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Fernando Iwasaki, a diez años de su exitosa novela "Neguijón": "el fundamentalismo es el gusano de hoy"

Por Claudio Pereda Madrid | 9 Octubre, 2015 - 12:23
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A través del bicho que en el siglo XVI se creía que causaba los males dentales, el reconocido autor peruano construyó una historia en la que hay guiños a la medicina, al Siglo de Oro español, a la escritura de El Quijote y a muy contemporáneas mentiras.

En sólo 155 páginas, Fernando Iwasaki -escritor peruano avecindado en España hace casi tres décadas- construye con "Neguijón" una novela tan atractiva como docta.

A través de la obsesión del gusano que en los siglos XVI y XVII se creía que causaba los males dentales, el autor construye una historia en la que hace guiños a la historia de la odontología, a la medicina, al Siglo de Oro español, a la escritura de El Quijote, a muy contemporáneas utopías engañosas, a la intimidad del ser humano que es el que –finalmente- elige su estado de vida.

Con un tono particularmente entretenido y con la construcción de una fantasía perfectamente verídica, Iwasaki tomó en exte exitoso libro que cumple diez años la dentalidad del barroco español para llegar a recrear la mentalidad de ese período.

“Me hace ilusión sugerir que la mariposa hispanoamericana del realismo mágico alguna vez fue un gusano barroco español”, comenta el autor en un apéndice del libro. Con ello sugiere de manera sutil e inteligente que la sustancia del ser humano puede ser la misma, a pesar del tiempo transcurrido.



- "Neguijón" se basa en la antigua idea de que la degradación del cuerpo surge desde el gusano que corroe los dientes. Sin embargo, en el fondo de todo había una kira profundamente moral...

- Sí. Lo cierto es que a través de la dentalidad me fue posible reconstruir la mentalidad del mundo barroco, que es el tiempo en el que transcurre la novela. Me parece curioso que durante esos años en Inglaterra, Italia, Alemania, España, Francia, en fin, en todo ese Occidente cristiano, la idea de la corrupción, de los gusanos, del infierno, ocupaba mucho espacio en el imaginario colectivo.

Existe una gran variedad de refranes sobre gusanos y de entre la mochedumbre de gusanos en los que se creía, existía éste de los dientes llamado neguijón. A mí me pareció literariamente un buen inicio para asomarnos al mundo de la boca, la que podía ser una metáfora del mundo con sus dolores, sus sufrimientos, sus sacrificios y sus gusanos.

- De este libro se ha dicho que "pone al alcance del lector común los horrores dentarios de una época en la que se tenía poco miramiento con el sufrimiento físico”. ¿No crees que es un poco injusto aún en la actualidad, con todos los avances existentes, seguir relacionando la práctica dental con el sufrimiento?

- Lo cierto es que ese compendio que el crítico menciona es bien claro que es de aquella época. A cualquiera que lea el libro le va a quedar más que claro. Se trata de una época abolida, que ya no volverá más.

En el libro no sólo hay descripciones de terapias dentales, sino que también de amputaciones de piernas, intervenciones en la próstata, extracciones de piedras de riñón, en fin. Tiene que ver con la práctica de la medicina en tiempos pre científicos o incluso protocientíficos.

Por otra parte creo que el libro es en sí mismo una reparación con la práctica odontológica. Es posible ver también cómo ha avanzado esta ciencia. De hecho fueron odontólogos los que descubrieron la anestesia.

(Foto: Daniel Mordzinski)

- Parece que la gente enfrenta mejor el dolor en las otras especialidades médicas: la odontología aún despierta reacciones atávicas...

- Es cierto, pero creo que el sobrecogimiento con el que se entra al dentista es inversamente proporcional al alivio de cuando se sale. Debo decirte que este libro lo presentamos en la Facultad de Odontología de Sevilla y fue una actividad muy vital para mí, porque el mundo dental lo tomó como una buena manera de evidenciar el desarrolllo de esta ciencia.

Lo del dolor en esta novela no sólo tiene esa dimensión estrictamente médica. He intentado dejar claro que los hombres y mujeres de aquella época se resignaban al dolor a través de la fe y que, en ausencia de anestesia, era la fe la que permitía sublimar el dolor y ponerlo en el mismo sentido de dolor de la Pasión de Cristo. Pero esto ya es teoría del dolor, no es estrictamente la cuestión medica.

De hecho, actualmente existen unidades médicas especiales que atienden y tratan el dolor. Pero a pesar de esto, hay personas en el mundo de hoy que jamás han padecido un dolor como los cólicos o la lumbalgia, de las que doy fe porque he padecido ambas.   

- En Europa se generó un verdadero culto en torno a tu libro en los ámbitos médicos y odontológicos...

- Ha sido siempre un apoyo estupendo que ha tenido la novela. Los odontólogos conforman un grupo profesional con una gran preparación y por sus conocimientos de la historia de la medicina pueden juzgar la investigación realizada.

Creo que de entre los muchos posibles lectores que tiene este libro, los dentistas pueden encontrar elementos mejor que nadie, lo mismo que un especialista del Siglo de Oro, por ejemplo. Me parece lo mejor de la literatura.



- ¿Crees que es bueno para la literatura sumarle estos plus que van más allá de la sola fantasía de narrar una historia?

- Pienso que sí. Puedo asegurar que me he documentado hasta más que cualquiera que escriba novelas ejemplares. He tenido que leer libros de la época y empaparme de la cultura del barroco para entender su pensamiento y asumir sus dichos y palabras.

Existe la fantasía y sabemos que es una falsedad, pero en literatura la fantasía debe ser persuasiva y verosímil, la mentira de la literatura debe parecer verdadera...

- Como dice Mario Vargas Llosa: la verdad de las mentiras en la literatura...

- Exacto. Por eso he tratado de utilizar personajes reales, de citar libros reales, de describir operaciones que se practicaron verdaderamente, pero no he querido hacer un libro de historia, quise fabular una novela donde la trama y lo que se pretende ilustrar es el proceso de escritura de El Quijote, pues que eso sea verosímil.

Y para que no parezca un libro de historia, con hipótesis y teorías, será muy importante el discurso del dolor, exponer y mostrar sin hacer un juicio moral o de valor cómo eran esas terapias, en una época en la que –al igual que ahora- se picaban los dientes y las muelas y había que sacarlas.

Cuando vemos películas históricas nos quedamos con la parte aventurera y de acción, pero estoy seguro que a Helena de Troya -que según los mitos era bellísima- seguramente le faltaban algunos dientes y lo más probable es que tuviera un aliento realmente repelente...

(Foto: Gabriela Nakayoshi)

- Tú citas en el libro a un hidalgo contemporáneo de esa época, Miguel de Cervantes, quien escribe en El Quijote: “Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como molino sin piedra y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”. O sea, hace más de cinco siglos que hay una cierta conciencia de que los dientes y el cuerpo tienen aspiración de trascendencia...

- Sí, claro. Había también unos sacamuelas como el doctor Martínez, del que describo su libro en la novela, que se atrevía a hacer sugerencias de enjuagues bucales, preparados con vinagre y pétalos de rosa.

En el libro hay unas figuras que he recuperado de publicaciones históricas que permiten conocer los instrumentales de estos pre-dentistas que ya por estos tiempos postulaban que el sarro había que removerlo. En general, había una intuición.

En la sociedad de la época procesaban las casas con cal viva porque sabían que eso iba a eliminar bichos. Ese principio de la cal y la purificación también se aplicaba a los dientes.
 
- ¿La búsqueda obsesiva del neguijón en tu novela podría compararse con alguna búsqueda actual, igual de obsesiva y –como plantea la novela- "finalmente falsa"?

- Creo que sí. A través de la historia la gente se ha entregado desesperadamente a causas diversas. Es cosa de ver lo que ocurre en televisión hoy. En España, donde vivo, y aquí en América Latina existen estos concursos televisivos en los  que personas anónimas, de la calle, comunes y silvestres, terminan encerrados en una granja, en una isla, en una casa, en un cuarto y toda su permanencia y sus miserias vistas por millones de televidentes.

¿Qué buscan esas personas? La fama, la popularidad, para luego vivir de ello, dar entrevistas exclusivas, animar fiestas. Hoy el gusano no es un eslabón perdido, es una metáfora de una verdad: la búsqueda de algo inexistente y algo por la que muchos están dispuestos a a empeñar lo mejor de sus vidas.

Y forzando aún más este razonamiento, diría que en “Neguijón” –aparte del discurso del dolor y del juego metaliterario con el Siglo de Oro- también hay una idea de demostrar cómo una sociedad puede reducirlo todo al tema religioso. Hay una especie de integrismo light, porque no se llegan a cometer las atrocidades del mundo medieval, pero no dejan de hacerse cosas terribles en nombre de la fe.

Creo que esto también forma parte de los modernos neguijones: hasta qué punto somos sociedades un poco fundamentalistas. De hecho, creo que el fundamentalismo es el gusano de nuestra sociedad hoy.

- Como por ejemplo...

- Bueno, en la televisión hay adivinos, echadores de cartas, astrólogos y charlatanes que tienen más tiempo que un científico.



- Algo que se hace muy común...

- Es que eso para mí es el tema de los neguijones. Relacionándolo con la novela: cómo puede ser que un investigador que esté haciendo estudios importantes no tenga en televisión más tiempo para exponer sus avances que el que te echa las cartas o el que te dice que te lee el futuro. Y sobre todo en los modelos en que hay televisión pública.

- A tu libro se le ha criticado un cierto carácter de pastiche, de producción posmoderna, ¿lo tomas como una crítica o efectivamente es un dato de la causa?

- Lo tomo como un tipo de lectura. Tal como hay algunas críticas que han prestado más atención al trabajo con el lenguaje y al juego intertextual con el Siglo de Oro y creo que me siento bien intrerpretado, le doy cabida a las opiniones que no comparto.

Creo que hoy se puede hacer una novela ambientada en el barroco y no por eso ser posmoderno. Y si lo del pastiche lo plantean por el lenguiaje porque cito expresiones de la época y estamos en el siglo XXI, pues lo hago por el tema de la verosimilitud que te comentaba. Si tengo un personaje que vive en el siglo XVII y dice “tenemos que ponernos las pilas”, pues me parece más surrealista...
 

(Foto principal: Instituto Cervantes/ España)