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Este documental narra los primeros pasos de los bailarines en el Teatro Colón

Por Lucila Sigal / Reuters | 1 Enero, 2019 - 09:00
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Es la historia de los pocos niños que son aceptados para comenzar su carrera como bailarines profesionales.

 Niñas y niños de entre 8 y 12 años que aspiran a convertirse en bailarines profesionales se presentan delante de cámara con un número en el pecho y frente a un exigente jurado, que evalúa quiénes podrán ingresar a la carrera de danza del Teatro Colón de Buenos Aires.

En general, no entran más de 20 de los 200 que postulan al Instituto Superior de Arte, Muchos vuelven a rendir el examen de tres días al año siguiente para cumplir el sueño de estudiar en la escuela que formó a bailarines de renombre internacional como Paloma Herrera, Julio Bocca y Maximiliano Guerra, entre otros.

El documental "Un año de danza" sigue el primer año de los niños y muestra la fuerte vocación que tienen desde pequeños, desde el examen de ingreso, las primeras clases de técnica, francés y música y la coronación de la carrera bailando "El Cascanueces" en el mítico escenario del Colón.

Pero también plantea cómo esa elección impacta su infancia, ya que produce un cambio drástico en las rutinas, la alimentación, la familia, el colegio y los amigos.

"Creo que los chicos que están ahí tienen una vocación en serio. Es tan absorbente que si realmente no es tu vocación, perdés tanto de tu vida de niño que no se sostiene. No hay presión externa posible para que puedas seguir estudiando con esa exigencia", comentó en entrevista telefónica con Reuters Cecilia Miljiker, directora del documental.

Miljiker contó que tuvo acceso irrestricto al teatro para filmar el documental, que se estrenará el 30 de diciembre en la Televisión Pública Argentina. Para la difusión recibió ayuda de la leyenda de la danza mundial Paloma Herrera, actual directora del Ballet Estable del Teatro Colón y exprimera bailarina del American Ballet Theatre durante más de 20 años.

El filme muestra a los padres -sobre todo madres- e hijos llorando al ver la lista de los elegidos tras rendir el examen: algunos de emoción por entrar, otros por quedar afuera.

En la primera clase de técnica una maestra les dice: "Puede ser que algunos de ustedes ya hayan estado tomando clases. Les voy a pedir que se olviden de eso, vamos a empezar desde cero".

La película, contada con sensibilidad y calidez, también refleja el cambio de vida que implica ingresar al Colón, ya que las clases comienzan a las 07:30 de la mañana. Los niños deben ir a la escuela por la tarde y a la salida continúan con clases de danzas, para a la noche ponerse a estudiar. Muchos terminan rindiendo libre el colegio.

Para las familias también implica una adaptación porque ven menos a sus hijos y deben modificar su rutina. Algunos incluso se mudan desde el interior del país para acompañarlos.

El ingreso a la escuela no garantiza un lugar en el Ballet Estable del Colón, con lo cual es incierto que toda la inversión hecha durante esos ocho años termine por dar frutos.

"La escuela es gratis y tiene una cooperadora que ayuda a los chicos que no tienen plata. Pero hay que pensar que hay chicos que vienen del interior, que cambia la vida de las familias, que tienen que alquilar un departamento acá. Es bastante esfuerzo y es una inversión que puede servir o no, tiene mucho riesgo", dijo Miljiker.

"En el Colón si ven que alguien está desganado y no responde a las consignas, no sigue. Al último año a veces llegan dos nada más. No les importa no tener alumnos sino que los alumnos que tengan sean dedicados, que tengan talento", agregó.

Pero los futuros bailarines, que exhiben sus emociones a lo largo del filme, tienen clara su vocación y sueñan en grande.

"Me encantaría estar en el Ballet Estable del Colón, pero mi sueño es estar en el Royal Ballet", dice Agustina, una de las protagonistas del documental.