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Vincent Parachini, gerente general de BIC Chile: “Una carta de amor sigue siendo insuperable frente la frialdad de un e-mail”

Por Claudio Pereda Madrid | 27 Agosto, 2014 - 19:23
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Para los fabricantes del clásico lápiz BIC la escritura sigue siendo el mayor signo de las personas: “se es lo que se escribe”, dicen. Y en ese predicamento, creen que la tecnología aún no es capaz de expresar la complejidad del ser humano.

“El lápiz BIC es la única expresión del socialismo que se ha llevado a cabo”, dijo alguna vez el reconocido escritor italiano Umberto Eco.

La frase, sarcástica hasta los huesos, permite dar cuenta del alcance que ha logrado en poco más de medio siglo en el imaginario masivo la presencia de un tubo de resina transparente, armado de un sistema de plástico que guarda y distribuye tinta a una punta en la que una bolilla -perfectamente esférica- permite lograr lo mismo que se viene haciendo desde los primeros registros de la cueva de Altamira: escribir.

El centenario del nacimiento de Marcel Bich, el francés que inventó el clásico lápiz BIC, sorprende a la empresa multinacional llevando a cabo los mismos patrones conceptuales de su fundador: respuestas funcionales a desafíos cotidianos. Al aporte del lápiz, hoy la compañía suma exitosos productos como encendedores portátiles y máquinas de afeitar desechables, además de servicios como regalos publicitarios.

La base se mantiene intacta

Diariamente se venden en el mundo 25 millones de artículos de librería de la marca, once millones de afeitadoras y cuatro millones de encendores. Acaban de presentar la versión número 12 del clásico lápiz que -a todas sus características básicas- suma un puntero plástico para usar en cualquier pantalla touch, el primer modelo de afeitadora recargable y una positiva gestión en artículos de marketing.

Vincent Parachini, gerente general de BIC Chile, señala que la clave del éxito está en no perder el foco de lo que ha sido la filosofía administrativa: “Marcel Bich no buscó satisfacer una aspiración, generó soluciones para problemas cotidianos. Entregó respuestas funcionales a requerimientos permanentes, buscando siempre la simplicidad”.

Pero esa simplicidad es aparente. Para crear un lápiz capaz de escribir más de dos kilómetros garantizados se requiere una tecnología innovadora que necesita la perfección en todas sus fases.

Para que la bolilla que distribuye la tinta sea una esfera exacta, se requiere un proceso que implica un disco de casi un metro de diámetro que va perfilando la redondez de cada una de ellas. Si una no cumple el requisito, el sistema la regresa al comienzo del proceso hasta que salga cien por ciento esférica.

La hoja de afeitar de BIC es el artículo manufacturado más preciso de la industria, semejante al más pequeño transistor de celular o laptop, hecho -además- en medio de una cadena productiva que corre a 50 kilómetros por hora.

“Marcel Bich era un ingeniero inventivo y pragmático, los puntos centrales de sus productos no están en satisfacer una aspiración, sino que solucionar un problema real. Es esencialmente funcional. Generó un aporte a la vida cotidiana, con el máximo de confiabilidad y alcance, es decir, a la simplicidad de uso, insistió en una distribución masiva, a un valor económico accesible en el precio. Su idea siempre fue simplificar la vida”, explica Parachini.

Y subraya: “Con todo el riesgo que implica, el encendedor BIC es una fórmula muy segura. La máquina desechable de afeitar solucionó un problema muy complejo de los años 70, cuando cambiar una hoja con filo implicaba serios riesgos de corte. Lo bueno es que los diseños no han variado sustancialmente. Se van adecuando, pero su base se mantiene intacta”.

La tecnología no da todas las respuestas

El diseño es, sin duda, otro de los secretos en el éxito de BIC. El ejecutivo explica que Bich no quería que el consumidor se diera cuenta de la dificultad que implicaba desarrollar los productos. Buscaba que la facilidad en el uso fuera el tema primordial. Y que eso hablara por sí mismo como la mejor publicidad.

“Antes de que se hablara de ergonomía y de marketing, él tuvo la capacidad de hacer uso de ambos conceptos. Se ha trabajado siempre con expertos para que el acercamiento físico a los productos sea efectivo y natural. El encendedor de bolsillo, por ejemplo, es oval para un agarre perfecto, idea a la que llegó luego de investigar mucho. Y el punto de que el lápiz fuera transparente buscó entregarle una información honesta al usuario de cuánta tinta le quedaba. Se ven productos simples, pero implican mucha complejidad”, indica Parachini.

En medio de un mundo complejo y tecnologizado, en el que existen más de 6.000 millones de celulares y una cifra similar de aparatos como tablets y computadores, puede pensarse que el futuro de la escritura no circula por la vía del lápiz. Sin embargo, no es lo que piensan en BIC. El gerente general de la empresa en Chile explica que los datos con los que cuentan entregan una mirada distinta: la gente no deja de usar lápices, por mucha tecnología que exista.

Si se considera que el uso de este producto ha sido una herramienta poderosa en el desarrollo de la educación y la alfabetización, Parachini observa el vaso medio lleno: de las 200 millones de personas que habían en 1950 para ser educadas hoy son más de 2.000 millones. “Está comprobado por docentes, sociólogos y psicólogos que la escritura juega un rol esencial en el aprendizaje de los niños, en su capacidad de retención de lectura y el desarrollo psicomotor y de racionalidad”, señala el ejecutivo.

Argumenta que aún la tecnología no da todas las respuestas. “Los datos nos indican que el desarrollo tecnológico no es capaz de comunicar todas las esencialidades de las personas, una carta de amor escrita a mano -por ejemplo- aún no es superada completamente por la frialdad de un e-mail. Definitivamente eres lo que escribes”, apunta.

Problemas complejos, respuestas simples

En sus 23 fábricas distribuidas en el mundo, cuatro de las cuales se ubican en América Latina (dos en Brasil, una en México y otra en Ecuador), BIC sigue buscando ese encanto que las personas descubieron en las cuevas de Altamira.

En Francia, por ejemplo, la empresa desarrolla una solución global para colegios en la que se mezcla tecnología y manualidad. Escritura 3.0 es un proyecto que apoya con harramientas modernas el desarrollo psicomotor a través de tablets manejadas con punteros y que, vía software, permiten que los profesores lleven adelante clases de caligrafía. “Todo en un ambiente tecnológico controlado por el docente y no invasivo para los menores”, comenta Parachini.

En América Latina, BIC lleva adelante procesos innovadores surgidos en la región, como la línea KIDS que busca facilitar en los niños el paso del lápiz mina al lápiz pasta, con productos ergonómicos pensados desde un uso docente y educativo.

Se llevan adelante también lápices de colores hechos con resinas recicladas, que reemplazan a los de madera, evitando los riesgos al no astillarse y potenciando la vida útil porque las minas interiores están fuertemente adheridas y no se quiebran.

Para Vicente Parachini las cosas siguen un curso claro: “Entre mayor movilidad y entre más interacciones existan entre las personas, los lápices, encendedores y máquinas de afeitar se van a seguir usando. Nuestros datos indican que las ventan no cambian en países con amplio acceso tecnológico. Para nosotros, la solución a un problema cotidiano sigue siendo una respuesta complejamente desarrollada, pero presentada de manera simple. Esa es nuestra filosofía”.