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Edimburgo, una capital con encanto medieval

Por El Espectador | 13 Junio, 2014 - 13:57
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Por ser un lugar antiguo e importante, la mejor forma de comenzar a explorar Edimburgo es recorriendo su castillo. El invierno es la mejor época para descubrir su espíritu.

Edimburgo, capital de Escocia desde 1437, es la segunda ciudad más visita del Reino Unido. Por ser un lugar antiguo e importante, la mejor forma de comenzar a explorarla es recorriendo su castillo, una imponente fortaleza erigida sobre una roca de origen volcánico y que puede apreciarse desde cualquier punto de la ciudad. 

En su interior se exponen las insignias más representativas del reino y las joyas de la corona escocesa: la piedra del destino, la corona, el cetro y la espada, que regresaron a la ciudad en 1996, después de haber pasado 600 años en Inglaterra.

Dentro del recinto amurallado es posible visitar diversos museos sobre los cuerpos militares escoceses y la capilla románica de St. Margaret, la más vieja de la ciudad.

Todos los fines de semana se ofrecen varios recorridos guiados, en diferentes idiomas, incluidos en el valor de la entrada.

En la puerta del castillo comienza la Royal Mile, un paseo cuesta abajo que atraviesa el centro histórico para terminar en el palacio de Holyroodhouse, la residencia en la que se aloja la reina Isabel II cada vez que visita Edimburgo.

En la zona más alta, a menos de 200 metros de la muralla, se encuentra el museo Scotch Whisky Experience, un espléndido lugar para descubrir el proceso de elaboración de esta bebida y aprender a reconocer los diferentes tipos que existen y sus características según la región de Escocia de la que procedan.

Al finalizar el recorrido se puede apreciar la colección de whisky más grande del mundo. Cientos de botellas de distintas épocas y formas que le rinden homenaje a uno de los tragos más apreciados. Quienes quieran llevarse un recuerdo tienen de donde escoger. La tienda es una de las mejor surtidas del planeta.

Otra parada obligada para descubrir el espíritu de Edimburgo es la catedral de St. Giles, levantada sobre un antiguo santuario con la intención de homenajear al patrón de los leprosos. Su estilo gótico fue adoptado para su reconstrucción en el siglo XV, después de un terrible incendio provocado por los ingleses. Siempre ha llamado la atención un curioso detalle: a pesar de ser conocida como la catedral de Edimburgo, en realidad no ostenta ese título porque no tiene obispo.

Una vez en su interior —durante las misas es el único momento en que está prohibido el ingreso para los visitantes— cautivan los extraordinarios vitrales y sorprende la estatua de John Knox, líder de la reforma escocesa y el primer pastor protestante de la catedral.

En sus alrededores no es raro ver músicos tradicionales tocando las gaitas o familias locales celebrando bodas a las que resulta imposible no prestar atención, pues los invitados asisten vestidos con la típica falda escocesa.

Para reponer fuerzas entre visitas y compras, nada mejor que una parada en un pub. El más famoso de esta zona es Deacon Brodies Tavern, que abrió sus puertas en 1806 y fue el sitio en donde J.K. Rowling comenzó a escribir la famosa novela para niños Harry Potter.

Muy cerca se encuentra el popular Mary King’s Close. Una serie de callejones de la antigua ciudad, hoy enterrados bajo el ayuntamiento, que es posible recorrer en toures guiados y teatralizados que resultan muy interesantes. Duran una hora e incluyen el paso por varias casas en las que se dice que habitan fantasmas. En la zona baja de la Royal Mile está el Parlamento escocés, polémico por su moderna arquitectura.

Los fines de semana sus puertas están abiertas para los interesados en recorrer las imponentes instalaciones. Sin embargo, el palacio de Holyroodhouse, situado justo enfrente, goza de mayor popularidad. Además de las salas reales, los turistas disfrutan de sus magníficos jardines y las ruinas de la abadía que lleva el mismo nombre.

Los fanáticos de la reina Isabel II pueden completar el recorrido conociendo el yate real Britannia, que durante 44 años perteneció a la familia real británica. Su interior está decorado con retratos de la monarquía, además de los regalos que sus ilustres tripulantes recibieron en cada uno de los países donde atracaron. Las habitaciones privadas que utilizaba la realeza, las salas sociales y el cuarto de máquinas y de control del yate forman parte del recorrido diseñado para quienes se animan a subirse a esta embarcación que flota sobre el puerto de Leith.

La nueva Edimburgo Canton Hill, la otra colina de la ciudad, es otro lugar de visita obligada por su magnífica panorámica. En este promontorio se encuentran algunos monumentos como el Observatorio y una especie de templo griego declarado monumento nacional.

Abajo se extiende la New Town, levantada en el siglo XVIII con un estilo típicamente británico de calles rectas y edificios de corte neoclásico. Princess Street es una de las calles principales. Aquí se encuentran Jenner, los grandes almacenes de la ciudad, equivalentes al Harrods londinense, que junto con Rose Street son las áreas predilectas de turistas y locales para comprar.

A pocos metros, en la zona que separa la Edimburgo moderna de la antigua, sorprende la Galería Nacional de Escocia, que exhibe obras de arte desde el Renacimiento. Se inauguró en 1859 y desde entonces cientos de personas han pasado por sus salas para apreciar las creaciones de maestros como Tiziano, El Greco, Velázquez, Rembrandt, Rubens, Van Gogh, Monet, Cezanne o Gauguin. La entrada es gratuita.