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En busca de los osos de Transbaikal

Por Anna Grúzdeva/ Russia Beyond The Headlines | 4 Enero, 2017 - 14:24
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La cordillera de Kodar es un lugar con una energía especial. Una reportera local nos cuenta su recorrido por algunos de los lugares más emblemáticos del corazón de Siberia.

Russia Beyond The Headlines | Mi viaje al norte de la región de Zabaikalie comienza en la línea de ferrocarril Baikal-Amur. Desde Krasnoyarsk (a 4.000 km de Moscú) hay dos días de viaje, desde Moscú o San Petersburgo la travesía puede parecer interminable: más de 100 horas de viaje con transbordo en Severobaikalsk (a 5.700 km de Moscú).
 
 
El traqueteo en el sofocante compartimento de tercera clase puede verse como un suplicio forzado, pero lo mejor es verlo como un teletransporte lento. Hace nada te levantabas en la cama de tu casa y ahora te encuentras en la litera de arriba de un vagón intentando evitar alguna incomodidad; hace nada tenías la cabeza colapsada por el trabajo y no soltabas el teléfono y ahora dejas ir todas las preocupaciones porque la conexión a internet deja de funcionar. Hace nada solo veías edificios enormes, pero ahora llevas ya dos días meditando y disfrutando del paisaje tras la ventana.
 
Este viaje iniciático no solo era necesario, porque me disponía a pasar dos semanas como ermitaña en las montañas, sino también agradable, porque un viaje en el ferrocarril Baikal-Amur también supone la rara oportunidad de probar la sabrosa carne de ómul del Baikal  o el ahumado en frío en la estación Severobaikalsk, o de mirar el lago Baikal desde la orilla mientras el tren pasa 40 minutos parado y sumergirse en la larga oscuridad del túnel de Severomuiski.
 
 
La ruta de mi equipo por la cordillera de Kodar año era complicada. Las etapas eran las siguientes: estación Leprindo, puerto Jadatkanda (2263 metros), puerto Verjne-Sakukanski (2193 metros), puerto Medvezhi (2174 metros), isbá de la estación meteorológica, desierto de las Arenas de Chara y aldea Nóvaya Chara. Entre tres personas llevábamos unos 80 kg y 70 magulladuras, 150 km en 14 días, ni una persona en el camino y ni un solo día sin las botas mojadas. Estábamos preparados para ello: nuestro objetivo era echar un vistazo al corazón de los montes de Kodar.
 
 
El día que mejor describe Kodar fue aquel en que iniciamos la senda una mañana húmeda y desagradable y todo estaba cubierto de una niebla espesa. Las botas estaban heladas y teníamos las manos ateridas de frío. No había sendero, seguíamos la ruta gracias al navegador.
 
Fuimos rodeando por las escarpadas laderas un lago que se mostraba momentáneamente entre las montañas y nos embelesaba con su color turquesa.
 
 
Más adelante, un ascenso por las rocas hasta el puerto de Verjne-Sakukanski, siguiendo el rastro de un oso que había dejado un par de horas antes sus huellas y… un excremento todavía fresco.
 
El ascenso es de una belleza impresionante. En un instante, las nubes subieron y desde nuestra altura vimos nuestra estación, a un lado del puerto el voluminoso lago y, a otro, un enorme nevero y un largo valle rocoso. Nos encontramos un Kodar feroz, inhóspito, que no esperaba nuestra visita, pero a la vez estremecedoramente hermoso.
 
 
Después descendimos por la nieve, de nuevo tras las huellas del mismo oso, que se había deslizado de espaldas y torpemente por esa misma ladera, saltando sobre rocas cubiertas de musgo resbaladizo, luego dimos un paseo tranquilo y liberador por el verde valle del río Izumrudnaya y de nuevo obstáculos: cascadas, matorrales de pino enano y sauces y el vado del río.
 
 
Sol-lluvia, niebla-claridad, desesperación-éxtasis, ascensos-descensos: Kodar no conoce las medias tintas.
 
“¿Aquí siempre hace este tiempo?”, “hemos tenido mala suerte con el tiempo”, “hemos conseguido subir la temperatura de la isbá hasta los -21 grados, fuera está a -40. ¡Feliz 23 de febrero!”. Estas son las anotaciones en el libro de visitas de la antigua estación meteorológica, llamada Isbá GMS, que ahora sirve de refugio para todos los turistas de Kodar.
 
 
En ella hay literas, una mesa alargada, chimenea, y un vestuario en el que se puede secar la ropa. Pero la Isbá GMS también es un museo turístico: hay mapas en las paredes, fotografías de los viajeros, banderas y cascos de constructor, amuletos de madera tallada y una multitud de inscripciones en las paredes y el techo.
 
Desde que estuvimos el año pasado la “exposición” se ha actualizado. En particular, encontramos un dibujo a lápiz hecho por unos excursionistas franceses que estuvieron en la zona el invierno pasado. Unos verdaderos héroes: ¡tres meses enteros! Como resultado de su viaje nació el proyecto BAM. Nosotros también dejamos en la isbá una nota sobre nuestra excursión y seguimos avanzando hacia las Arenas de Chara.
 
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