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Guanajuato, el destino cultural de México

Por Jairo Andrés Cárdenas A./ El Espectador | 21 Diciembre, 2016 - 09:03
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Entre las montañas, se esconde una ciudad que espera ser descubierta por aquellos turistas que quieran conocer un lugar cargado de historia, sabor, cultura y música.

No diré mentiras. Nunca me sentí emocionado por mi viaje a Guanajuato. Pensé que sería un destino más para publicitar, pero como una cachetada a la incredulidad, me terminé enamorando del llamado “destino cultural de México”. Una ciudad tan maravillosa como su gente.
 
No me pregunten qué sucedió en esos cinco días que estuve en tierra manita porque no lo sé con claridad. Solo puedo decir que sentado en el último escalón de la Universidad de Guanajuato, viendo las coloridas casas de las montañas, supe que esta es una ciudad que toda persona debe visitar, conocer, vivir y sentir.
 
Repito, mi trabajo no es vender un destino porque no soy una agencia de viajes. Me limito a mostrar la puerta y usted decide si la cruza o se queda viendo espectaculares fotos desde una pantalla. Tan simple como elegir las famosas cápsulas roja o azul de la película Matrix.
 
¿Qué tiene Guanajuato para ofrecer? Playas, no, pero sí un mar de historias, experiencias y sabores que no se alcanzan a probar en una sola semana, mes, año, o bueno, quizás no alcance la vida entera. Cuando entramos a la “ciudad de plata” –por su historia minera en la época de la colonia– nos recibe una red de túneles que conecta diferentes puntos del centro histórico, una impresionante obra arquitectónica que se camufla entre los callejones y las construcciones elevadas, cada una con una historia diferente.
 
Caminar por el centro de Guanajuato es brindarle un postre a la vista y abrir un espacio a las sonrisas. El teatro Juárez, construido entre 1898 y 1906, combina lo mejor de la arquitectura francesa, romana y morisca, está abierto de martes a domingo y presenta una obra diferente al día. Cada pincelada de este engalanado teatro está cuidada al detalle e ingresar al salón central es una ventana al pasado que ningún visitante se puede perder.
 
 
 
Una aventura en cada esquina
 
El carro no es una opción de movilidad en Guanajuato, por lo menos si la idea es conocer cada una de las leyendas que esconden sus pequeñas calles. Precisamente, una de las paradas favoritas de los enamorados es el “callejón del beso”, un estrecho pasadizo que guarda una historia de amor tan trágica como la de Romeo y Julieta.
 
“Cuenta la leyenda que en este pequeño callejón se reunían Ana y Carlos, protagonistas de un amor prohibido por el padre de la mujer, quien le advirtió que la asesinaría si la veía en manos de su amado. Una noche, en el callejón del beso, Ana y Carlos se encontraron y en medio de un profundo beso de amor fueron sorprendidos. Así como lo advirtió, el padre de Ana tomó una daga y se la enterró por la espalda. Carlos tomó su mano y junto al último respiro de su amada, le dio el último beso de amor”, narra uno de los guías que recorren las calles de uno de los barrios más antiguos de la ciudad.
 
Guanajuato es conocida como un destino joven gracias a la presencia constante de miles de universitarios que cada semestre llegan a su institución de educación superior pública. La historia de la Universidad de Guanajuato data del siglo XVIII y su sede central está ubicada en una antigua capilla de otomíes en el centro histórico. Son 113 escalones de piedra los que retan a turistas, estudiantes y administrativos antes de siquiera tocar la puerta del edificio. Quienes se animan a subir gozan de una de las mejores vistas de Guanajuato y, como dije anteriormente, fue allí donde me enamoré de la ciudad.
 
La combinación entre la universidad y las pequeñas calles dio a luz una de las actividades más famosas, fascinantes y divertidas que pude vivir en mi breve paso por México: las callejoneadas –una caminata amenizada por música, bromas y cuentos– nacieron en 1962 cuando un grupo de estudiantes descubrió la música de las estudiantinas de origen español. Desde entonces, miles de turistas recorren los callejones del centro mientras ríen, bailan y cantan. No voy a dañar la sorpresa, pero este será un recorrido que disfrutará mucho más si lo hace acompañado de su pareja.
 
Si usted es de los míos, seguramente se aburrirá rápidamente de la burbuja de confort y glamur de los hoteles y restaurantes cinco estrellas. No vinimos hasta México para quedarnos en una tina de hidromasajes o comer platos italianos, ¿verdad? Visitar el Mercado Hidalgo es un paseo por la cultura, la economía y la idiosincrasia de los guanajuatenses. Es aquí donde podrá comprar la mayor parte de recuerdos que llevará a casa y platicar con vendedores que, de verdad, quieren ayudarlo para que se lleve lo mejor de su paso por Guanajuato.
 
Como dato curioso, el Mercado Hidalgo fue proyectado inicialmente como una estación de ferrocarril, su construcción se prolongó de 1905 a 1910 y fue inaugurado como parte de las fiestas del centenario de la independencia de México.
 
 
No todo es centro histórico
 
Si bien es cierto que el mayor atractivo turístico de Guanajuato está en su centro histórico, la Secretaría de Turismo del Estado se ha encargado de invertir para entregarles a los turistas una experiencia mucho más completa.
 
A las afueras de la ciudad, entre las montañas, se han levantado paraderos turísticos y adecuado minas para que los visitantes conozcan un poco de la historia que convirtió a Guanajuato en la capital minera del mundo durante la época de la colonia.
 
El Parador Turístico Sangre de Cristo, inaugurado a mediados del año pasado, queda en la vía que comunica a la ciudad con Silao. En este punto, además de un restaurante típico y tiendas de artesanía, los visitantes encontrarán tres museos que envuelven la historia y cultura de la región: Museo de las Catrinas, Minero y Momias Viajeras.
 
Si quiere conocer más sobre la historia de la ciudad que le abre las puertas, uno de los mejores planes está al norte de Guanajuato en la mina turística Bocamina San Cayetano, donde podrá bajar a una profundidad máxima de 70 metros y experimentar la vida de un minero en la época de la colonia española.
 
Pero, más allá del largo listado que pueda escribir en estas páginas, quiero dejar la invitación sobre la mesa. Guanajuato lo espera y estoy seguro de que usted también ha esperado por un destino que le ofrezca una experiencia que lo obligue a volver. Mi único consejo es tener cuidado, porque una vez esté allá, muy difícilmente querrá regresar a casa. A mí me pasó. ¡Buen viaje!