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Escritor Yuri Soria-Galvarro: "publicar nunca ha sido fácil y quizás es mejor que así sea"

Por Loreto Oda Marín | 15 Enero, 2016 - 11:16
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"Cuentos del Pacífico del Sur" es su más reciente trabajo, que se suma a otros tres libros que posee. Hasta ahora, ha salido publicado en Chile, Bolivia, España y México, en donde también fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Yuri Soria- Galvarro pasó toda su infancia junto al mar, aunque en realidad nació en Cochabamba, Bolivia. A los siete años llegó al sur de Chile, específicamente Puerto Montt, y su vida comenzó a girar en torno al océano.

No sólo es biólogo marino, buzo e instructor de buceo, sino también escritor y parte de su narrativa ha estado centrada, de una u otra forma, en el vaivén de las olas, lo que pasa sobre, bajo y en torno a ellas.

"Cuentos del Pacífico del Sur" es su más reciente trabajo, que se suma a otros tres libros que posee. Hasta ahora, ha salido publicado en Chile (Editorial DasKapital), Bolivia (Editorial Nuevo Milenio), España (Editorial Yaganes) y México (Editorial Ficticia), en donde también fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Yuri Soria- Galvarro cuenta con una pluma ágil y simple. En su último texto llena páginas de relatos que van sorprendiendo y encantando, al estar cargados de realidad, magia y salinidad. La misma que se huele junto al mar.

- ¿Cómo se gestó este libro que huele a mar, cantina y a realidad superlativa?

- Siempre he creído que un volumen de cuentos funciona mejor cuando hay un eje en común: a veces es el tema, cuentos de mar, de boxeo, de música, policiales, etc.; en otras es la atmósfera o el estilo del autor. En mi caso he escrito cuentos de naturaleza muy diversa y siempre había querido agruparlos, pero cuando realizaba el arqueo tenía cuentos policiales, de ciencia ficción, de música y otros, aunque sólo un par en cada tema.

Sin embargo, en la categoría de “Cuentos del Pacífico Sur” calzaron muchos, suficientes para armar un libro. Junté relatos de navegantes, de buzos y de cantina, atmósferas con olor a mar y a sur que, sin duda, los potencia. El libro fue beneficiario de la Beca de Creación del Fondo del Libro 2015, lo que definitivamente ayudó a su concreción.

- Luego de quince años en el oficio de la escritura, ¿en qué momento literario llega “Cuentos del Pacífico Sur”, que ya se ha publicado en diversos países?

- Así como es difícil analizar lo que uno escribe, porque escribir implica un larguísimo período de corrección donde se requiere distancia y desapego, también es difícil analizarse literariamente y establecer etapas o momentos. Se tiene cierta sospecha de que avanzas, y aunque pensar eso es quizás un exceso de voluntarismo, uno supone que es como cualquier especialidad a la que le dedicas tiempo y esfuerzo.

Por ejemplo, un carpintero, la primera mesa que construye tendrá algunos fallos, pero si persevera, con los años las mesas irán saliendo mejores y quizás con un estilo reconocible. Me gusta comparar la literatura a la carpintería, pues creo que ambos son oficios artesanales. Subyace entonces que no existen reglas taxativas, sino que más bien experiencia y oficio, pero -paradójicamente- se persiguen reglas, teorías, te aferras a recetas inexistentes y, como parte de ello, está la propia evaluación de las virtudes y falencias, la etapa o el momento literario en la cual crees encontrarte, lo que no es más que otra ficción, pero creer eso, al menos por un tiempo, ayuda a seguir avanzando.

Dicho todo esto, creo que con los "Cuentos del pacífico Sur" cierro una etapa. Estos quince años de oficio los veo más bien como el inicio, esa larga temporada en la que te encierras y en la cual se aprende a escribir -otra ilusión- son años también en los que se lee obsesivamente, sólo para constatar que te falta mucho por leer. También pienso que este libro termina una fase de narraciones más breves y hacia afuera, pues ahora estoy con textos un poco más íntimos y extensos.

Que el libro se haya publicado en cuatro países y lo hayamos presentado en ferias importantes como la de Guadalajara, además de acceder a nuevos lectores y permitirme hacer lo que me gusta, no me quita el sueño.

- ¿Pero cómo ha sido todo este proceso de sacar a la luz el libro y ponerlo en la palestra internacional?

- Lo fundamental es el trabajo literario, escribir, corregir hasta la obsesión, los libros, llegado el momento, encuentran el camino para ser publicados, un poco de suerte y amigos también ayudan. No hay que olvidar que Neruda se autopublicaba sus primeros libros y De Rocka lo hizo siempre, publicar nunca ha sido fácil y quizás es mejor que así sea.

Es una buena opción la de editoriales independientes que apuestan por lo literario, que hacen libros de buena factura y tienen canales de distribución, promoción y apoyo a sus autores. Por otra parte, me tocó revisar las correcciones y prueba de imprenta para las ediciones en los cuatro países donde se ha publicado el libro y, considerando los años de escritura, los cuentos debo haberlos leído cientos de veces, por lo que la verdad no quiero leerlos nunca más. Tengo la ilusión de que ahora navegan por cuenta propia y tendrán otros lectores.

- ¿Cuál es tu narración preferida de “Cuentos del Pacífico Sur” y por qué?

- Me gusta “Purgatorio” que es un cuento antiguo que he reescrito completamente, sucede en los años 80 en los canales australes, cuando se gestó la experiencia de colonización de esa zona. Relata la desolación y ley de la selva que regía, también creo que se sumerge en lo oscuro del alma humana, esa dualidad que nos determina, que nos hace ser capaces de los mayores actos de solidaridad y de crueldad.

Me gusta también “Sombra” que es un relato de los últimos que he escrito, es más fluido, la voz del narrador tiene soltura, incorpora algo de humor aunque es un relato más bien dramático. En fin, no siempre la opinión del autor es la más autorizada para valorar lo que escribe, por la cercanía con los textos, casi siempre uno cree que lo último que está escribiendo es lo mejor que ha hecho, independientemente de que sea un buen texto o un bodrio.

Creo que es mejor que cada lector se forme su propia opinión, por eso cuando leo un libro me saltó los prólogos.

- ¿Qué esperas de “Cuentos del Pacífico Sur”?

- En general no espero nada de la literatura, salvo que me permita seguir ejerciéndola. Uno escribe para los amigos, aunque tampoco me gusta recibir las opiniones o palmadas en la espalda de ellos, tengo mucho pudor al respecto y desconfío profundamente de las alabanzas.

Por lo demás, la escritura es -por suerte- un trabajo bastante impersonal, no tiene mayor influencia en tu vida que alguien lea un libro tuyo en otro país y le guste o no, salvo por la posibilidad de seguir publicando y quizás hacer un par de nuevos amigos.



- ¿Cómo te enriquece ser biólogo marino y buzo al momento de escribir?

- Cualquier oficio que uno realiza transforma la visión de las cosas y enriquece el imaginario. El arquitecto que camina por una calle no ve casas, sino diseños, perspectivas, puntos de fuga; los cirujanos mientras se comen un asado y parten las longanizas hablan de pacientes, intestinos y operaciones. Creo que para un escritor conocer distintas visiones del mundo, quizás por la misma razón es que también le sirve viajar, y manejar diferentes deformaciones profesionales es fundamental, es algo que también se puede trabajar, por supuesto, a la hora de construir personajes y ficciones, investigando, pero si ya lo tienes ayuda mucho.

La biología marina y el buceo además de procurarme el sustento han sido dos pasiones que han alimentado mi trabajo literario, también he sido músico, fotógrafo de naturaleza, ornitólogo, y otras cosas más de difícil detalle, creo que todo sirve, y han sido obsesiones que me acompañaron por algún tiempo y cada tanto vuelvo a ellas, pienso que en el fondo eran una especie de búsqueda. Cuando descubrí la literatura supe que aquí me quedaría, que de alguna manera sería la madre de todas las obsesiones.

- En estos años de carrera, ¿cuál ha sido el momento que te ha llenado de mayor felicidad? ¿Por qué?

- El publicar un libro o ganarse algún premio o beca siempre son momentos de alegría, no podría decir cuál de esos momentos es mejor que el otro. Recuerdo que me produjo una profunda emoción el publicar mi primer libro, hay una etapa en que uno busca cierta afirmación con el hecho de ser escritor, además de que era un libro dedicado a mi padre, quien me inculcó el amor a los libros y que había fallecido recientemente, pero ese libro hoy lo considero impublicable e ilegible. También los escasos premios han llegado en momentos de decaimiento, el escritor siempre se debate entre la extrema exultación y la depresión más profunda. Hoy la sola posibilidad de escribir me llena de un sentimiento intenso, a veces parecido a la felicidad y otras más bien a un oscurantismo acérrimo, pero es algo fuerte y más poderoso que el buen juicio que te invita a dejar de escribir.

- Más allá de que hayas crecido junto al mar, puede resultar un tanto irónico, por decirlo de alguna forma, que un boliviano centre su temática narrativa en el océano, si bien no siempre de forma directa, sí como un hilo conductor…

- No es tan irónico, pues no hay nada más auténtico que un boliviano interesado en el mar. Para nosotros, los bolivianos, ya no diré como nación, pues nación me parece un término demasiado artificioso, sino como pueblo, para el pueblo boliviano el mar es un anhelo, un sueño, representa la búsqueda de un destino, la poesía, el futuro que nos arrebataron y no me refiero a que nos hayan arrebatado el mar, sino que tenemos pendiente un destino mejor como pueblo, es algo espiritual, metafísico.

En mi caso, yo creo ser como en el cuento de Benedetti, un boliviano con salida al mar. Lo conocí a los seis años y se me coló dentro, la biología marina y el buceo son una expresión de eso. El mar no tiene dueño, es de los peces, de las ballenas, de los albatros, por ejemplo, el albatros errante vuela alrededor del océano antártico y no tocan tierra en dos años. El mar cuando mucho es de quienes quieren navegar sobre él. Nuestros países son líneas imaginarias, apenas 200 años de infamias, por acá hay alerces que tienen más de cuatro mil años.

- ¿Cómo lo vives tú considerando que sigue siendo, en especial ahora, un tema sensible entre países?

- Vivo en Chile desde los siete años y cuando tenía unos 14 años me hice una polera que decía “Bolivia, volveremos al mar”, y circulaba con ella. Yo estoy de acuerdo con la salida al mar de Bolivia, incluso si fuera chileno pensaría lo mismo, porque después de vivir cuarenta años en este país también soy un poco chileno. Me molesta un poco lo mediático del tema, lo banal y la vez visceral y fanático de las opiniones, los nacionalismos exacerbados, los de allá y los de acá, los detesto profundamente.

Creo que lo fundamental es entender que somos países hermanos, que tenemos un destino común, nos falta avanzar en la integración y el conocimiento mutuo. Me gustaría pensar que puedo aportar con un grano de arena, otra vez la referencia a la playa, en la integración en el plano cultural de Chile y Bolivia.

- ¿En qué otros proyectos estás trabajando?

- Estoy con una novela hace tres años, ya la he reescrito unas cinco veces, espero hacerlo un par de veces más durante este verano y quizás darla por concluida. También tengo otro libro de cuentos terminado que pretendo, un poco más adelante, buscarle opciones editoriales. En general, tengo demasiados proyectos, más de los que puedo realmente procesar, tomo notas en una libreta para lo que será mi tercera novela, cuando todavía no termino la primera. Quiero escribir un par de libros en clave de humor, cuentos se me ocurren todos los días, algunas cosas se quedan en el tintero y otras se van concretando con el tiempo.

* Fotografía Daniel Mordzinski