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¿Por qué los zapatos dicen tanto de nosotros?

Por María Pía del Bono/ Télam | 6 Junio, 2017 - 10:28
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Protagonistas de cuentos, leyendas y novelas desde la Grecia antigua, capaces de mejorar o de arruinar un atuendo, los zapatos son una pieza clave del guardarropa y dicen mucho más de nosotros de lo que imaginamos. ¿Por qué?

Nacidos entre el 8000 y 7000 A.C como bolsas de cuero con cordones para guarecer las extremidades de las inclemencias del clima, y luego devenidos sandalias en la antigua Grecia y en Egipto, donde ya tenían una significancia de estatus, el zapato disparó historias fantásticas que llegan hasta nuestros días.
 
El zapatito de cristal de la Cenicienta, de Charles Perrault, no fue el primero en irrumpir en el terreno literario, ni aquellos de las crónicas del Marqués de Sade, del francés Nicolás Edme Rétif.
 
Lo mismo que los diálogos imaginarios de las botas de las “Cartas a Louise Colet” que el escritor francés Gustave Flaubert envió a su amante, ni los zapatos embarrados que deschavaron a "Madame Bovary", su más célebre novela.           
 
Ya la poetisa Safo de Lesbos (620 AC-580 AC) y el geógrafo Estrabón (64 AC-24 DC) dieron cuenta de la historia de Ródope, una esclava griega que llegó a Egipto y vivió penurias hasta que un halcón le robó una sandalia y la dejó caer en el regazo del faraón.
 
Entonces, el faraón se obsesionó con aquella sandalia caída del cielo y comenzó a buscar a su dueña por todo Egipto, a quien finalmente encontró y desposó tras probarle el calzado y comprobar que le pertenecía.    
Pero entonces, ¿cómo es posible que ya desde aquel entonces, cuando el calzado era apenas una suela de papiro con tiras de cuero trenzado, podía despertar tanta fascinación? 
 
Para Susana Saulquin, especialista en sociología del vestir y creadora de la carrera de diseño de Indumentaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA), los zapatos “son fundamentales: nada tiene ni su trasfondo ni significancia”.
 
“Los zapatos son importantísimos, básicamente, porque es dónde te asentás, dónde estás parado. Los zapatos indican poder”, aseguró la socióloga, autora de cinco libros sobre moda, en diálogo con Télam Tendencias.
 
 
Saulquin recalca que cuando se habla del zapato tampoco se puede dejar de lado su trasfondo sexual.
 
Para empezar el zapato es “un fetiche porque es cóncavo y convexo, y es ahí donde vemos la doble condición”: mujer-hombre, o sea la cavidad interna y su opuesto, el lado externo de la curva.
 
Y claro está que el taco aguja es el mejor representante de ese fetiche. Cuando una mujer se pone tacos cambia completamente su actitud.
 
"Parece decir: ´Acá estoy yo´", apunta Saulquin. Ese cambio de actitud comienza con lo que experimenta el cuerpo cuando se sube arriba de los tacos: el hombro hacia adelante, la cadera hacia atrás y el cuerpo curvo.
 
Los zapatos despertaron también pasiones en el cine, como ocurrió en 1957 con los mocasines Ferragamo que usó  Audrey Hepburn en “Funny Face”, o con las chatitas negras con hebilla dorada diseñadas por Roger Vivier, que llevó Catherine Deneuve en "Bell de Jour", diez años después.
 
Fue justamente Ferragamo quien revolucionó el mundo del zapato poco antes de comenzar la década del ‘40 con sus plataformas, nacidas a partir de las necesidades de una Europa en crisis por la Segunda Guerra mundial.
 
“Ferragamo fue el primero en hablar de funcionalidad porque más allá de sus maravillosos diseños él buscó femineidad, pero sobretodo funcionalidad. Sus zapatos fueron un shock para Italia”, enfatizó la especialista.    
 
Hace dos años el museo Victoria & Albert de Londres les dedicó una muestra llamada “Shoes: Pleasure and Pain” (Zapatos: placer y dolor).
 
 
La exhibición se dividió entre tres temáticas: el zapato como símbolo de transformación, de estatus y de seducción.
 
Compuesta por 250 pares, la muestra fue un repaso de la historia del zapato, desde las sandalias de suela de oro de un faraón egipcio, pasando por el diminuto “zapato de loto” de las mujeres chinas cuyos pies eran vendados y masacrados para que no crecieran, hasta los vertiginosos “Angel Wing”, diseñados por  Alexander McQueen para Lady Gaga.
 
Tan importante es lo que puede decir un zapato sobre quién los usa que un par de botas pintadas por el holandés Vincent Van Gogh desató un debate filosófico todavía vigente.     
 
Una de las reseñas de la exhibición londinense recordaba que los tacos altos eran símbolo de estatus porque quienes los llevaban no necesitaban hacer casi nada, ya que  tenían sirvientes para todo tipo de trabajo.        
 
Eso mismo era lo que ocurría con los "pies de loto", la práctica de vendar los pies a las niñas de familias ricas chinas para evitar que crecieran más allá de la palma de la mano.
 
Los pequeños pasos, el oscilante y frágil andar, provocado en realidad por la casi amputación  de los miembros inferiores, era justamente lo que generaba admiración de los pies de loto, cuyos mejores exponentes eran de apenas siete centímetros.
 
Si bien la comparación es exagerada en pleno siglo XXI y no refleja el padecimiento de las mujeres chinas hasta hace menos de 60 años, hoy por hoy algunos zapatos altos causan vértigo y hasta dolor con sólo mirarlos.
 
Entre ellos, los del afamado diseñador francés Christian Loubutin con su característica suela roja.
 
 
"La gente dice que soy el rey de los zapatos dolorosos. No es que quiero que duelan pero no es mi trabajo crear zapatos cómodos. Mi prioridad es el diseño, la belleza y lo sexy. No estoy en contra del confort pero no es mi objetivo",  admitió con sinceridad brutal el francés, cuyos diseños más económicos no bajan de 900 dólares.
 
Saulquin apunta que zapatos como los del diseñador francés o los del español Manolo Blanhnik  son responsables de los que hoy en día vemos en la calle: diseños exagerademente grandes y toscos.
 
"Hoy estamos frente a una reacción al tipo de zapatos que yo llamo de ´limousine´. A esos que usaba Sarah Jessica Parker (Carrie) en Sex and the City". 
 
La socióloga se refiere a los zapatos de Blanhnik, bautizados en la serie e inmortalizados como los "Manolo´s", el objeto más deseado de la famosa serie estadounidense.
 
"Son zapatos poco creíbles para caminar por las calles de Nueva York. Una mujer con esos zapatos no puede caminar nada, no puede hacer nada y mucho menos correr como la veíamos a Carrie", comenta.
 
Fue después del año 1500 -cuando faltaba mucho aún para que se diferenciaran los pares en derecho e izquierdo- que el diseño del zapato comenzaría a tomar relevancia, hasta llegar a convertirse en objeto del deseo.
 
Así queda evidenciado en las crónicas de la Francia de Luis XVI, cuya esposa, María Antonieta, tenía  entre sus  obsesiones la de los zapatos: recibía cuatro pares por semana.                         
 
De hecho, la escritora mexicana Margo Glantz escribió -en base a un artículo del Times de 1989- que "el zapato que la infortunada reina dejó caer al montar al patíbulo" fue el objeto más visitado de una exposición especial el museo de Caen, en Normandía, durante una exhibición especial.
 
Catalina de Medici, quien reinó Francia entre 1947 y 1959 aunque su poder real siguió hasta 1574, también profesaba amor por los zapatos aunque en su caso la obsesión pasaba por el taco alto de su calzado.
 
Fue por eso que, cuando dejó Italia para ir a Francia a casarse con el Duque de Orleans, la florentina no dudó en llevarse a su zapatero personal para que siguiera confeccionándole el calzado que la convertía en una reina con altura.     
 
“Los zapatos son uno de los aspectos más reveladores de la vestimenta. Objetos hermosos, esculturales, y también poderosos indicadores del estatus de género, la identidad, el gusto e incluso la preferencia sexual. Nuestra elección de zapatos también puede ayudar a proteger la persona que queremos ser”, resumió Helen Persson curadora de la muestra del Victoria & Albert.