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Descubra los sabores de Cartagena

Por El Espectador | 16 Enero, 2017 - 09:31
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Sabe a sal y a dulce, a coco, a plátano maduro y ají chiquito, a pimienta de olor y a vainilla. Recorrido gastronómico por una ciudad que se deja probar.

Es muy poco probable emprender un paseo por las angostas calles de Cartagena y no sumergirse entre exquisitos y populares sabores. Una ciudad que tiene la dicha de ser el lugar donde se dio la primera gran mezcla de nuestra riqueza gastronómica con la unión, en una sola olla, de las cocinas indígena, española y africana y que, paulatinamente, fue recibiendo el aporte de otros lugares del mundo.
 
De la particularidad de la comida del Caribe no tiene duda Teresita Román de Zurek, la reconocida escritora y chef colombiana que ha condensado en su libro Cartagena de Indias en la olla las recetas de la comida que se ha vuelto identidad de La Heroica. Disfruta preparando el sancocho de sábalo, a base de leche de coco, y las postas bien fritas, plato con el que se han encontrado numerosos personajes conocidos cuando llegan a su casa.
 
Pero estos son solo algunos de la larga lista de banquetes cartageneros que recomienda. “Nadie se puede ir sin probar una posta a la cartagenera, un arroz con coco titoté (hecho con coco, sin agregarle gaseosa) y una tortilla de plátano, que se hace con tajadas de maduro fritas, crema de leche y queso costeño. Se hornea hasta que queda dorada y deliciosa”, dice Teresita.
 
En una esquina de la popular plaza de San Diego, donde convergen las calles Tumbamuerto y del Campo, se arma humildemente la mesa de fritos de Dora Gaviria Magallanes, con arepas de huevo, carimañolas y empanadas. Dora tiene 50 años de estar en el mismo lugar, en una zona donde se han paseado desde García Márquez hasta Charlie Sheen, y vende diariamente unas 100 carimañolas y 200 arepas.Muchas terminaron satisfaciendo el antojo del poeta Raúl Gómez Jattin y el maestro Obregón.
 
Los fritos son importantes para el cartagenero “porque en ellos confluye toda nuestra cocina”. Llegar a Cartagena es condimentar la estadía con un sancocho de pescado o una cazuela de mariscos y tropezarse en cada andén con fritos y cocteles de camarón. Hay quienes prefieren saciar sus placeres en uno de los restaurantes de Socorro o sacarle las espinas al pescado, con los pies entre la arena, en los quioscos de El Bony en Bocagrande o La Boquilla para terminar la faena culinaria con un vaso de agua ‘e panela, una Kola Román o una cerveza.
 
Si aún no ha tenido la oportunidad de hacerlo, almorzar uno de estos banquetes y, al caer la noche, recorrer las calles de Getsemaní con la música y la algarabía de fondo, mientras se lleva un frito en la mano, es una de las mejores maneras de terminar una visita a esta capital del sabor.