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Gays y lesbianas, 40 años después

Por Excelsior | 22 Junio, 2018 - 08:24
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Luis Manuel Arellano Delgado reflexiona en esta columna aspectos como la homofobia y la exclusión social en México.

El movimiento de liberación lésbico/homosexual hizo su aparición pública en la Ciudad de México en 1979. Desde la calle Lerma, en la colonia Cuauhtémoc, me tocó presenciar aquel aguerrido contingente de unas 300 personas con las consignas “No hay libertad política si no hay libertad sexual” y “Somos homosexuales y qué”.

La movilización en favor de derechos y reconocimiento para la diversidad sexual inició literalmente a gritos. Fue un choque ideológico, radical. La palabra gay no aparecía en aquel reclamo ni tampoco las identidades sexo genéricas. Se marchó sin carros alegóricos ni contingentes con música. Fue una lucha contra un sistema que traducía en odio su homofobia y que hoy parece ofrecerse con los brazos abiertos.

Por eso es importante recuperar la narrativa. Durante estos 40 años la movilización ha enfrentado circunstancias que modificaron el discurso inicial: la epidemia del sida; la incorporación de la población transgénero; el impacto de la lucha feminista; el respaldo de líderes de opinión, intelectuales y artistas; la suma de empresarios relacionados con los negocios de diversión gay; la legislación en favor de la no discriminación, la sociedad de convivencia y después del matrimonio igualitario, la adopción, el cambio legal de identidad y en general los programas de inclusión de servicios; la disputa partidista por encabezar el movimiento, pero sobre todo, su cooptación por parte del gobierno de la Ciudad. En pocos años pasó mucho.

La marcha del orgullo que hoy conocemos con el acrónimo LGBTTTIQ se masificó pero ese crecimiento la oculta, paradójicamente. Ahora cada año unos 300 mil hombres, mujeres y personas transgénero toman Paseo de la Reforma para salir de la columna del Ángel de la Independencia hasta llegar al Zócalo. Se sumergen en una fiesta que rebasa el discurso de los líderes.

¿Qué tanto ha contribuido el movimiento a enfrentar la homofobia y la exclusión social? ¿Qué tanto el performance masivo cimbra la estructura binaria de los sexos y la heterosexualidad como modelo de vida?

A los colectivos no parece importarles el origen de esta movilización. Abundan los dirigentes seducidos bajo premisas de control corporativo a cambio de “respeto” y acceso a servicios. Puedo citar honrosas excepciones de homosexuales y lesbianas que hacen carrera política, pero literalmente la mayoría se arrebata la palabra en las estructuras de mando a nombre de una falsa representatividad, porque no existe el voto rosa ni la diversidad sexual puede representarse aparentando ser un conglomerado disciplinado y manipulable.

Como movimiento quedó atrapado en la lógica del sistema binario. A pocos ocupa la revisión del orden jerárquico que antepone lo masculino sobre lo femenino. El machismo dentro de los colectivos sigue dominando y se ha vinculado con debilidad a otros temas de una agenda obligada en materia de diversidad sexual que podría contribuir a alcanzar una verdadera libertad corporal e íntima: educación sexual, violencia sexual, infecciones de transmisión sexual y particularmente el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.

En este sentido tiene vigencia una sentencia de la filósofa Judith Butler: “no solo estamos construidos culturalmente, sino que en cierto sentido nos construimos a nosotros mismos”. En un ensayo publicado hacia 1982, la teórica estadunidense plantea la interrogante respecto de cuáles son los aspectos naturales de nuestro cuerpo y cuáles no, particularmente si al final de la lucha “lo que llegamos a ser es nuestro género y no nuestro cuerpo”.

Entonces, ¿qué tiene de subversiva hoy en día esta marcha? El espacio público se ganó dentro del mercado de consumo y disputa política, pero la homofobia no ha disminuido, tampoco la negación silenciosa de servicios ni mucho menos la violencia criminal. El conservadurismo incluso ha crecido y se oculta bajo discursos de tolerancia que el movimiento suma a sus causas. Son 40 años ya de una lucha que devino en coreografía.

La simulación va a seguir porque se parece a otros festejos de miopía cultural, como el futbol. No hay mucho que celebrar, pero el aprendizaje existe. ¿Es usted lesbiana, homosexual o transgénero? Luche por crear un espacio individual. En este momento la calle sigue perdida.

Referencia: Butler, Judith. Variaciones sobre sexo y género. Traducción de Ana Sánchez. El género, la construcción cultural de la diferencia sexual. Ed. UNAM/Bonilla Artigas, 2015, México.