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Zanahoria, el filme de Enrique Buchichio sobre crímenes en la dictadura uruguaya

Por El Observador | 9 Septiembre, 2014 - 17:57
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No se develará el argumento ahora, pero la historia se centra en un misterioso informante militar que se comunica con dos periodistas para pasarles información fundamental sobre crímenes ocurridos al final de la dictadura.

Son días de ansiedad y emoción para el director de cine uruguayo Enrique Buchichio. Este jueves se estrena en salas comerciales su segundo largometraje, titulado Zanahoria, sobre una anécdota que surgió desde la redacción del semanario Voces hace exactamente una década. No se develará el argumento ahora, pero la historia se centra en un misterioso informante militar que se comunica con dos periodistas para pasarles información fundamental sobre crímenes ocurridos al final de la dictadura.

Buchichio, de 41 años, quien había debutado en 2009 con el largo El cuarto de Leo, tiene una vinculación directa con el cine, tanto desde la producción como desde la docencia, ya que es el actual director de la Escuela de Cine del Uruguay de Cinemateca Uruguaya.

- ¿Cuándo tomó contacto por primera vez con la historia de Zanahoria?

- Fue a comienzos de 2005, cuando leí por primera vez la crónica escrita por Jorge Lauro en el semanario Voces. Fue de casualidad, porque yo no era lector de Voces, y me atrapó por completo. Lo suficiente como para interesarme, al poco tiempo, en adaptar esa nota a guión cinematográfico.

- ¿Cuánto de la anécdota real se mantiene?

- La columna vertebral de la anécdota, es decir, la sucesión de acontecimientos, se mantiene. También se mantiene el contexto (la campaña electoral de 2004), y los nombres de los protagonistas (Alfredo García y Jorge Lauro). Claro que, en función de la ficción, me tomé varias libertades. Agregué escenas, saqué otras, modifiqué varias. Me tomé muchas libertades con los personajes, tanto con los periodistas como con el informante.

- ¿Cuánto se involucraron los protagonistas reales en la elaboración de la película?

- Alfredo y Jorge fueron, por razones obvias, la principal fuente de información, algo así como los asesores de la trama. Sobre todo contándome mucho que no habían publicado en aquella crónica periodística. Y colaboraron mucho asesorando sobre elementos de arte y de ambientación del semanario, si bien el semanario que se ve en la película también es una construcción cinematográfica y no una reproducción de lo que era la redacción de Voces en aquel momento.

- ¿Por qué contar esta historia?

- Me resulta una historia sumamente atractiva por varios motivos: como argumento cinematográfico, el vínculo entre dos periodistas disímiles con un informante misterioso cuyas motivaciones no quedan del todo claras, me parece que ofrecía muchas posibilidades. Entre ellas la de permitir jugar con elementos del cine de género -el thriller, concretamente- que es algo que disfruto mucho como espectador y que me daban ganas de experimentar como director. Además, era una historia que me permitía abordar algunas cuestiones que me interesan: el rol de la prensa en la construcción de la memoria histórica de un país, de una sociedad; una mirada si se quiere diferente, no habitual, sobre la herencia del pasado reciente, concretamente, de la dictadura, y de cómo las heridas siguen abiertas y van a seguir abiertas en tanto no se encuentren respuestas, no se aclaren los misterios, las dudas. Pero más que nada porque me parecía una historia apasionante.

- ¿Qué evolución encuentra entre esta y su primera película?

- No puedo ser muy objetivo al respecto, me cuesta mirar desde afuera la evolución entre las dos películas. Sí puedo decir que me propuse dar un salto como narrador, lograr una película más redonda, más sólida; si bien estoy muy orgulloso de El cuarto de Leo, considero que tiene las imperfecciones propias de una ópera prima. Seguramente Zanahoria también tiene imperfecciones (no sé si existe la película perfecta), pero la siento más sólida, más rigurosa en muchos sentidos, además de que escapa al ámbito íntimo y de cierto “confort” que permite el contar una historia intimista, con un protagonista casi absoluto, para atreverse a abordar temáticas más complejas, incluso más polémicas.  

- ¿Cuánto peso tiene el estrenar esta película, que remite al histórico triunfo electoral del Frente Amplio en 2004, apenas a meses de las elecciones y repitiendo algunos actores políticos?

- La idea de estrenar en plena campaña electoral tiene que ver con el hecho de generar un cruce entre aquella campaña histórica y esta otra, que tiene al mismo candidato de izquierda pero que es muy diferente en muchos sentidos. Además de que se cumplen 10 años de los acontecimientos que inspiran la película. Pienso que es un contexto mucho más interesante para estrenarla, pero aspiro a que la película funcione más allá de la campaña política, de hecho creo que el contexto político da un marco y potencia en cierto modo la historia, pero no es excluyente para entenderla ni para engancharse con ella.

- Con el estreno de la película Mr Kaplan y el próximo estreno del filme de terror Dios Local, ¿piensa que hay una movida actual de cine de género en Uruguay?

- Es posible. En todo caso creo que se está dando una apertura hacia otros géneros y otras formas de contar historias hasta ahora no demasiado transitadas, y eso responde a la diversidad del cine uruguayo, a que en la medida en que hay más apoyos, más producción y más gente haciendo cine se amplían las posibilidades, las inquietudes y las propuestas. Y esto es lo mejor que le puede pasar a cualquier cine.

* Fotografía principal El Observador