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Centro cultural en antigua planta de aguas servidas obtiene máximo premio en bienal mexicana

Por Excelsior | 18 Noviembre, 2014 - 16:18
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"Trabajar este proyecto es emocionante por cómo la gente se ha apropiado de él. No es la técnica, el material o el diseño, sino la utilidad social”, subraya el arquitecto Ricardo Agraz, uno de los responsables.

Desde hacía una década en el barrio Santa Fe, en el municipio conurbado de Tlajomulco, en el estado mexicano de Guadalajara, había una planta de tratamiento de aguas servidas en total abandono. El espacio de 500 metros cuadrados de superficie techada que en el área superior era utilizada como una plaza pública, no podía desperdiciarse, pero el reto era en qué convertirlo.

El proyecto de remodelación cayó en manos del arquitecto Ricardo Agraz y en marzo del 2013 se convirtió en un Centro Cultural y Deportivo. Hoy el proyecto arquitectónico Planta en Tlajomulco ganó la medalla de oro en la Bienal Nacional de Arquitectura.

El mayor desafío para los arquitectos fue “qué hacer con una estructura abandonada y además pestilente, echándose a perder quien sabe cuántos años. Es un proyecto único, tan fuera de lo común y que nos tocó plantear desde qué hacíamos con la planta de tratamiento que estaba ahí, que jamás funcionó. La planta quedó inserta en un centro deportivo en un barrio muy denso, donde hay mucha vivienda", recuerda el arquitecto Ricardo Agraz.

El problema más serio era que costaba más demolerla que hacer algo, entonces surgió la idea de ponerle una cubierta y usar la parte baja como salones. De allí se acordó generar un lugar donde se hicieran eventos deportivos o sociales, llegando de manera natural a convertirse en centro cultural.

Las celdas subterráneas de almacenamiento de agua hoy son utilizadas como salones de música, danza, gimnasia, teatro, pintura y deportes. Cientos de niños y adolescentes de escasos recursos económicos se benefician de los talleres impartidos de forma gratuita.

El Centro Cultural y Deportivo La Planta es uno de los más socorridos en la zona metropolitana, “rompiendo así prejuicios de que en zonas con pobreza no debería haber cultura, al contrario. El éxito del proyecto no lo hacen los arquitectos, lo hace la gente, en el momento en que se terminan las instalaciones y quedan los salones de inmediato se apropia una escuela de gimnasia olímpica, una persona que toca en la Filarmónica se puso a dar clases de violín en su barrio, los niños van a clases de futbol y las mamás que llevan a sus hijos toman clases de zumba", comenta Agraz.

"Trabajar este proyecto es emocionante por cómo la gente se ha apropiado de él. Aquí no es la técnica, el material o el diseño sino la utilidad social. El día que vimos a las niñitas en sus clases de gimnasia se nos erizó la piel. La gente se lo apropió. Hoy pareciera que siempre fue proyectado como centro cultural”, subraya el arquitecto.