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Gabriela Montero: ''Los artistas tenemos el deber de darle voz a quienes no la tienen''

Por Deutsche Welle | 21 Julio, 2016 - 12:02
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La célebre pianista venezolana es conocida por su lucha por los derechos humanos. En entrevista a DW, cuenta por qué los artistas tienen más obligación de contribuir a la sociedad que los demás.

Gabriela, sobre la relación entre arte, sociedad y política existen innumerables tratados. ¿Cómo la defines tú?
 
Para mí, el rol del artista no se limita a comunicar belleza. El artista como comunicador tiene que relatar historias que impactan y hieren a los seres humanos y que, de otra forma, permanecerían en silencio. En mi caso esto significa que utilizo mi arte, mi voz, mi acceso a la prensa para llamar la atención internacional sobre la lamentable situación de mi país, que durante mucho tiempo había pasado casi inadvertida en el ámbito internacional.
 
Venezuela está en una crisis política y económica...
 
La crisis en Venezuela no es meramente política y económica, es humanitaria: falta comida, faltan bienes de la vida diaria, en los hospitales la gente se muere por falta de medicamentos básicos. Y esto afecta no solamente a las partes más pobres de la sociedad, que son las que más sufren en estas situaciones. Pero hoy en día, todos los venezolanos sufren sin importar su condición económica. Hay gente que pertenecía a la clase media que ahora come la basura de la calle para no morirse de hambre.
 
Llevas muchos años viviendo fuera de Venezuela. ¿Qué contestas cuando uno te dice que no conoces la realidad venezolana?
 
El colapso venezolano ya es muy, muy evidente. La última vez que viví en Venezuela fue entre 2003 y 2006 y presencié el principio de este colapso. Además tengo amigos y familiares en el país que me cuentan de lo que están viviendo. Recibo decenas de emails y mensajes a diario de venezolanos contándome sus tragedias. En mis conciertos siempre se acercan para contarme sus historias de cómo les ha afectado la violencia, la muerte, el hambre, la pobreza y la injusticia.
 
 
Como pianista has interpretado obras clásicas, modernas y contemporáneas en los auditorios más importantes del mundo. Pero tu gran don son la composición y la improvisación. Una de tus composiciones, quizá la más conocida, se llama “ExPatria”. ¿Has dejado de sentirte venezolana en algún momento?
 
Todo lo contrario. Mi venezolanidad, la comparto por donde paso en el mundo. En este caso, “ExPatria”, se refiere al sentimiento de haber perdido mi patria, a esta situación extrema. La obra, la compuse para ilustrar el caos, la violencia y todos los momentos asfixiantes que se viven en Venezuela. La escribí en el 2011 y era vigente y verdadera entonces. Ahora, cinco años mas tarde, muchísimo más.
 
Al contrario del teatro, las artes plásticas e incluso la música popular, la música clásica contemporánea no es exactamente conocida por sus corrientes políticas. ¿En qué tradición te ves?
 
Realmente, somos muy pocos artistas clásicos que hablamos de nuestras visiones políticas o -como prefiero llamarlo yo- humanas y sociales. Hay que enfatizar que yo no estoy hablando de política. Estoy hablando de una crisis humanitaria. Ni más ni menos. Es lamentable, porque los artistas tenemos el deber de contribuir al debate. Los violonchelistas Pau Casals, español catalán, y el ruso Mstislav Rostropóvich eran excepciones en el siglo XX. Como pianista y compositora me veo en la tradición de Mozart, Beethoven, Liszt y otros de los siglos 18 y 19 que también expresaban en su música sus visiones políticas. Simplemente, somos seres humanos y nos concierne lo que sucede en nuestro entorno. No por ser artistas vivimos en una nube donde nada nos toca o nos afecta. Al contrario, el arte es un arma de empatía y de emoción que debe ser utilizada para despertar conciencias.
 
 
Tus composiciones son instrumentales. ¿Cómo funciona la articulación política sin palabras?
 
La música es un lenguaje que llega directamente al público, independiente del idioma. Las palabras ayudan a explicar y entender, y a veces en mis conciertos hablo sobre la situación en mi país antes de improvisar sobre Venezuela. Pero si luego improviso tratando lo que sentimos los venezolanos, inevitablemente, todos terminamos llorando porque la música encierra esa tristeza y la desesperanza de una forma que todo el mundo capta y comprende.
 
En Dortmund se estrenó una obra encargada por el organizador “Klavierfestival Ruhr”. Esto me suena a trabajo puro y duro, menos emocional, menos emocionante. ¿Me equivoco?
 
El arte no es mi trabajo, es mi identidad y, por lo tanto, inseparable de mi persona y mis obras. Como persona formo parte de una sociedad a la que quiero contribuir. A los 18 años, dejé el piano por dos años y quise contribuir como trabajadora social. Me hice muchas preguntas. Después volví a mi música, y ahora me sirve de plataforma para expresarme, y yo siento una obligación dolorosa de usarla. Ya quisiera yo relatar de las maravillas de mi país, pero lamentablemente siento que mi música, siendo yo venezolana, hoy en día no significaría nada, si no hablara sobre los sufrimientos de tantas personas que están y que ya no están.
 
Entonces, ¿de qué trata esta nueva obra para piano y orquesta?
 
El “Concierto Latino” es muy distinto de ExPatria, no obstante incluye mi personalidad. El concierto tiene tres movimientos: el primero es un mambo, el segundo es un andante moderato que lleva también un tango y que es muy lírico, y el tercer movimiento contiene un pajarillo que es un tema alegre y sumamente venezolano. Lo compuse como homenaje a los venezolanos. Es un concierto de mucha energía y emoción, celebra todas las cosas bellas de América Latina, pero a la vez toma en cuenta la oscuridad y amenaza constante que tenemos en nuestros países. Hay subcorrientes extremas que van atentando en contra de la estabilidad de la obra. Y esto es una metáfora a la realidad latinoamericana.