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Escritor Jorge Baradit y su exitoso libro “Historia secreta de Chile”: “Mi idea es sumarle piezas a un rompecabezas que está inconcluso”
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Claudio Pereda Madrid | 1 Enero, 2016 - 13:17
“Muchos nobles y pocos obreros”, dice Jorge Baradit que muestra la historia de Chile. Lo curioso es que no lo dice un historiador. Con 46 años y varias novelas en el cuerpo, el escritor conoce el lado brillante de las súperventas, pero dice que no se vuelve loco.
El año literario 2015 en Chile deja a un extraño caso dentro de los más exitosos. Se trata de un libro de poco más de 165 páginas y unos doce capítulos que plantean una forma distinta de leer la historia de Chile.
Una manera que, por supuesto, no se ve en los colegios, en la que personajes entendidos durante 200 años de una manera, pueden entregar interpretaciones para ser vistos de otra. O personajes que han sido muy poco considerados, en realidad, exhiban méritos para tener un espacio más destacado en las páginas oficiales.
“Muchos nobles y pocos obreros”, dice Jorge Baradit que muestra la historia de Chile. Lo curioso es que no lo dice un historiador. Habla un escritor. Un narrador que –hasta ahora- había experimentado intensas dinámicas de ficción, coqueteando siempre con cómo pudo haber sido la realidad.
Con 46 años y varias novelas en el cuerpo, Jorge Baradit entra al paraíso de los ránkings, conoce el lado brillante de las superventas en un mercado humilde como el chileno, pero insiste en que no se vuelve loco.
“No me siento ni con los méritos ni con la autoridad de reemplazar nada”, aclara enfático. Pero con la misma fuerza reconoce que sí tiene entusiasmo por aportar temas “que puedan arrojar luces sobre cuestiones no tratadas” en la historia de Chile. Una historia que, por cierto, ha sido muy mal contada.
- Cuando hiciste la elección de los temas y personajes, ¿cuál era tu intención? ¿Qué era lo que buscabas básicamente con tocar esos aspectos y no otros?
- Tenía una estrategia detrás. Lo primero es algo súper periodístico: me interesaba el impacto. Quería que la gente a través de un titular, o de una anécdota, entrara a un área historiográfica mayor. Por eso, la decisión fue tomar grandes paños de la historia de Chile, como la Independencia, la Guerra del Pacífico y la Dictadura, entre otros, y de cada uno elegir una o dos anécdotas de cierto impacto, para después bajar a contextualizar el fenómeno mayor y agregar información más contundente.
Porque mi principal intención con el libro era que no fuera un mero anecdotario. La idea es que, a partir de un hecho, se escudriña en la diferentes relaciones que ofrece en cuanto a política, sociedad, economía, etcétera.
- ¿Qué buscas con esta idea que se aprecia al leer el libro en torno a que la historia es cíclica y que ciertas dinámicas y lógicas que se han dado en el pasado de Chile vuelven a resurgir cada cierto tiempo?
- Hay una tesis que no es tan ajustada, pero que me llama la atención. Dice que Chile entra en crisis cada cuarenta años. No es tan así, pero suena bonito… Por ejemplo, de 1810 a 1850 viene la rebelión de la Sociedad de la Igualdad que es aplastada; luego en 1891 surge toda la crisis con Balmaceda y el salitre; después en los años 30 se da todo el período anárquico que vive la organización política, nueva Constitución, gobiernos que se suceden; en 1970 está toda la problemática que termina en el golpe de Estado; hasta que llegamos al 2010 y la intensidad de los movimientos sociales.
Con todo esto, que –como te digo- no es tan ajustado porque queda fuera, por ejemplo, la aparición de Diego Portales en la historia y el alzamiento conservador, uno puede darse cuenta de una especie de Día de la Marmota en Chile: la necesidad de que las clases más populares del país alcancen mejores estándares de vida.
En ese sentido, parece que este sector de Chile demora tres generaciones en rearticular sus redes, sus nexos, su capacidad de organización, hasta alcanzar cierto grado de acercamiento al cielo y luego caer aplastado por el “peso de la noche”. Chile es como un Sísifo en ese sentido.
- ¿Pensaste en la gran repercusión que iba a tener el libro, en este profundo éxito que lo tiene entre los más vendidos del año?
- La verdad es que no. Cuando la editorial me invita a este proyecto yo venía de un momento muy intenso después de mi última novela. Hice el planteamiento de que, probablemente, no era el mejor momento, pero insistieron porque me habían escuchado en algunos programas de radio o en TV y querían que formara parte de esto. Lo tomé como un paseo, porque es un tema que me apasiona desde siempre.
La editorial estaba confiada en el proyecto. La primera tirada fue de 3.000 ejemplares, lo que en el país es una muy buena señal de confianza. Ahora, nunca pensamos que se iban a agotar en menos de una semana, que el libro lleve meses en el primer lugar y que se hubiese sacado una edición de 20.000 ejemplares, algo absolutamente fuera de lo habitual en nuestro pequeño mercado editorial.
- ¿Y cómo lo tomas?
- Siempre dejé en claro que la perspectiva del libro era la de un escritor. Y pareciera que ese enfoque explica su éxito. No soy periodista de investigación ni historiador, probablemente eso tenga un valor. Como narrador manejo ciertas herramientas emocionales que aplicadas a la historia funcionan para explicar lo bien que nos ha ido…
- Pero también se da dentro de un contexto en el que la historia de Chile ha sido muy mal contada…
- Ah, sí, claro. Por supuesto. Humildemente, como consumidor y lector de historia, creo que la revisión historiográfica no sólo ha sido pobremente curada en Chile, sino que –además- planteada permanentemente con un sesgo, que excluye a la mayoría de los chilenos. Hay muchos nobles y pocos obreros, muchos Montt y pocos Pérez o Ramírez.
- Y no te sientes un poco “tuerto en el país de los ciegos”, me imagino que los historiadores no deben mirar muy bien esta situación…
- Creo que lo que le pasa al libro habla muy bien del país. Que un escritor de ciencia ficción hable de lo real y tenga éxito. En ese sentido, me siento muy tranquilo. No es mi intención contar la historia de Chile, sino que agregar una visión sobre aspectos no tocados. La idea es sumarle piezas a un rompecabezas que –me parece- está inconcluso. No me siento ni con los méritos ni con la autoridad de reemplazar nada. Pero sí tengo el entusiasmo de aportar temas que puedan arrojar luces sobre cuestiones no tratadas y que permanecen en el aire.