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Puerto Madero: tierra de heroínas en Buenos Aires

Por El Espectador/ LifeStyle | 9 Abril, 2015 - 15:45
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Durante el siglo XIX, en busca de un ancla para el desarrollo comercial de Buenos Aires, el ingeniero Luis Huergo y el empresario Eduardo Madero decidieron emprender un ambicioso plan para construir el puerto más importante de la región. Con el tiempo, el complejo se hizo pequeño ante la cantidad de buques de carga que llegaban a la urbe.

El barrio más joven de Buenos Aires rinde honores entre calles, parques, plazoletas y bulevares a las mujeres que han hecho historia en Argentina. Un recorrido por sus mágicos y modernos escenarios.

Durante el siglo XIX, en busca de un ancla para el desarrollo comercial de Buenos Aires, el ingeniero Luis Huergo y el empresario Eduardo Madero decidieron emprender un ambicioso plan para construir el puerto más importante de la región. Con el tiempo, el complejo se hizo pequeño ante la cantidad de buques de carga que llegaban a la urbe.

Las pérdidas económicas no se hicieron esperar y el muelle fue abandonado por más de 50 años. Solo en 1930 la ciudad volvió a poner sus ojos en Puerto Madero, que gracias a una gigantesca inversión logró recuperar más de 170 hectáreas de viviendas y espacios públicos y le dio vida a uno de los desembarcaderos más modernos del país gaucho.

Hoy, convertido en un exclusivo centro residencial, gastronómico y de negocios, Puerto Madero se consolida como un atractivo lugar para locales y extranjeros por cuenta de sus paisajes y rincones llenos de magia, que elevan la historia de Argentina a su máxima expresión. Calles, parques y plazoletas rinden un homenaje a las mujeres que por sus hazañas y descubrimientos son recordadas como verdaderas heroínas nacionales.

Azucena Villaflor, fundadora del movimiento Madres de Plaza de Mayo; Alicia Moreau de Justo, defensora de los derechos humanos; Trinidad Guevara, la primera actriz argentina en los tiempos de la independencia; Cecilia Grierson, la primera médica del país; Aimé Painé, última princesa mapuche. Cada una tiene su lugar en este barrio rosa y verde.

Uno de los emblemas más preciados de esta joya argentina es el Puente de la Mujer, una estructura giratoria que permite el paso de embarcaciones de grandes velas. Su forma representa la imagen de una pareja que baila tango. El mástil simboliza al hombre y las formas curvas a la mujer.

En medio del paisaje, que se adorna de imponentes rascacielos y destellos del Río de la Plata, se asoman buques como la Fragata y La Corbeta, antiguas naves convertidas en museos al aire libre para conocer la historia de la Armada Nacional.

Para respirar el aire más puro de la ciudad basta con ir a la Reserva Ecológica Costanera Sur, un pulmón verde con cerca de 360 hectáreas que acogen a 307 especies entre aves, mamíferos, insectos y plantas exóticas. Este paraíso de naturaleza agreste se ha convertido en el refugio favorito de los porteños para hacer ejercicio, disfrutar de un paseo en bicicleta y tomar unos cuantos mates frente al río.

Aun con tantos tesoros, en Puerto Madero el género femenino sigue siendo la mayor inspiración del desarrollo urbano. Por eso, no es casualidad encontrarse con lugares públicos tan preciados como la Plaza Reina de Holanda y el Parque Mujeres Argentinas. Este último, uno de los espacios verdes más extensos de Buenos Aires (53.700 m²), cuenta con más de mil árboles típicos de la región, que representan la unión de las mujeres con su tierra.

A pocos kilómetros se encuentra la Plaza Eva Duarte de Perón, que conmemora, entre árboles y flores, la lucha de la primera dama por los derechos sociales y laborales de los argentinos.

En medio de monumentos, fuentes y edificios de estilo republicano, el barrio se ha transformado en uno de los lugares más apetecidos para deleitarse con los mejores platos de la gastronomía local e internacional.

Los antiguos muelles del puerto de Buenos Aires, creados en la década del treinta, salieron del abandono y se convirtieron en restaurantes de lujo con las mejores panorámicas del río. Parrilladas, pastas, tortillas, guiso de lentejas, pucheros, empanadas y postres de leche hacen parte de la oferta, que vale la pena degustar en compañía de un buen vino.

De noche, el barrio se llena de luces de colores e invita a los turistas a celebrar por las mujeres y a sumergirse en una de las mejores rumbas de la capital. Los bares no se detienen, los clubes estallan entre electrónica y música de los años ochenta y envuelven a jóvenes y adultos por igual en un ambiente de alegría que sólo termina al amanecer.