Reseña

"Magia a la luz de la luna", optimismo con encanto vintage

Por Fernanda Muslera |  15 Octubre, 2014 - 10:55
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"Magia a la luz de la luna", de Woody Allen, no alcanza el logro de otras películas recientes del director, pero tiene aspectos interesantes y una gran actuación de Colin Firth.

Woody Allen es un cineasta no solo prolífico sino recurrente. En las 43 películas que realizó en sus 78 años de vida ha vuelto a los temas que lo obsesionan una y otra vez. A su vez, el público aficionado a sus largometrajes es consciente de esto, pero vuelve a su cine una vez por año, el ritmo que el director neoyorquino lleva desde 1982.

En ese extenso listado, "Magia a la luz de la luna", su última cinta, está lejos de los mayores logros que Allen consiguió en los años recientes, como "Match Point", "Blue Jasmine" y "Medianoche en París". Pero también se separa de fiascos como "Scoop", "Vicky Cristina Barcelona" o "A Roma con amor".

A nivel argumental, la cinta no tiene muchas pretensiones, como es lógico para alguien que reconoce –como muestra el documental filmado por Robert Weide sobre el cineasta– que escribe y filma sin obsesionarse por la perfección. Pero, a la vez, cualquier película de medio pelo de Allen posee algo que la hace especial: una línea de diálogo, una idea, una interpretación notable. Aunque no alcance la profundidad de "Blue Jasmine", su cinta anterior, y seguramente no entre en el top ten de largometrajes del realizador, "Magia a la luz de la luna" tiene ese algo.

La película se centra en el exitoso mago inglés Stanley Crawford (Colin Firth), que es convocado por un colega para desenmascarar a Sophie Baker (Emma Stone), una médium estadounidense que tiene seducida a una familia millonaria de la Riviera francesa. Inspirado en Harry Houdini, quien además de dedicarse a la magia también gustaba de desbaratar a falsos espiritistas, el personaje de Firth es, a la vez, otro de los álter ego de Allen: racional y no creyente, verborrágico, amargado y cínico. No obstante, a medida que le es imposible probar que Sophie miente, Stanley comienza a vivir de una forma mucho más feliz y a encontrar el encanto presente en cada momento.

Ambientada en los locos años de 1920, en el período de entreguerras, la cinta es muy potente desde su estética, por su vestuario a lo "El gran Gatsby" y especialmente por la fotografía de Darius Khondji, que subraya la atmósfera mágica (de hecho hay numerosas escenas en las que el fondo se ve borroso, cual pintura impresionista). El realizador francés-iraní, con una vasta trayectoria en filmes como "Delicatessen y Amour", realiza con Allen su tercera cinta, tras "Medianoche en París" y "A Roma con amor", y estará además en el próximo proyecto del director. Stone también participará junto a Joaquin Phoenix del siguiente filme de "Allen", del que de momento se desconoce el argumento.

La película, no obstante, es una comedia romántica bastante previsible y centrada en Firth, con un elenco de secundarios que están allí para desarrollar la historia pero carecen de pertinencia (como sucede, por ejemplo, con los personajes de Marcia Gay Harden, totalmente desperdiciada, Jacki Weaver o Hamish Linklater). Por otro lado, si bien ambos protagonistas realizan buenas interpretaciones, la química entre ambos no es uno de los fuertes de la cinta, en la que también hace cierto ruido la diferencia de tres décadas que se lleva la pareja.

Lo más valorable del filme surge de la interpretación de Firth, imbatible en los roles a lo Mr. Darcy, que se mueve plácidamente en un personaje que mezcla la torpeza elegante del galán de Jane Austen y el álter ego de Allen. Las escenas en las que intenta expresar afecto son hilarantes.

Pero lo que termina por hacer interesante a la cinta, es, en definitiva, que en esa lucha entre la magia y realismo, la película de Allen se plantea como una mirada más luminosa de la que el realizador de Manhattan nos tiene acostumbrados. Es una buena conclusión para una persona que está en el final de su vida, si es que se puede afirmar esto de alguien con su vitalidad y con un padre fallecido a los 100 años.

“El pez no entiende quién le cambia el agua a la pecera”, se dice en un momento en la película. Y, pese a que resulta claro que Allen todavía no ha podido responder a las preguntas que se hace desde hace décadas, parece reconciliado con la idea de que la magia es necesaria para vivir.

* Nota ElObservador