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Jane Hawking, primera esposa del científico: "llegó un momento en que Stephen creía ser un dios"

Por Hebe Schmidt | 28 Mayo, 2016 - 11:17
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Autora de las memorias en las que se basa el filme "La teoría del todo", recuerda cómo la personalidad del científico cambia cuando cae en la adulación de las enfermeras que lo tratan. Aunque la pareja está separada, hoy las relaciones se han normalizado.

Con el Oscar obtenido por el actor inglés Eddie Redmayne, gracias a su intensa interpretación del científico Stephen Hawking, se cerraba un círculo importante no sólo para el talentoso actor. También para Jane Hawking, primera esposa del reconocido astrofísico, en cuyas memorias está basada la aclamada película.

Bajo el nombre "Hacia el infinito", la educadora desarrolla un relato conmovedor y descarnado de la relación con el investigador, especialmente el calvario desde el momento en que le diagnostican la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y ella pasa a transformarse en su soporte durante 25 años.  

En el libro, Jane Hawking retrata en primera persona los fuertes momentos que debió pasar junto al astrofísico y de los cambios que se van dando en la relación de la familia, viviendo a la sombra del genio.

En el libro la autora narra la historia de cómo se conocen, cómo los impacta el descubrimiento de la enfermedad y la manera en que ese hecho determina el desarrollo de sus vidas.

La educadora reconoce que se enamora del sentido del humor de Hawking, mezclado "con un poco de timidez, su sonrisa y sus ojos grises y límpidos". Luego de conocerse a través de un amigo en común en una fiesta, establecen una relación que los lleva a casarse en 1965, naciendo de esa relación tres hijos: Robert (1967), Lucy (1970) y Tim (1979).

La pareja hoy se encuentra separada y, tras pasar momentos complejos, se ven -al menos- una vez a la semana.

- ¿Cuando le diagnosticaron ELA, qué se sintió él y cómo lo tomó usted?
- Para él fue espantoso. Cayó en un estado de depresión a raíz de la noticia;  para mí fue un gran susto, dado que a los 19 años nunca había contemplado ni visto la realidad de la muerte. Fue tal la situación, que en aquel momento mi mamá me aconsejó rezar por él.

- ¿Cómo fue convivir con una mente brillante en un cuerpo que se iba deteriorando?
- Yo era joven y tenía mucha energía y optimismo, quería dedicarme a hacer todo lo posible para ayudar a que Stephen cumpliese todo lo que quería hacer en el corto tiempo de vida que le quedaba.

- Para Hawking Dios no existe, lo dice abiertamente. Sin embargo, usted es una persona profundamente creyente. ¿Cómo se concilian ateísmo y fe?
- Yo me apoyé en la fe, inculcada por mi mamá, para afrentar la vida que había escogido junto a Stephen. Mi intuición me decía que resultaba muy difícil para un joven recién diagnosticado con tal enfermedad creer en un Dios benevolente.

Además, siendo un científico -para quien las reglas racionales de la física eran la cosa más importante- ¿cómo va a creer en algo para lo cual la razón no vale nada?.

Para mí la fe es algo muy íntimo y personal. Respeto a las personas que se consideran ateas, porque -supongo- han pensado profundamente en el asunto, no trato de imponer mis creencias sobre ellos.

- ¿A qué se debe la popularidad de Hawking, más allá de sus innegables aportes a la ciencia?
- Tanto su trabajo como su aporte a la ciencia son muy importantes. El contraste entre la inmensa tarea que ha logrado hacer y la situación en que se halla, con su enorme valentía, genera mucho interés.

- ¿Cómo fue Hawking como esposo y padre?
- El, como yo, quería y quiere muchísimo a nuestros hijos. Dependía mucho de mí. Y si me pregunta si él me quería, pues sí,  yo creo que me él me quería.

- ¿Cómo fue para usted y su familia, vivir a la sombra del genio?
- Fue muy perjudicial para nuestra vida cotidiana, sobre todo en 1989, cuando nuestros hijos mayores hacían sus exámenes a fines del curso escolar, una, y de la carrera universitaria, el otro.

- ¿El deterioro vital progresivo de Hawking, dificultaba cada vez más su relación con él?
- Claro, necesitaba enfermeras para cuidarle 24 horas al día y se ocupaban de adularlo. En esa etapa, ellas tomaron posesión de nuestra casa entera, por completo, animándole a despreciarme.

- Usted comentó que el científico fue cruel con usted, pero ya no siente rencor hacia a él. ¿Concretamente en qué se expresaba ese comportamiento?     
- Llegó un momento en que Stephen creía ser un dios, animado por sus enfermeras. Y yo y nuestros hijos, de pronto, nos hallamos arrinconados en nuestra propia casa. Era como que no teníamos derecho a atrevernos a respirar el mismo aire que respiraba el genio.

Las enfermeras lo habían llevado a un nivel divino, le trataban como si fuera un Dios y él se lo creyó. En ese momento, la vida de la familia se trastocó mucho. Esas enfermeras centraron su atención en Stephen, relegando a la familia. Comenzaron a tomar cada vez más espacio y poder, especialmente una de ellas, con quien él se fue y -finalmente- se casó.

- ¿Cómo se sintió usted ante eso? ¿Qué hizo para  superar la situación?
- Al principio, creía que me iba a volver loca. Que había perdido la razón de vida. Fue como si se hubiese abierto un golfo bajo mis pies. Pero poco a poco empecé a vivir una vida normal, me di cuenta que esta vida era muy sencilla y que ¡resultaba increíble!...

- ¿Qué la animó para tomar la decisión de escribir sus memorias?
- Tenía un montón de vivencias muy precisas que necesitaba asimilar para poder seguir con mi vida, recuerdos puntuales de nuestros años juntos. Por otro lado, tampoco quería dejar que otra persona inventase historias en el futuro. Y creí que era bueno llamar la atención del gobierno, de las autoridades y de la sociedad en general, acerca de los sufrimientos de personas minusválidas y las dificultades a las que deben enfrentarse sus familias, cuando tienen que encarar una situación de esta envergadura.

- ¿La película ha despertado algún sentimiento en usted, algún recuerdo especial?
- Sí, muchos; sobre todo de la alegría de nuestros primeros años juntos, cuando éramos felices y la vida era menos complicada.

- ¿Cómo es su relación con Sthepen en la actualidad?
- Voy a visitarle de vez en cuando, tengo por costumbre ir a verlo una vez por semana, para contarle cosas de la familia; y cuando hay una fiesta, comemos juntos.

- ¿Qué le pareció a él que usted publicara este libro?
- No sé, no me lo ha dicho. Creo que a su segunda mujer no le gustó.

- ¿Él lo ha leído?
- Creo que no.

- ¿Alguna vez, Sthepen le agradeció a usted, todos esos años de solidaridad y de compañía que le brindó en un entorno familiar?
– No.

– Sin embargo, en un documental, el reconoció haber superado la  depresión gracias a usted.
– A mí nunca me lo dijo.

- Teniendo en cuenta cómo lo conoce, ¿cómo cree que le gustaría ser recordado a Stephen Hawking?
- Esa es una pregunta que usted tendrá que hacerle a él mismo. Yo no contesto por él, ni creo que él quisiera que yo lo haga.