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Ernesto Mosso, el alquimista

Por Claudio Pereda Madrid | 5 Junio, 2014 - 18:24
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La exitosa actividad como diseñador y fabricante de joyas del argentino Ernesto Mosso cumple 25 años. A su juicio, el secreto se basa en ir más allá de hacer una pieza y facturarla. "La base de nuestro servicio es un asesoriamiento estético y artístico".

Destinado a desarrollarse en el mundo de la abogacía, proveniente de una familia de alta raigambre leguleya en Argentina, el camino de Ernesto Mosso se direccionaba a la judicatura, a una oficina de abogados, a los códigos.

Pero se encontró con el arte. O más bien, fue una puerta que se volvió a abrir. El padre de quien luego fuera su esposa lo invitó a formar parte del mundo de las antigüedades. Y lo que pensó que iba a ser algo momentáneo y esporádico, comenzó a convertrise en el sentido de vida. Del arte llegó a la estética y de la estética al diseño.

Negociaciones, viajes y mucho aprendizaje de la historia despertaron en el abogado en ciernes al artista de la adolescencia. Era algo que circulaba por ahí, un poco escondido. Mosso dibuja y pinta desde pequeño, admiró el diseño desde siempre, se armaba pantalones, admiraba los autos clásicos, pensó -incluso- en ser arquitecto. Pero todo eso un buen día se encaminó hacia el diseño de joyas.

"Tengo mucha necesidad por la belleza, admiro las cosas bien hechas y a través del dibujo encontré una forma de catalizar lo que no había podido desarrollar seriamente en pequeñas incursiones en la pintura cuando adolescente, por esta vía descubrí la potencia de todo eso, más que comprar y vender", cuenta Mosso.

Su relación con Chile proviene desde cuando comercializaba antigüedades. Eso le sirvió para hacerse un cirtuito de clientes y provedores. Con el olfato que le dieron sus tiempos de estudiante de ciencias de la economía, descubrió que en Chile se empezaba a conformar un mercado. Y pensó que no era mala idea instalar en Santiago el centro de operaciones hacia la región.

Una clienta chilena, en esos primeros años situados a comienzos de la década de los 90, le pidió a Mosso hacer una réplica de una valiosa pieza de antigüedad. La solicitud le molestó en primer momento ("no me dedico a eso, nunca lo he hecho", subraya), pero luego le dio algunas vueltas. Contactó a unos joyeros italianos y argentinos en Buenos Aires, dueños de una mano de obra calificadísima, que le permitieron recrear lo solicitado.

A base de unos dibujos hechos por el propio Mosso, la réplica del colgante que pidió la clienta se convirtió en una pieza de arte en sí misma. Los joyeros trabajaron con las mismas herrmaientas de la época de la pieza original y el resultado no sólo impactó gratamente en la clienta, sino que también en el propio Mosso. Se dio cuenta que ahí había un camino.

A su tradicional local de General Holley, en el sector oriente de Santiago, trajo joyeros de Argentina y encontró a otros en Chile. Hizo un taller con cristales que se podía ver desde afuera y el proceso de creación se transformó también en una posibilidad de apreciación de un trabajo arduo y minucioso. La creación del mundo creativo y exclusivo de la marca Mosso comenzaba a construirse con poderosos bríos.

"Era una época de un servicio muy personalizado, casi como una atención médica. Las clientas y los clientes llamaban y pedían turnos y se comenzó a dar una relación de mucha creatividad. De acuerdo a lo que buscaban yo dibujaba una pieza, nos reuníamos con el jefe de producción y veíamos la factibilidad técnica", relata Mosso.

Se trata, qué duda cabe, de un hombre exitoso. Su oficina exhibe la amplitud justa y su distribuición es precisa. Un poco minimalista, pero siempre con toques que denotan el acierto de su marca y el estilo de su vida. Abre una ventana y en las manillas se logra identificar las iniciales de su elegante imperio. Réplicas a baja escala de autos clásicos forman parte del entorno.

"Mas que un camino pre-establecido o seguro creo que he seguido mi yo interior. La intuición es una gran guía, lo que pasa es que -generalmente- no la escuhamos. Lejos de ser algo esóterico es un cúmulo de experiencias vividas que entregan un sentido, es una gran base de datos inconsciente que te indica es aquí. La educación nos ha dicho que esto no funciona así, que es mejor seguir un camino más establecido", resume Mosso la motivación de su camino.

El joyero y empresario leyó "El alquimista" a comienzos de los 90 y quedó prendido. En el exitoso libro del brasileño Paulo Coehlo, que ya tiene caso 70 millones de copias vendidas y ha sido traducido a más de sesenta idiomas, resume lo que para el diseñador y joyero cree de la vida: "En ese libro se dice que todos venimos al mundo para protagonizar nuestra leyenda personal y creo que por ahí va la cosa. Exploré este camino con las ganas de un autodidacta, con la idea de de que si no funcionaba, al menos lo había intentado".

Hoy Mosso convive con una experiencia que lo transforma en un experto, pero con una reconocida actitud de autodidacta. A sus conocimientos de historia y de los períodos clásicos en el desarrollo del arte y la joyería, suma sus efectivos contactos con las ferias internacionales y la información de las tendencias y de la moda.

Toda esa experiencia se trasunta en un sello propio. El suyo se aprecia en joyas enfundadas por dentro, con un engaste hecho a la perfección y casi siempre muy influido por el Art Decó. "Las joyas tienen que ser bellas por dentro y por fuera. Me fascina lo geométrico lineal, austero, limpio y que permanece por siempre", subraya.

¿Cuáles son los principales conceptos de las joyas Mosso? Lo primero, asegura, es provocar emoción. "Es la base de la seducción", recalca. Luego, que sea siempre algo contemporáneo, "eso sí, con un pasito adelante de la moda o la tendencia, con vocación a la creatividad".

Dice que en casi todas las materias de la empresa es capaz de delegar, "pero en el diseño de las joyas no delego nada, todo se hace bajo mi mando. Oigo y converso mucho, pero yo sé exactamente qué se va a hacer", cuenta.

Otro de los aspectos clave en el éxito de Mosso es, según destaca, es que "ninguno de nuestros materiales son look likes, es decir, nada es tipo algo, todo es puro: metales preciosos como platino y oro, en título 750, que es la medida más exacta: 75% oro. Y prácticamente todas las piedras preciosas".

El oro es cien por ciento chileno, los diamantes provienen de Israel, Siberia, Canadá y Sudáfrica, piedras preciosas y semipreciosas de Brasil y varios otros lugares. "Trabajamos una calidad altísima, denominada full cut y con piedras de la más alta calidad; y si nos solicitan una extra calidad, también lo hacemos", dice.

Finalmente, Mosso subraya la forma en que se encara el desafío de crear, buscando siempre un promedio entre la propuesta artística del sello de la empresa con los intereses de los clientes.

"Es una materia que enfrento personalmente. Escucho los requerimientos y sobre todo es imprescindible conocer la personalidad de la persona que va a ser regalada. Se hace una propuesta y, generalmente, el cliente acepta los planteamientos. Ahora, si se llega a un punto máximo en el que un cliente me pide algo que para mí no corresponde, yo me hago un lado. Pero la verdad eso, prácticamente, no ha ocurrido. La naturaleza de este negocio no es manufacturar joyas y venderlas. Se trata de un asesoriamiento estético y artístico".

El éxito de Mosso se basa, entonces, en esa alquimia.