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Conozca las pautas para ser feliz según el chamán boliviano comparado con Dalai Lama

Por Nacion.cl / LifeStyle | 24 Noviembre, 2015 - 07:00
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Chamalú, su nombre ceremonial, es autor de más de cincuenta libros y fundador de una comunidad espiritual en su país que lleva el nombre de Janajpacha (paraíso en quechua), una escuela para aprender a vivir que recupera las sabidurías ancestrales.

Ataviado con un poncho indígena y su larga cabellera negra Chamalú, su nombre ceremonial, pasea por el amplio jardín  del Centro Madre Tierra, en La Reina, Santiago de Chile. Detiene sus ojos en los arbustos y en unas flores blancas junto a las cuales pide fotografiarse. Acostumbra a observar los árboles, los pájaros, la naturaleza, el cielo, los detalles de la vida. Este es su ritual a diario desde hace más de cuatro décadas.

Este hombre de estatura mediana, nacido hace 56 años en Cochabamba, Bolivia, es un reconocido chamán en América, Europa y Oceanía. Autor de más de cincuenta libros, es fundador de una comunidad espiritual en su país que lleva el nombre de Janajpacha (paraíso en quechua), una escuela para aprender a vivir que recupera las sabidurías ancestrales. Viaja por el mundo transmitiendo su mensaje de amor y de que siempre es posible reinventarse y crear una vida con más felicidad, salud y abundancia.



Junto a un grupo de seis personas,  que trabaja junto a él en su país, viajó a Chile –llegó el lunes-, donde ha aprovechado de visitar un colegio de Lo Barnechea y la cárcel de Valparaíso. Este jueves, a las 19 horas, presentará su libro “Maestría en Felicidad” (está la versión digital), en el Centro Madre Tierra (calle María Monvel 2104). El sábado dictará talleres de chamanismo práctico -a las 10:30- y de sanación chamánica, a las 15. Su programa continuará el domingo con talleres  de medicinas ancestrales, a las 10:30, y prosperidad integral, a las 15.

Hacía varios años que no visitaba Chile y admite que ha percibido en la gente “una especie de hartazgo, de cansancio de más de lo mismo, del consumismo. Acá, como en otras partes del mundo, hay muchas personas que se están replanteando su estilo de vida, acercándose a la naturaleza, a una vida más ecológica. Me gusta mucho la gente que duda, que incluso se atreve a pensar en contra de sí misma; que pone en tela de juicio su sistema de creencias, de objetivos y comienza a buscar algo más”, pone de relieve.

El inicio de su viaje

Chamalú recorre los países llevando consigo un mensaje de paz, libertad y unidad mundial entre las personas y la Madre Tierra. Este conocimiento lo transmite a través de su fundación social y ecológica. Muchas veces ha sido comparado con el Dalai Lama y ha sido invitado a foros y congresos junto a personajes como Deepak Chopra.  Este año fue nombrado personaje ilustre por el municipio de Machupicchu como reconocimiento a su labor de revivir las sabidurías ancestrales.



Es padre de cinco hijos y a la mayor, Guaira (22), le escribió unas cartas cuando estaba en el vientre que se convirtieron en un exitoso texto de autoayuda. Cuenta que el viaje hacia su alma, aquel desde el cual no se regresa jamás, comenzó a los 15 años. Cuando niño estuvo muy enfermo y ningún médico pudo diagnosticar el mal que lo afectaba; incluso pronosticaron su muerte. Fue su abuela, una  indígena quechua, curandera y sanadora, la que lo trató con medicinas ancestrales y rituales sanadores. Bastó una semana para que recuperara la salud.

Fue en ese momento –admite- cuando tuvo un “clic” de que había algo más. “Empecé a dudar de todo, tuve una crisis existencial que me llevó a querer dejar de estudiar”.

Cuando había cumplido 17 conoció a un hombre medicina que vivía en la montaña. Comenzó su formación como chamán el que completó después con otros maestros.

“Mi universidad principal fueron los abuelos portadores de conocimiento. Aprendí a hablar con los árboles, las piedras, el río; a hacer las ofrendas, a curar a las diferentes personas. Todo ello me permitió recuperar la sensibilidad y a tener una cosmovisión, a mirar la vida de otra manera”, remarca.

La sincronía de la vida hizo que los acontecimientos se sucedieran de manera misteriosa. El 8 de mayo de 1982 creó el Movimiento Pachamama y el 20 de septiembre de 1990 fundó la comunidad ecológica, cerca de Cochabamba, con el objetivo de que se constituyera en una escuela para aprender a vivir, basada en la sabiduría ancestral.

Las personas que llegan hasta ahí recuperan “la cultura indígena, la agricultura sin límites, pero fundamentalmente exploran estilos de vida que les permiten sentir gozo”, explica. Hasta ahora han cruzado esa puerta cerca de 10 mil personas –de América, Europa, Corea, Australia- entre visitantes, aprendices y lectores de los libros de su autoría.



Es tal el impacto que provoca en la gente su filosofía –sus textos son bestseller- que  su escuela de la felicidad también está online y en Facebook, y a ella acceden usuarios de 170 países.  En la actualidad tiene más de 200 mil seguidores activos.  Junto con ello ha dado conferencias en más de 1.300 ciudades y ha participado en más de 300 congresos. “Es una filosofía sin fundamentalismo, celebramos la diversidad. Es mucha la gente que estás buscando ser feliz”, manifiesta.

La gran mayoría de sus seguidores son mujeres y su mensaje se enfoca bastante en el despertar femenino, que él denomina “el despertar de la guerrera”.

“Un estado del ser”

- ¿Cómo se logra vivir en felicidad permanente?

- La felicidad no es una emoción, es un estado del ser. Puede ser duradera e independiente de los acontecimientos. Uno puede ser feliz teniendo problemas, estar triste sin interrumpir la felicidad. Lo que planteamos es redefinir la felicidad y ponerla en términos más humanos  y mundanos; por lo tanto, más alcanzables y duraderos. Ser feliz ya no es una meta al final del camino sino que una manera de caminar. Transmitimos un mensaje fresco, descomplicado, que reivindica mucho el derecho de disfrutar la vida.

- ¿Hay que ser persistente para lograr este estado de nirvana?

- Es una actitud hacia la vida. Es estar alerta, sereno, atento al detalle, consciente de que el tiempo pasa y de nuestra fugacidad. Es dar sentido a lo que hacemos, a lo que nos pasa y disfrutar de los problemas.

Chamalú remarca que junto a su comunidad les interesa “ser parte de la gestación de un mundo nuevo. Cuando recorremos los diferentes países la gente agradece el mensaje. Carecer de una filosofía de vida hace que uno termine en adicciones, dependencias, con apegos; gatilla que uno se comprometa con el sufrimiento. Lo que importa es la misión como factor organizador de nuestra existencia. La profesión es un elemento colateral, complementario. Lamentablemente ésta ha venido a reemplazar a la misión.

- Sus seguidoras son mujeres, ¿qué pasa con los hombres?

- La primera víctima del machismo es el hombre. Un modelo patriarcal ha sido posible deprimiendo a su principal protagonista. El varón es víctima de este sistema; el que no pueda expresarse, llorar, de que se le haya inducido a vivir una autorepresión elegante inciden en que se enferme. Suele confundir el estar bien con su estado financiero.

- Usted visita las cárceles, ¿qué mensaje les transmite a los detenidos?

- Tenemos un libro para la gente que está en prisión que se llama “La otra libertad”. La idea es que lo trabajen en grupos. Las cárceles tendrían que ser escuelas de rehabilitación existencial. No hace falta cambiar de religión o tener una nueva creencia sino que aprender a vivir. Y para ello hay que aprender a conocerse, a ser feliz, a estar en paz, a no enfermarse; se debe aprender a renunciar, a comunicarse.

“Esta civilización siempre está en guerra”

-  ¿Qué le ha parecido el ataque terrorista múltiple en Francia?

-  Esta civilización siempre está en guerra. Para empezar, está en guerra contra la Madre Tierra la cual está destruyendo y aniquilando por todos lados. Está en guerra contra otras especies que se están extinguiendo. Está en guerra hace mucho tiempo contra los pueblos indígenas a los cuales los ha ido exterminando, primero con un genocidio, y después en forma ascéptica, sin sangre de por medio. Para nosotros, esto (el atentado) es una guerra más de las muchas que hay. Me pregunto con frecuencia: ¿acaso la muerte no es muerte cualquiera sea el ser humano que  muere? Hoy parece que importan más algunas que otras.

Nos parece injusto que se resuelvan las cosas matando, poniendo bombas, es el auténtico salvajismo de un modelo de civilización que necesita enfermos, infelices, guerras para moverse. Discrepamos con toda forma de fundamentalismo, pero también con toda forma de violencia. Nadie tiene derecho ni permiso para matar. Ningún estado debiera invadir a otro y ningún estado debiera usar las armas. Es necesario pensar en un mundo nuevo, en otras formas de convivencia, en otras formas de desarrollo.