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Los beneficios del vino explicados por la ciencia

Por Claudio Pereda Madrid | 11 Marzo, 2016 - 16:02
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En las últimas dos décadas más de una cincuentena de estudios e investigaciones han corroborado que el consumo moderado de vino tinto potencia el funcionamiento cardíaco.

Evidentemente, algo ocurría. Fueron muchos los científicos y especialistas en salud que comenzaron a profundizar en la década de los 80 sobre “la paradoja francesa”, país cuya dieta se basa por años en el consumo de alimentos altos en grasas saturadas, pero siempre exhibiendo una baja tasa de mortalidad por enfermedades coronarias.
 
Mientras en otros países ese mismo consumo alimenticio generaba una serie de problemáticas relacionadas a las funciones del corazón, los franceses gozaban de un estado rozagante. ¿Cuál era el secreto?. Se tardó, pero se encontró el motivo: el vino. 
 
En las últimas dos décadas más de una cincuentena de estudios e investigaciones han corroborado que el consumo moderado de vino tinto potencia el funcionamiento cardíaco. Y disminuye el avance de enfermedades relacionadas con la vejez.
 
 
La ciencia precisa que las moléculas bioactivas de los componentes del vino son las responsables de ese bienestar. El vino se forma principalmente de agua, etanol, glicerol, polisacáridos, diferentes tipos de ácidos y compuestos fenólicos.
 
Así, la manera en que concentran este tipo de moléculas indica cuán beneficioso es la bebida final. Depende, entonces, de la manera en que se cultiva la uva, de la región en la que se produce, la estrategia enológica y el proceso de envejecimiento.
 
Cuando todo eso se conjuga bien, los más beneficiados son los compuestos fenólicos. Estas sustancias se dividen en dos: flavonoides y no flavonoides. Entre estos últimos se encuentra el resveratrol, que es un hidrocarburo aromático altamente beneficioso para la salud humana.
 
 
Una de las mejores consecuencias que originan en el organismo es la capacidad antioxidante, es decir, que a través de la eliminación de radicales libres el cuerpo retarda la oxidación celular y, con ello, atenúa los estragos de la vejez y prolonga la expectativa de vida.
 
Otros compuestos fenólicos saludables para el organismo humano presentes en el vino son la quercetina, la miricetina y el kaempferol. Su acción y presencia son las que retardan las enfermedades cardiovasculares.
 
Las investigaciones científicas también han encontrado relación entre el consumo del vino y el retraso de arterosclerosis y males relacionados con la vejez, dato nada de menor en una población mundial que cada vez vive más años y los malos hábitos de consumo alimenticio generan una serie de males que afectan directamente su calidad vida.
 
 
Lo curioso es que mientras varias investigaciones en Europa asocian el consumo excesivo de alcohol con daño cerebral, por otra parte se comprueba que un acercamiento moderado con el vino en personas de mediana edad implica una detención del deterioro cognitivo. 
 
Es decir, la “gracia” del vino no es el alcohol, sino que sus otros componentes. Y de ahí, entonces, el papel que juegan los compuestos fenólicos. La pegunta es qué es para la ciencia un “consumo moderado” de la fermentada bebida. En simple es una o dos copas diarias. Copas normales, hasta un poco más de la mitad. 
 
Así es, entonces, cómo los científicos le dan la razón a quienes se acercan con calma a un producto tan bien recibido en las mesas y en los cuerpos de hombres y mujeres del mundo.