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La alimentación compulsiva esconde estrés y angustias, pero tiene solución

Por LifeStyle | 12 Febrero, 2016 - 14:25
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Comer para esconder emociones complejas es un intenso círculo vicioso, que complica más la situación de fondo.

La alimentación compulsiva es aquella en que las personas comen repentina y afanosamente todo lo que pueden en un lapso no muy extenso, sintiendo que de esa manera descargan sus tensiones, buscando con ello calmarse.

Sin embargo, es sólo un círculo vicioso. Porque luego de un rato surge la angustia y la culpa, que obliga a volver a comer. Son muchas las personas que en emdio del ritmno de vida actual, con ansiedad y el estrés, canalizan sus emociones a través de un sándwich, un pedazo de pastel o un rebosante plato de comida.



Al comer por ansiedad se consumen alimentos de manera descontrolada, lo que en muchos casos lleva a la obesidad, que suele estar acompañada por depresión, y ambas se potencian entre sí. A su vez, la depresión puede causar y ser resultado del estrés, y ambos también pueden provocar cambios en los hábitos alimenticios y en las actividades cotidianas que realiza la persona.

Existen formas de combatir estas sensaciones y hábitos, de manera de controlarlos y mejorar la salud. No es una tarea sencilla: hay que adoptar nuevas costumbres que fomenten un estilo de vida saludable, lo que requiere paciencia y -sobre todo- fuerza de voluntad.

La premisa central es que el cambio es posible, aunque no de un día para otro. Lo segundo es hacerse ver por un/a especialista.



Los expertos centran en ocho las recomendaciones generales:

1. Reflexionar en torno a la forma de comer. Llevar un registro de los hábitos alimenticios, anotar qué se come, cuándo y en qué cantidad, escribiendo qué piensas o sientes cada vez que comes. Por ejemplo: si se estaba triste, si algo molestaba, si se había tenido una experiencia estresante, etc.

2. Reconocer las emociones. Es la intención principal de los ejercicios del punto 1. Por ello, un avance importante es que ante la tentación de comer compulsivamente, pensar qué es lo que realmente está impulsando a hacer eso. Luego, buscar el modo de resolverlo sin el alimento, que ciertamente, a menos que se sienta hambre, no ayudará a eliminar el problema.

3. El peso no se controla con estrés. Si bien tratar la obesidad ayuda a reducir la depresión, lo cierto es que la pérdida de peso nunca tiene éxito si se continúa bajo estrés y experimentando sentimientos negativos. A veces conviene resolver los problemas emocionales antes de comenzar un programa para perder peso.

4. Realismo práctico. Los especialistas subrayan que es importante ser realista con las percepciones, preocupándose por cosas verdaderamente importantes.

5. Reconocer los estados de ánimo, no enfrentarlos. Si de verdad se tienen motivos para estar triste, no hay que culparse. Reconocer los sentimientos de angustia, impotencia o frustración, lo que hace sentir incómodo. Lamentablemente, las cosas malas también suceden y se debe atravesar el dolor para poder superarlo y dejarlo atrás.



6. Involucrar a los cercanos. Es muy importante involucrar al grupo familiar o cercano en un plan de alimentación más saludable: perder peso siempre es más fácil cuando se cuenta con el apoyo de quienes rodean.

7. Pedir a los demás que bajen las tentaciones. Por un lado, a quienes puedan ayudar, mantener ciertos mecanismos de defensa a favor. Por otra parte,

8. No privarse de todo lo que gusta. La clave más importante es reducir las porciones, por lo que no es necesario castigarse si un día se sale de la dieta. Ahí lo segundo importante, además de reducir la porción, es indagar qué sentimiento es el que provoca esa sensación de comer.

En la actualidad, hombres y mujeres registran porcentajes similares de alimentación compulsiva (con una leve superioridad femenina). Es primordial que la persona que reconozca este problema se haga ver por un/a especialista, de manera que reciba la orientación y el diagnóstico correspondiente a cada caso.