Reseña

"Mad Men": el fin de una era, el principio de otra

Por El Observador / Lifestyle |  20 Mayo, 2015 - 09:05
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La serie concluyó luego de siete temporadas donde se recorrió la década de 1960 y logró dar un buen cierre a su conflictuado y perdido protagonista.

Así como "The Sopranos" y "Breaking Bad", "Mad Men" fue una serie dramática que había que mirar con detenimiento. Cada detalle escondido en la escenografía, cada referencia musical o simbolismos ocultos en los libros leídos por los personajes daban posibles pistas sobre el final.

Pero al estar basada ligeramente en hechos reales, "Mad Men" tenía el plus de involucrar sucesos en su trama, desde el asesinato de JFK a la llegada a la Luna, los asesinatos de Charles Manson y el estreno de El planeta de los simios. Todos fueron aspectos que sirvieron para elaborar teorías locas que alimentaron a los sitios de noticias y foros de fanáticos durante temporadas. Sin embargo, su final no tuvo nada que ver con su icónica presentación: un hombre cayendo desde las alturas de un edificio. La serie hizo algo mejor, que fue resolver el conflicto interior de su protagonista.

"Mad Men" terminó el lunes con el último capítulo de siete temporadas transmitidas por HBO. La premisa básica tenía como protagonistas a un grupo de publicistas mientras atravesaban la década del 1960. Pero se trataba de mucho más que eso.

Matthew Weiner, que también escribió una decena de episodios de "The Sopranos", ideó a "Mad Men" como una serie con personajes que intentan cambiar, para encontrarse nuevamente en el mismo lugar. Así conseguía hablar de una década repleta de cambios sociales que todavía se ven al día de hoy, evidenciar comportamientos repetitivos y autodestructivos, la discriminación y sexismo, la búsqueda de la felicidad y la angustia existencial.

Donald Draper (Jon Hamm)era un hombre metido en la piel de otro. Y su yo interno siempre estuvo en disonancia con su exterior impoluto. Su necesidad de ser amado chocaba con su incapacidad de mantener un matrimonio fiel. Su infancia real, bajo el nombre Dick Whitman, marcada por la muerte de su madre y estar sumido en la pobreza tras vivir en un burdel, no lo hizo necesariamente un buen padre para sus tres hijos. Don Draper era una mala persona, pero también alguien profundamente afectado. Tras una década plagada de encuentros casuales, mentiras y decepciones, encuentra la paz y logra unir sus dos yo, para luego volver a hacer lo que hace bien: publicidad.

Weiner intentó con unos muy pocos errores, mantener la fidelidad visual y las publicidades fueron uno de estos aspectos. De hecho fue Coca-Cola el gran hilo conductor que unió la primera temporada con la última escena de esta serie.

La marca de bebidas aparece desde el primer año como la gran cuenta con la cual la agencia McCann Erickson intenta conquistar a Draper. Al final, parte de su empresa SC&P termina siendo absorbida por McCann, pero Draper se escapa de su rutina y de Nueva York, en parte en busca de la felicidad real, en parte como huida de su propio papel de “publicista exitoso”.

Se va a California, donde solía vivir la fallecida Ana Draper, esposa del Don Draper real y con la cual podía sacarse la máscara. Allí, como en otras ocasiones, se da de cara contra los hippies y la contracultura de los ahora 1970. Y en un retiro espiritual de yoga y cursos con nombres como “Divorcio: una experiencia creativa” es donde encuentra su “nuevo día, nuevas ideas, nuevo yo”, como dice el maestro yogui.

Su nuevo yo es él mismo, sin la valija pesada de sus errores y su pasado. Su nueva idea es una publicidad para Coca Cola que se transformó en un tema icónico tanto en Estados Unidos como Inglaterra, donde un conjunto de jóvenes de todas las razas cantan sobre el amor, la paz y, por supuesto, tomarse una Coca. Los años 1960 fueron una década de cambios, pero también de aprender a cómo comercializarlos. Durante 7 años, Don Draper los personificó.

Las mujeres de Mad Men

En la agencia

El final de temporada fue especialmente benevolente para dos de los personajes favoritos de la serie: Peggy Olson (Elisabeth Moss) y Joan Harris (Christina Hendricks). Ambas representaron los cambios tanto en la sexualidad femenina como en la discriminación en el trabajo y salieron airosas: la primera haciendo lo que sabe hacer, ahora con un colega como pareja, mientras que la otra transformada en su propia jefa.

En la casa

No se puede decir lo mismo de la exesposa de Draper, Betty Francis (January Jones), que contrae cáncer de pulmón terminal y decide dejarse morir sin tratamiento. Su hija Sally (Kiernan Shipka), que dejaba en evidencia su propia madurez frente a la de sus padres, resulta nuevamente la voz de la razón ante la arbitrariedad de sus padres.