadas.
 
Hoy, lo mismo encontramos en los debates políticos y económicos en México y el mundo, siendo muy claros en el debate actual norteamericano.
 
Cuando se discuten temas como el calentamiento global, el origen de los problemas económicos en los distintos países y casi cualquier otro fenómeno económico político y social, es frecuente escuchar opiniones que se colocan en el nivel de los hechos y los datos.
 
Al respecto, es fundamental que las personas entendamos que en todas nuestras decisiones, incluyendo las financieras, no todas las opiniones valen lo mismo.
 
Este es un error frecuentemente inculcado en los niños: las opiniones que están sustentadas en hechos corroborarles y verificables son evidentemente mucho más valiosas que aquellas sustentadas en “hechos alternativos” o suposiciones sin comprobación.
 
Las sociedades que permiten que la discusión, el análisis y las decisiones colectivas e individuales estén regidas por suposiciones y afirmaciones que no son corroborables y no están sustentadas en hechos ni datos duros no sólo tienden a destruir su capacidad para tomar mejores decisiones, sino son incapaces de crear las bases de una sana convivencia y generación de bienestar colectivo e individual.