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Jalpa de Cánovas, una cita con el pasado en Guanajuato

Por Ricardo Alonso/ El Economista.com.mx | 1 Marzo, 2017 - 11:09
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A sólo 40 minutos de la ciudad de León, se encuentra un pueblo mágico lleno de tradición.

Descansaba bajo la apacible sombra de los árboles, sobre la escalinata del kiosco que corona la tradicional plaza principal de este Pueblo Mágico de Guanajuato, cuando la imagen de un hombre a caballo y vestido de charro le hizo entrar en una especie de trance que lo transportó a otra época.
 
Era como en aquella película de Woody Allen: Medianoche en París, donde el nostálgico protagonista tiene una regresión a los años 20, sólo que, esta vez, de este lado del Atlántico, donde la única referencia francesa era el mobiliario de la vieja hacienda que dio paso a la formación de toda una comunidad. Y también con la salvedad de que los personajes que intervienen en la historia, a diferencia del largometraje, no son del círculo artístico del país, sino más bien del político, empresarial y hasta militar.
 
Un ambiente propicio, no obstante, para Xavier Marques, historiador que durante este viaje tuvo la ilusoria oportunidad de encontrarse con el mismísimo Porfirio Díaz y reconstruir el sofisticado estilo de vida de una de las familias más adineradas del México prerrevolucionario, entre muchas otras experiencias.
 
Y es que su visita a este auténtico y pintoresco poblado, que se ubica a 40 minutos de la vibrante y moderna ciudad de León, representó, sin lugar a dudas, una cita con el pasado, desde el momento mismo en que al adentrarse en sus calles la esencia del futuro abandonó su teléfono celular, dejándolo sin Internet ni señal, convirtiéndolo en tan sólo una cámara fotográfica que habría de generar más recuerdos del lugar.
 
 
 
Lo primero que hizo para ubicarse en el tiempo en que esta tierra alcanzó su mayor esplendor fue recorrer lo que quedaba de la casa principal de la hacienda que dio nombre y origen al Pueblo Mágico de Jalpa de Cánovas.
 
Un espacio agrícola que en su momento llegó a ocupar una superficie superior a 60,000 hectáreas, cuya fertilidad y producción le valieron el mote del granero de México.
 
El inmueble, que actualmente es más modesto y pequeño, se encontraba en buen estado de conservación y reflejaba aún, mediante reminiscencias europeas presentes en su mobiliario y decoración, el lujoso modo de vida de los que fueran sus habitantes.
 
Como muestra de este poder adquisitivo, bastó con ver la cocina y enterarse de que ahí se encuentra, funcionando todavía, por increíble que parezca, el segundo refrigerador que llegó a este país, después del que fuera instalado, por su puesto, en la casa del entonces presidente Porfirio Díaz, un buen amigo de la familia de quien se conserva, en la habitación de la exdueña, el regalo que éste le hiciera (además de 30 años de servicio de luz eléctrica gratuita) un tocador de madera con un set de belleza bañado en plata y algunos frascos de perfume en cristalería fina, que, según los guías, conservan un sutil aroma.
 
 
Al salir, Xavier notó en la fachada los agujeros ocasionados por las balas de las huestes de Francisco Villa en un ataque furtivo que también constituye una muestra del rechazo al descomunal empoderamiento de los jefes de esta finca, a quienes, sin embargo, se les debe en general la configuración actual del pueblo y la construcción de un innovador molino de harina, un acueducto que potenció la producción agrícola de la zona y una iglesia con un extraño estilo neogótico alemán, que fuera ofrecida como agradecimiento por la salud restablecida a uno de sus últimos dueños, el importante empresario Oscar Braniff, después de haber sufrido un accidente que casi lo deja ciego.
 
Construido por el relojero y arquitecto Luis Long, el templo del Señor de la Misericordia sobresale ahora de entre las bajas construcciones habitacionales por la inesperada aguja de su torre, la cual es visible prácticamente casi desde cualquier punto de la localidad.
 
A pocos pasos de allí, el estudioso viajero se encontró con el Museo Luis Cabrera, otro baluarte que alberga una ecléctica colección que va narrando, en voz de su homónimo propietario, el paso del tiempo en esta comunidad, que no logra superar los 1,000 habitantes ni produce ya las incalculables cantidades de grano que llegó a cosechar en otras épocas.
 
En ese pequeño espacio, antecedido por la presencia de una antigua carreta en la puerta de entrada, se tienen vestigios de la presencia de la cultura tolteca en la zona, herramientas propias del extenuante trabajo en el campo, cientos de fotografías de la época, entre otras sorpresas.
 
 
De ahí, el salto obligado a unas cuantas calles de distancia fue hacia el museo natural que conforman las huertas de nogales, aún vivas y productivas, de esta sociedad, cuyo seco fruto ha influido, determinantemente, en la gastronomía regional. Sólo hizo falta probar el delicioso mole de nuez para comprobarlo, así como en el postre, un dulce pan artesanal.
 
El membrillo es otro de los ingredientes que ha dejado su huella en esta materia dominada por las cocineras tradicionales, que tanta fama han venido cobrando para el estado.
 
Después de deleitar el paladar, Xavier se preparó para despedir al sol desde el lugar más recomendable para ello: la antigua presa, en la que el astro rey parece esconderse tras los monumentales arcos de piedra, formando cada tarde un espectáculo difícil de olvidar.
 
Y, al caer la noche, se alojó en otra hacienda, la de Cañada de Negros, que llevó al viajero todavía años más atrás, hacia el siglo XVII, cuando un grupo de esclavos de color la hacían funcionar.
 
De allí deviene el antiguo nombre de este lugar, que hoy es un parque ecológico donde se puede ser libre cabalgando a caballo, remando en el kayak o volando por la tirolesa, para después convertirse en rey y dejarse consentir por las terapeutas del spa.
 
Living Spirit lleva por nombre este complejo, que, con sus esmerados servicios, trajo al historiador de nueva cuenta a la actualidad, a la hora precisa para disfrutar de una sabrosa cena y una noche estrellada sin igual.