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La vida sin azúcar es posible: la amarga verdad de lo dulce
El exceso del consumo azucarado es comparable al tabaco y al alcohol. Adictivo y presente en más productos que lo que realmente se sabe, lo dulce debe consumirse con precaución y conciencia.
Con un efecto adictivo hasta ocho veces superior a la cocaina y presente en una cantidad de alimentos procesados mayor de lo que realmente se sabe, el exceso de azúcar está siendo un problema intenso. Silencioso, pero igual de intenso.
El cuerpo humano requiere glucosa para obtener energía, no azúcar. La glucosa puede obtenerse de las frutas y los vegetales. No se requiere más de ocho cucharadas de té al día, el equivalente a dos frutas pequeñas.
Varios reconocidos rostros hollywoodenses encabezan una cruzada por disminuir el consumo azucarado, siguiendo los predicamentos del doctor Robert Lustig, un endocrinólogo de la Universidad de California quien a través de Youtube, primero, y de un libro -después- subraya un concepto que llama "la amarga verdad del azúcar".
El especialista compara el exceso de lo dulce con el tabaco y el alcohol. Por su experiencia en el tratamiento de la obesidad infantil, ha visto la cara desgaradable del azúcar.
Y no se queda en frases generales: "hay que ver el azúcar como algo que nos está matando", dice. Plantea que con su consumo el cuerpo engorda, aumentando las posibilidades de diabetes, hipertensión y complicaciones cardíacas. Todo ello facilitando el camino para la llegada de algunos tipos de cáncer.
La postura de los artistas hollywoodenses no se aparta de lo que también está planteando la Organización Mundial de la Salud (OMS): disminuir el consumo de monosacáridos y disacáridos, azúcares libres que se añaden a los alimentos procesados o que se agregan en recetas de restaurantes y casas.
Asimismo la OMS aconseja bajar los niveles de consumo de miel, jarabes, jugos de fruta y concentrados.
Sin embargo, como puede comprobarlo cualquier persona, la vida sin azúcar parece imposible. No por nada el director del Centro de Medicina Funcional de Cleveland Clinic, Mark Hyman, enfatiza en la prensa que el dulce elemento es ochos veces más adictiva que la cocaína.
Por ello, decidir su carencia marca reacciones casi inmediatas en el cuerpo, con síntomas parecidos a las adicciones.
El consumo de azúcar activa una zona cerebral llamada "nucleus accumbes", un verdadero centro de placer. El American Journal of Clinical Nutrition presenta un estudio reciente en el que subraya que el cuerpo es capaz de responder de manera diferente a las calorías aunque las proteínas, grasas y carbohidratos tengan el mismo sabor.
¿Qué significa eso? Que el exceso de azúcar genera sensaciones de placer químico en el organismo similares a las que originan las drogas, especialmente por la liberación de dopaminas (placer) y serotoninas (ánimo).
Una vez disfrutada esa secreción química en el interior del cuerpo es muy compleja sacársela de encima. Y es que, en todo caso, la dinámica tiene relación directa con la evolución humana.
Relacionar lo dulce con este tipo de sensaciones potenció el desarrollo energético de la especie, fue una respuesta estratégica de sobrevivencia. Pero lo que se fue descubriendo en el consumo natural, hoy alcanza niveles excesivos porque lo dulce es casi omnipresente.
Si a eso se le suman todas las complicaciones de la vida diaria moderna (estrés, presiones, ansiedades, depresiones), el plato está fácilmente servido. El consumo de azúcar es el oasis perdido.
De allí es que si bien no todos se vuelven igual de adictos, la presencia del azucar en más alimentos y productos de todas formas aumenta las posibilidades de insidir negativamente en la salud pública.
Incluso se sabe ahora que el azúcar está presente en más alimentos y productos procesados que lo realmente conocido. Eso explicaría en parte el aumento de la obesidad en casi todo el mundo.
El pan, las salsas para pastas y varios productos lácteos están siendo intervenidos con lo que los más informados llaman "el punto justo de palatilidad", es decir, el punto exacto de azúcar en que el gusto es sentido por el paladar y con ello se garantiza su consumo.
Dadas las cosas, la vida sin azúcar puede ser difícil. Pero no imposible. Los expertos subrayan que se debe buscar el equilibrio por decisión propia, no dejando que el lado amargo de lo dulce haga del azúcar un enemigo implacable.