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Casablanca... como en el cine

Por Javier Otazu | 27 Abril, 2014 - 14:34
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Casablanca era mentira y su Café de Rick también, porque la ciudad que describía la mítica película con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman nunca fue así, ni siquiera cuando se estrenó en 1942. Aquel café nunca existió fuera de los decorados de Hollywood y, sin embargo, alguien se empeñó en traer todo aquello a la realidad: un Café de Rick en la ciudad marroquí de Casablanca, que acaba de cumplir diez años.

Fue más o menos así: allá por 1998, una diplomática estadounidense llamada Kathy Kruger llegó a Casablanca (Marruecos) a encargarse de la Oficina Comercial de su país y, para su sorpresa, no se encontró con el Café de Rick en ninguna parte de la ciudad. No es que ella creyera que el café era verdadero, pero le pareció increíble que nadie hubiera tenido la idea de recrearlo. 

La idea le ronda la cabeza y toma forma exactamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Entonces esta americana atípica sospecha que su país va a entrar en una paranoia de islamofobia y cerrazón y decide oponerse a su manera a este riesgo, salirse de la administración y luchar por lo que ella llama los verdaderos valores americanos: tolerancia, modernidad y apertura al mundo.

Decide entonces buscar una antigua casa tradicional y con patio, que recuerde al café de la película, y reproducir aquel ambiente sin caer en lo caricaturesco (que nadie espere encontrarse a nazis disfrazados, a un Bogart de pacotilla o a un pianista negro).

Valiéndose de sus contactos en su época de consejera comercial, logra la ayuda de la administración marroquí para superar toda clase de trabas administrativas y permisos, pero choca con el precio que tienen sus sueños, demasiado altos para ella sola.

Entonces, Kathy tiene la feliz idea de formar una sociedad a la que llama "The usual suspects" (los sospechosos habituales), en referencia a una de las últimas frases de la mítica película, e invita a todos los amigos que conoce en su país y en Marruecos y que pueden invertir en este proyecto: 44 personas arriesgan su dinero y se convierten, divertidos, en sospechosos y cómplices de esta locura. Tres años duraron las obras del Café de Rick hasta darle su forma definitiva. Kathy siempre quiso respetar la arquitectura tradicional marroquí, sin convertir la casa en un museo intocable, ya que debía funcionar como un negocio, con clientes que todos los días entran y salen como de cualquier restaurante.

UNA NUEVA REFERENCIA

En marzo de 2004, el Café Ricks abrió sus puertas y, poco a poco, fue haciéndose un nombre en la ciudad de Casablanca. Para los extranjeros residentes en Marruecos, pronto se convirtió en una referencia que visitar en una ciudad tan maltratada por la historia como Casablanca y que no cuenta con la promoción ni el patrimonio de Fez, Tánger o Marrakech.

Luego han ido llegando los turistas, al ver el nombre del café reproducido cada vez con más frecuencia en las guías turísticas, junto a la Gran Mezquita Hasán II (el monumento más visitado de la ciudad). Y a ellos se sumaron los marroquíes liberales, que tal vez no conocían tanto la película pero apreciaban el ambiente acogedor de un café-restaurante donde poderse tomar un trago y comer en una atmósfera evocadora pero no rancia, con una carta de comidas original por ser más americana que local.

El boca-oreja ha funcionado muy bien en estos diez años. El restaurante es ya una referencia en la ciudad y, nacionales y extranjeros de varias nacionalidades se codean en sus salones, donde las fotografías de la película adornan las paredes.

No es del todo cierto que no se reproduzca el espíritu de la película: de hecho, un pianista interpreta por las noches obras de los años 40 y 50 como las que sonaban en el filme, y nunca falta "As times goes by" en su repertorio. El pianista, por cierto, se llama Issam, con "i", y es marroquí. Los visitantes, si conocen este dato, pueden acercarse y soltar el chiste fácil: "Tócala otra vez, Issam".

La ciudad de Casablanca, que en el año en que se estrenó la película (1942) era un gran puerto sin el menor glamur, y por la que nunca se dejó caer el turismo de masas que invade Marrakech, es ahora un poquito más cosmopolita. Hombres de negocios de toda Europa se instalan en esta ciudad por ser capital económica de Marruecos, en la que se celebran ferias comerciales y actividades culturales de toda clase, hay conciertos y teatros y, por supuesto, hay un "RickŽs Café" que se ha convertido, discretamente, en estos diez últimos años, en una de las marcas de la ciudad.