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Dictaduras sudamericanas y Mundial del 78 se funden en novela de Roncagliolo

Por Télam | 7 Julio, 2014 - 09:37
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En La pena máxima el autor peruano coloca a los gobiernos de la región durante el Plan Cóndor a la altura de un Al Capone.

En la novela "La pena máxima", Santiago Roncagliolo recupera al archivero Félix Chacaltana -el investigador pacato de su exitoso thriller "Abril rojo"- y lo pone a seguir los hilos del Plan Cóndor con voz de policial negro y el Mundial 78 como telón de fondo.

La primera escena transcurre un mediodía extrañamente despoblado en Lima, los ciudadanos siguen por TV el primer partido que Perú juega en Argentina contra Escocia, un hombre deambula por las calles vacías para entregar algo a un desconocido, se oye el llanto de un niño salir del `paquete` y las ovaciones por el segundo gol peruano tapa el sonido de un tiro de gracia.

El asesinado resulta ser un amigo de Chacaltana, quien en pos de aclarar su asesinato, y muy a su pesar, descubre la trama de terror que vincula las dictaduras sudamericanas.

"Si te pones a jugar con todo lo que pudo haber pasado en las sombras del régimen que alimentó Estados Unidos en Sudamérica es el infierno, el escenario de un thriller del que no puedes escapar", arranca Roncagliolo desde Barcelona, donde vive con su familia.

"Eso es lo que me interesa de una novela, te permite alcanzar zonas grises, regiones que van más allá de las pruebas, porque no se trata de un alegato documental," asevera el escritor peruano que, sin embargo, utilizó información real de lo ocurrido durante las dictaduras en Perú, Argentina y Chile.

Entre los hechos que recrea en esta edición de Alfaguara "está el secuestro en Lima de 23 políticos y estudiantes peruanos por parte de servicios de inteligencia argentinos, su traslado a Jujuy como detenidos" y su posterior repatriación en el marco de los comicios que promovía la dictadura del denominado Gobierno Revolucionario del Perú.

Ocurre que en ese fin de década que precedió a los nefastos 80 de la guerra y los desaparecidos en ese país "la esquizofrenia del Estado peruano -expresada en todo el clima de confusión, entre inocente y negadora, en que pivotea su novela- era no saber hacia para qué lado tirar", explica.

"Nuestros militares en los 70 eran los civilizados, se volvieron salvajes en los 80 con Sendero Luminoso, muchos participaban en operativos de inteligencia con Argentina pero estaban horrorizados con lo que veían por ejemplo en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)", grafica el escritor, quien dedica todo un capítulo a ese centro de exterminio.

Barajando posibilidades del verosí­mil y filtreando con el género negro, Roncagliolo coloca a los gobiernos de la región durante el Plan Cóndor a la altura de un Al Capone: "Bueno, roba aquí­ pero un poco, peléate allí­ pero no con los nuestros", ironiza sobre este thriller, "una partida dentro de un juego de detalles que nunca se conocerán porque se los llevaron los muertos y desaparecidos, o los autores que comparten su pacto de silencio".

Roncagliolo tení­a la historia básica, "la de Joaquí­n Calvo que nace en una guerra y muere en otra, la lleva prendida a la espalda aunque pasen 40 años y 10 mil kilómetros: Sabí­a que nacía en España, hijo de un miliciano, y que morí­a a causa de la dictadura argentina".

Pero, continúa, "como no soy argentino ni español no sabí­a como contarlo y ahí apareció Chacaltana", con su voz de empleado público bien apegado a las normas que da tono a todo el texto, y que el autor conoce bien como ex empleado de la Defensoría del Pueblo limeña.

Las líneas generales de la novela y el personaje de Don Gonzalo vinieron de una historia que acopió como periodista, sobre un miliciano que tuvo que escapar de España dejando a su esposa allí y recién pudo regresar a buscarla cuatro décadas más tarde, cuando Franco murió.

Esta novela "trata de la pérdida de la inocencia, todos actuamos creyéndonos inocentes, tenemos una versión de las cosas que nos dejan bien parados, y mucho tiene que ocurrir para que cambiemos de opinión", asegura Roncagliolo.

La historia "también bucea en qué significa ser cómplice, qué te hace inocente cuando alguien muy cerca esta haciendo algo salvaje y no puedes no ver aunque sí tratar de no conocer, algo por lo que Chacaltana hace todo lo posible".

El escritor organizó los capítulos según los partidos que Perú libró en la Copa del Mundo 78 -Escocia, Holanda, Irán, Brasil y Polonia hasta su eliminación con Argentina y la final con Holanda- recuperando relatos radiales y detalles especulativos, como una visita con fines coercitivos que Jorge Rafael Videla y Henry Kissinger habrían hecho a los vestuarios peruanos.

Su deseo fue "contar cómo es la gente que miró para otro lado, hasta el 78 había muchas dudas en la opinión pública sobre qué ocurría, de hecho tras los comicios peruanos los perseguidos volvieron al sistema político".

"Luego hubo otros problemas, pero su mirada de las cosas antes de conocerse la verdad era muy inocente, lejana, mis padres eran activistas de izquierda y muchas de las historias que cuentan los personajes de `La pena máxima` las saqué de las historias con que crecí", asevera.

"El libro trata de algo mayor, de la memoria reconstruida a través de las fronteras, porque estas historias las cuentan como cosas aisladas pero siempre tuvieron que ver unas con otras, forman parte de un tejido de relaciones que cruzan límites geográficos y políticos y se retrotraen hasta los totalitarismos de los años 30 en Europa", resume.

Un ejercicio en el que "Argentina, Perú y Chile son más avanzados que España, que tiene serios problemas para enfrentar los últimos 75 años, mientras que Sudamérica se esfuerza por saber qué se hizo contra los derechos humanos, reconocerlo, juzgarlo y meter preso a los responsables", concluye.