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Eugenio Lira: “El carmenere es la tarjeta de presentación de Chile, pero no su única bandera”

Por Juan Toro / Lifestyle | 5 Octubre, 2018 - 10:00
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Para el presidente de la Asociación Nacional de Enólogos de Chile, la cepa ha demostrado el profesionalismo de todas la áreas involucradas en la producción en el país.

Que el carmenere es el vino más potente de los viñedos chilenos no es una novedad. Ya en 2009, el país tenía más de 8.800 hectáreas plantadas con esta cepa de tinto. Pero la industria vitivinícola de Chile no está satisfecha y el concurso internacional de vinos "Carmenère al Mundo 2018" parece demostrarlo.

Han pasado 24 años desde que en Chile se descubrió que gran parte de las plantaciones que se creía eran de merlot, resultaron ser carmenere. Y solo 20 años desde que el departamento de agricultura lo reconociera como oficialmente como una variedad distinta.

Eugenio Lira, el presidente de la Asociación Nacional de Enólogos de Chile habla de esta variedad de vino con soltura parado al sol, con una copa en la mano. A su espalda, se despliega el valle de Colchagua, específicamente Los Lingues. El paisaje, como uno de esos tejidos en “pata de gallo”, está dibujado hasta los cerros por los viñedos, gran parte de la Viña Siegel.

En entrevista con LifeStyle, Lira explica que aunque Chile es conocido a nivel mundial por su carmenere, no es lo único que puede ofrecer.

-¿Por qué consideras el carmenere la tarjeta de presentación de Chile?

-Porque, si bien sabemos que hay carmenere en otros países, ninguna cepa es exclusiva, Chile es donde más se ha desarrollado, donde hay más vino y más superficie plantada de carmenere y más vino etiquetados así. En otros países hay un porcentaje y básicamente no se nombra.

La gente asocia carmenere con Chile. Pero cuando lo usas como tarjeta de presentación, lo usas para atraer la atención a Chile y luego, que ya están aquí, se dan cuenta que la misma bodega quizás tiene un buen souvignon blanc u otra cepa. Pero atraer la atención a Chile con el carmenere, porque a nivel de consumidor, periodista y someliere, y todo, el carmenere es Chile.

-¿Pero es una decisión?

-Más que una decisión fue una coyuntura. Se dio cuando se re-descubrió el carmenere el año 94 y tuvimos que comenzar a conocer lo que teníamos. Es un carmenere que vive en distintos valles, con un potencial que se fue trabajando, al principio se metía en mezclas, después empezó a parecer solo... Sí hay una decisión de la Asociación de tomar el carmenere como bandera, pero no es exclusiva, no solo hablamos de eso. Es estratégico.

Si vas a Brasil, que pensarías que toman vino blanco por el calor, son más de tinto. Si vas a Asia, el carmenere funciona súper bien, vas a Inglaterra y han aprendido a valorar esa evolución. Hay una decisión, pero no de convertirlo solo en una cepa, sino de aprovechar la coyuntura involuntaria de que es carmenere lo que tenemos aquí.

-Pero entonces es un desafío posicionar un vino que tiene características propias que no estaban bien valoradas. ¿Cómo se defiende eso?

-Es que la gente tenía que empezar a entender el carmenere. No es un cabernet, no es merlot, ni pinot noir. No entendíamos por dónde tomarlo. Por eso nombraba una escala de profesionales donde están todos. Primero el agricultor tuvo que aprender cultivarlo, porque es de los tintos que se cosecha más tarde, luego los enólogos tuvimos que aprender a vinificarlo para no sacar esas características que quizás la gente rechazaba en un principio. Pero luego, los comerciales tuvieron que saber explicarlo, los periodistas entenderlo, los sommelier maridarlo. Ha sido un proceso que ha demostrado que en Chile hay profesionales en el área.

si hemos logrado que toda la cadena trabaje por el carmenere, demuestra que pudimos entenderlo, no se si domesticarlo, pero sí a vinifcarlo sin sacar los defectos del comienzo. Y algunos de ellos (los defectos), como la nota a pimienta, lo supimos controlar para que tenga tipicidad de carmenere, pero no sea abrumador.

-¿Por qué hacer entonces el concurso?

-El concurso demuestra la evolución del carmenere a lo largo de los años. La diversidad entre los valles, la diversidad entre las bodegas, las diferentes líneas. Donde hay carmeneres más jóvenes, para un consumo diario y otros en mezcla, quizás para grandes cenas. Eso queremos mostrar en el concurso, que la cepa atraviesa toda la gama.

-¿Ayuda entonces a una profesionalización o estandarización del carmenere?

-No, a la estandarización en ningún caso. Lo que busca es mostrar el profesionalismo que hay tras la vinicultura chilena. Cómo en años como el 2016, que fue muy lluvioso, hay muy buenos carmenere a pesar de la lluvia que nos complicó. Lo que busca el concurso es ayudar a visibilizar la tradición vitivinícola que hay en Chile.

En Europa se habla de nosotros como el nuevo mundo. Pero aquí se cultiva vino desde la llegada de los españoles y en los últimos 200 años hemos dado pasos agigantados. De nuevo mundo, no tenemos nada.

Estamos en Colchagua, donde hemos mostrado las diferencias de los valles. Si te mueves más al sur a Curicó, ver podar a una mujer de ahí es una poesía, porque lo aprendió de su abuelo, su mamá, y saben tratar la planta muy bien. Eso lo visibiliza este tipo de concurso.

El carmenere mostró más claramente eso. En 20 años pasamos de un desconocido a un gran amigo. Y ese periodo en la historia del vino, es nada. Es un pestañeo.

-Pero además de una carta de presentación de la industria, parece también una forma de presentar el país.

-Cuando salimos a hablar de los vinos, y cuando se entregan estos vinos y ves los valles, se entienden las diferencias, por qué uno es más fresco... porque a pesar de ser una angosta faja de tierra, hay diferencias. Aquí hubo un viento frío en la mañana y ahora hay un sol que ayuda a madurar y eso lo puedes explicar a través del vino. Puedes hablar de geografía, de idiosincrasia -como la tradición de Curicó-, una explicación casi socio-cultural del mundo que se mueve en torno al medio vitivinicola.