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Una década sin Marlon Brando

Por Isabel Reviejo García | 26 Junio, 2014 - 16:58
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Polémico y brillante a partes iguales, Marlon Brando dejó a su muerte, hace diez años, una herencia de fantásticas interpretaciones y una vida plena de amores, hijos y escándalos. Pero por encima de todo, será para siempre Vito Corleone, el 'padrino'.

Es una de las escenas más estereotipadas de los Premios Oscar: se escucha el nombre del galardonado y este sube al escenario, sonriente, para recibir la estatuilla y comentar en muchos casos: "¡pesa más de lo que imaginaba!". Puede que esta sea una de las pocas situaciones convencionales que vivió Marlon Brando en el mundo del cine, cuando recogió el Oscar al Mejor actor en 1955 de manos de Bette Davis por "On the waterfront". Porque la vida del actor fue de todo menos convencional.

Ya ha pasado una década desde que Brando falleciera en Los Ángeles (California), el 1 de julio de 2004 a los 80 años, debido a un problema respiratorio. El que para muchos era "el mejor actor del mundo" dejaba atrás no solo una memorable galería de personajes, entre los que destaca el más famoso de todos los tiempos, Vito Corleone.

También quedaba la imagen de una estrella que se salía de los cánones marcados por Hollywood.

Inicios prometedores

Seguidor y uno de los principales estandartes del "método", del que bebió gracias a su profesora Stella Adler, Brando demostró desde el principio su capacidad para sumergirse a fondo en sus roles.

Debutó en el cine con "The men" (1950), con un papel de parapléjico para el que se preparó estando un tiempo sin desprenderse de una silla de ruedas.

Apenas un año después, con su segunda película, "A streetcar named desire", que antes había interpretado sobre las tablas, este actor nacido en Omaha (Nebraska, Estados Unidos) se convirtió en un símbolo sexual y una promesa del séptimo arte.

El texto de Tennessee Williams, dirigido por Elia Kazan, le aportó algunas de sus primeras escenas memorables, a las que seguirían muchas otras.

Su Zapata ("Viva Zapata!") -que le valió el reconocimiento en el Festival de Cannes-, Marco Antonio ("Julius Caesar") y Johnny Strabler ("The wild one") fueron las máscaras bajo las cuales Brando vivió su mejor etapa, rematada por "On the waterfront" con el que por fin, después de tres nominaciones, llegó el Premio de la Academia de Hollywood.

Y llegó Don Vito

Tras el Óscar, la carrera del actor empezó a sufrir altibajos, ya que Brando, como hizo hasta el final de su trayectoria, no dudaba en compaginar las películas que eran de su agrado con otras en las que la principal motivación era el dinero.

También hizo una incursión en el mundo de la dirección, cuando sustituyó a Stanley Kubrick en "One-Eyed Jacks" (1961). Pero llegó el año 1972, y con él, el papel por el que bordó definitivamente con letras de oro su nombre en el mundo cinematográfico.

Un insistente Francis Ford Coppola, empeñado en conseguir a Brando como protagonista, puso en sus manos el libreto de "The Godfather" y con él, la oportunidad uno de los mejores papeles de su vida.

Según desveló poco después de su muerte la revista estadounidense Vanity Fair, la primera reacción del actor al saber que le proponían el papel de Vito Corleone fue decir "no", en un empeño de "no glorificar a la mafia". Finalmente, bajo una capa de maquillaje que le daba un aspecto más envejecido, un cuidado lenguaje gestual y una voz modulada a la perfección, Don Vito conseguía atrapar todas las miradas.

El segundo Óscar no se hizo esperar. Pero en esta ocasión, no fue a recoger el premio, sino que fue la actriz Sacheen Littlefeather quien rechazó el galardón en su nombre. Con ello, Brando quería protestar contra la industria del cine y su tratamiento a los indios y otras minorías étnicas, basado en clichés.

El destino aún le deparaba dos trabajos por los que también será recordado, "Ultimo tango a Parigi" (1972), de Bernardo Bertolucci, y "Apocalypse now" (1979), de nuevo con Coppola. Pero sus papeles restantes, que pasaron a un más que discreto segundo plano, palidecían al lado de sus brillantes antecendentes. "The score" (2001), en la que trabajó con Robert De Niro, fue la película con la que cerró su filmografía.

Polémico dentro y fuera del plató 

La vida privada de Brando estuvo muy lejos de ser tranquila. Se casó tres veces, con Anna Kashfi, Movita Castaneda y Tarita Teriipia.

Matrimonios que acabaron con anulación o divorcio y con los que tuvo cinco de sus hijos.

De su relación con su ama de llaves, Maria Christina Ruiz, nacieron tres hijos más, a los que se suman los adoptados y algunos ilegítimos.

Su descendencia hizo que pasara uno de los tragos más duros de su vida, cuando uno de sus hijos, Christian, fue acusado de matar a la pareja de su hermanastra Cheyenne, quien más tarde acabó suicidándose.

Estas experiencias personales quedaron fuera en su autobiografía, "Songs my mother taught me", que publicó en 1994 junto al periodista Robert Lindsey.

En ella habló de su dura infancia y la relación que tuvo con sus padres, que marcaron su forma de ser al convertirse en adulto.

La presencia de Brando también supuso frecuentemente una penitencia para sus compañeros de rodaje, ya que a medida que pasaban los años, se iba haciendo más difícil trabajar con él.

El actor tuvo sus diferencias con Sophia Loren en la grabación de "A countess from Hong Kong" (1967), de Charles Chaplin, y con el cineasta responsable de "Queimada" (1969), Gillo Pontecorvo.

Otro ejemplo fue el rodaje de "Apocalypse now", en el que apareció con una nula preparación y bastantes kilos de más, lo que obligó a tomar planos que disimularan su complexión.

Por otra parte, en "The score" se refería al director, Frank Ozz, como "Miss Peggy", por haber dado voz a algunos personajes de "The Muppets", e incluso llegó a hacer que saliera del plató cuando rodaba.

Actor y todo un carácter

Pero más allá de los escándalos, si por algo destaca la figura de Brando es por su peculiar carácter, que lo mantuvo alejado de la superficialidad de la industria, que tanto odiaba, y que le hizo pasar sus últimos años casi aislado. La distancia la marcó también físicamente, y llegó a comprar una isla en Tahití, donde decía haber encontrado la paz.

Era poco amigo de las entrevistas, pero no fueron pocos los que intentaron desentrañar su compleja personalidad a través de sus palabras.

En 1957, cuando trabajaba en el rodaje de "Sayonara", el director Joshua Logan le advirtió que tuviera cuidado con no quedarse a solas con Truman Capote, quien buscaba escribir un artículo sobre él. Brando no le escuchó y un tiempo después salió a la luz en The New Yorker "The duke in his domain", pieza que no fue del agrado del actor, y en la que reconocía que su vida era un "caos" desde hacía unos años.

"He considerado seriamente dejar el negocio (...) ¿Cuál es el objetivo de ser un actor de éxito, si no lleva a nada?", reflexionaba, como tantas veces hizo, aportando su visión sobre el oficio.

Para él, la interpretación era sinónimo de "mecanismo de supervivencia". Así lo afirmaba en "The Dick Cavett Show" en 1972.

"Todo el mundo", según decía Brando, "es un actor", una idea que volvió a plasmar en sus encuentros con Lawrence Grobel, el periodista de Playboy que pasó diez días con él en su isla y que publicó "Conversations with Marlon Brando".

"Todos hemos pasado momentos en los que sentimos una cosa y no la demostramos. Eso es actuar", defendía delante del periodista. No entendía, entonces, por qué el oficio interpretativo deslumbra tanto. Tras su fallecimiento, Coppola dijo que Brando habría odiado "que todo el mundo comentara su muerte".

* Reportaje EFE