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Anabel Solís: después de la paz mundial, la interior

Por Fausto Ponce/ El Economista.com.mx | 29 Junio, 2017 - 11:23
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La exreina de belleza nos cuenta sobre el extenuante camino que ha tenido que recorrer para encontrarse a sí misma.

Anabel Solís recuerda haber llorado mucho cuando fue descalificada de Miss Mundo 2010. “Sentía que había ofendido a México. Estaba en mi cuarto de hotel, cuando terminó el concurso, sola, y dije: ‘le fallé a México’”. Ahora reconoce que era un pensamiento absurdo y de “ternura”, y es capaz de reírse del pasado y de sí misma.
 
Anabel Solís ganó Nuestra Belleza México 2009, lo cual le permitió participar en Miss Mundo 2010 (China), certamen para el cual se estuvo preparando un año. Tenía apenas 23 años.
 
Cuando Anabel entró al mundo de las reinas de belleza, lo hizo para poder escribir al respecto y como una forma de salir de su ciudad: “Estaba estudiando comunicación. Allá en Mérida, si eres medio bonita y alta, debes meterte a un concurso de belleza. Quería desde los 15, porque es una tradición (...) lo veía como una oportunidad de salir de Mérida, así que vocación como de paz mundial, pues no.... (ríe). En ese momento estaba con el tema de periodismo y dije: ‘si entro puedo escribir de eso’. Escribí dos meses pero ya que gané el concurso nacional, me la creí (...) y entonces ya dejas que te operen (ríe)”.
 
Sin drama y de humor ligero, Anabel profundiza sobre el tema de sus operaciones estéticas: “Es consensuado. Es de las cosas que más me dolió: Creer que eres tu exterior. Y no gané y no pasé a finalistas. Me dolió mucho hacer todo para estar guapa cuando por dentro la estás pasando mal”.
 
La exreina de belleza vivió fuertes tensiones durante su preparación, pasando por problemas en la alimentación y algunos abusos, pero no se considera como una víctima. Sobre todo ahora, a la distancia.
 
Luego de Miss Mundo, Anabel entró a estudiar actuación al CEA de Televisa. Deseaba ser actriz: “Entré a clases de actuación. Y quería aprender de mis experiencias pasadas para intentar aprender de mí. Yo me quería deslindar de esa imagen de reina de belleza.
 
Tuve que pelear mucho para que vieran que era inteligente, porque muchos creen que eres tonta por haber sido reina de belleza. Fue muy difícil quitarme esa imagen. Y entré como en rebeldía: me dejé de arreglar, subí de peso, me corté el pelo y quemé mis extensiones (ríe)”.
 
En el 2013, saliendo de la escuela de actuación, decidió embarcarse en otro proyecto que en el medio artístico se considera complicado y hasta una posible muerte laboral: embarazarse y tener una familia.
 
“Cuando me embaracé descubrí que mi cuerpo era para algo más que no fuera para verse bonita: dar vida. Hice las pases conmigo. Y es algo extraordinario y no tienes que pelearte con el mundo”, platica Anabel.
 
Por supuesto, después del embarazo, conjuntar horarios para trabajar se volvió complicado, pero Anabel encontró espacio en el mundo del modelaje —ahora es la imagen de Caprice—, y le dieron la oportunidad de dar clases en el CEA, donde también funge como asistente de dirección de Pablo Mandoki en la materia de Teatro.
 
En este tiempo, el teatro la fue atrapando poco a poco, aunque de pequeña había estado en contacto con este mundo puesto que en su familia hay tradición de teatreros.
 
“Sí quería actuar, pero siempre te dicen que debes tener una carrera, y lo más cercano era comunicación. Ahí quería estar en la parte de medios, ser periodista. No me importaba si terminaba en una bolsa de plástico, decía, voy a ser la piedrita en el zapato. Siempre me ha gustado contar historias”, recuerda.
 
Además de comenzar a participar en obras de teatro de corta duración (Reinas de fuego, Desaparición forzada y Casi perfecta), decidió prepararse de lleno con cursos de iluminación y producción. A la larga, le gustaría montar un teatro en Mérida.
 
Anabel siente “estas ansias de querer comerse el mundo” y está convencida de que aún le hace falta algo para cerrar por completo su historia como reina de belleza: “Estoy escribiendo un libro. Es una novela. Me está ayudando mi hermano, Rodrigo Solís. Es una novela porque así me permite mandar al personaje a otros lugares que se pueden explorar. Estoy en el proceso de escribir todo, soltarlo todo y luego ir editando. Y es difícil, tienes que poner horarios, porque si dejas que las musas lleguen, nunca van a llegar, al menos en mi casa (ríe)”.