Artículos

La música como terapia: mejora la salud y estimula a pacientes en estado vegetativo

Por El Espectador | 27 Enero, 2017 - 08:24
  • girl-791686_1280.jpg

Todas las ondas sonoras tienen la capacidad de generar una reacción positiva que canalizada correctamente ayuda a manejar las emociones.

Hay canciones que nos recuerdan un amor que no está y nos producen nostalgia. Otras nos llevan a un estado de plenitud máxima y alegría. Algunas piezas invitan a bailar y a movernos a su ritmo, y están aquellas que inspiran tranquilidad y terminan siendo perfectas como telón de fondo mientras se realizan labores que requieren concentración, como estudiar. En definitiva, una canción puede cambiar el ánimo de un momento a otro.
 
Por este poder, la música también es utilizada en tratamientos para mejorar la salud e incluso estimular a pacientes en estado vegetativo. Su uso para fines curativos es tan antiguo como la historia de la humanidad. Alrededor del año 1500 a.C. los egipcios ya hablaban de sus beneficios para el cuerpo y la mente. Al respecto, Wendy Magee, una reconocida musicoterapeuta asociada a la Universidad de Temple, en Filadelfia (EE.UU.), ha señalado que uno de los hitos de la musicoterapia tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial, cuando era practicada para tratar los traumas de los combatientes.
 
En Colombia comenzó a consolidarse en 2003 y, aunque su práctica y la formación de profesionales en este campo aún son incipientes, los esfuerzos por desarrollar estudios y lograr que los pacientes les saquen el máximo provecho a sus beneficios se mantienen. Carmen Barbosa Luna, coordinadora de la Maestría en Musicoterapia de la Universidad Nacional, señala que las personas que son tratadas con esta herramienta no tienen que ser necesariamente músicos, pues el ser humano tiene la capacidad innata de crearla.
 
Miguel Suárez Russi, representante de la Facultad de Medicina de la misma universidad, invita a reflexionar sobre los escenarios y situaciones en los que se podría utilizar. “La música es un código entre el emisor y el receptor que tiene ventajas o desventajas, dependiendo de las circunstancias. Si un ritmo me parece gratificante, voy a tener una respuesta positiva”, dice, y aclara que, contrario a lo que muchos creen, no se trata simplemente de darles play a las piezas de Mozart o Bach para que alguien las escuche.
 
La música que se utilice en la terapia debe ser acorde a la que la persona suele escuchar. Ponerle a alguien amante de los vallenatos o el porro sabanero una pieza clásica, advierte, sería como una agresión y no se va a tener el efecto anhelado. Por eso la metodología depende de la persona y su entorno sociocultural y antropológico. Hay que adaptarse a sus predilecciones, así sea reguetón.
 
 
De hecho, las notas musicales son adoptadas desde antes de nacer. Según explica Barbosa Luna, los seres humanos empiezan a percibir sonidos del ambiente desde el cuarto mes de gestación, cuando se empieza a desarrollar el sentido del oído. “Se han hecho experimentos en los que se pone cierto tipo de música a un bebé, que la madre escuchaba o sonaba en el entorno antes de su nacimiento y, una vez la reconoce, se tranquiliza o empieza a buscar la fuente de donde proviene”.  En pocas palabras, son capaces de identificar la música que escuchaban desde el vientre materno.
 
En la musicoterapia se improvisa, recrea, interpreta y compone. La metodología también incluye la lectura del lenguaje corporal. Por ejemplo, en un ejercicio interpretativo la persona canta una canción que conoce y el musicoterapeuta le pide que cambie la letra, obligándola a crear un texto que, en últimas, refleja lo que sucede en su interior. O, a través de la improvisación, una persona puede dar a conocer sus estados de ánimo por la forma en que golpea un tambor.
 
Es tan grande el poder de las notas que la memoria musical, comenta la experta, es lo último que se pierde. Un paciente con alzhéimer, dice, puede recordar lo que cantaba cuando era joven. Por eso, concluye, “la música puede convertirse en una gran compañía durante la vejez”.
 
A pesar de sus bondades para la salud física y emocional, el camino por recorrer para lograr una mayor divulgación de la evidencia científica que la respalda y promover más investigaciones que sigan explorando sus efectos y usos es aún largo. Pese a estas limitantes se han podido realizar proyectos que enriquecen la bibliografía académica, como la reciente publicación Musicoterapia en los problemas psicosociales de la niñez y la juventud, editada por ambos expertos, que explora el papel de esta herramienta en cuatro países de Latinoamérica. Un esfuerzo que vale la pena promover.