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Grafiteros cubanos develan crítica social en los muros de La Habana

Por Sarah Marsh/ Reuters | 10 Agosto, 2017 - 12:04
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En una isla reconocida por su cultura, el arte callejero no es nuevo. La capital está llena de murales coloridos autorizados por el Estado y proyectos como Fusterlandia.

Los grafitis que representan a seres de apariencia alienígena y hombres usando pasamontañas en los muros dilapidados de La Habana contrastan con los lemas políticos optimistas y las efigies de los revolucionarios cubanos.
 
Para un puñado de jóvenes artistas cubanos, estas creaciones clandestinas constituyen una forma de abordar temas sociales de una manera codificada, los que van desde el miedo a expresarse libremente en público hasta el creciente materialismo que muchos observan la isla.
 
Los grafitis eran hasta hace poco inusuales en los espacios públicos controlados de Cuba. Su aparición refleja un mayor margen de expresión crítica bajo el Gobierno del presidente Raúl Castro y una creciente influencia de la cultura internacional a medida que el país se abre lentamente al mundo.
 
Al igual que los jóvenes blogueros de Cuba, que están empujando los límites de lo permitido en los medios de comunicación al abrir sitios de noticias en internet, los grafiteros locales no se consideran disidentes y han sido en su mayoría tolerados por las autoridades.
 
"Quiero crear una conciencia social con mi obra sobre en qué nos estamos convirtiendo", explicó Yulier Rodríguez, cuyas criaturas alienígenas lucen a menudo mal formadas, con miembros que sobresalen de las cabezas, y desnutridas.
 
Los locales bromean, por ejemplo, al decir que la única razón para trabajar para el Estado, dado el salario mensual promedio de 30 dólares, es robar productos para vender en el mercado negro.
 
Inspirado por artistas callejeros como Banksy y Jean-Michel Basquiat, Rodríguez dijo que sus criaturas a menudo no tienen boca, lo que representa la renuencia de los cubanos a expresar públicamente su descontento por temor a represalias, como la pérdida de puestos de trabajo.
 
La misma idea está detrás de los hombres con pasamontañas del artista Fabián López, cuyo alias es 2+2=5, lo que significa que algo no está bien.
 
El joven de 20 años se hizo conocido recientemente por un grafiti que mostraba a su personaje sujetando la cabeza de Donald Trump, reflejando la ira de los cubanos por la actitud hostil del presidente de Estados Unidos hacia la apertura de las relaciones entre Washington y La Habana.
 
Funcionarios cubanos rápidamente borraron la imagen.
 
 
Al igual que otros grafiteros, López enfrenta desafíos más prácticos. En ausencia de pintura en aerosol común, por ejemplo, estos artistas utilizan pintura industrial en aerosol diseñada para metales, la que tiene una gama de colores más limitada.
 
"Yo terminé el otro día una obra con gasolina (porque) se me acabó el negro", dijo López, quien crea hasta siete grafitis al día, manteniendo un registro de ellos en Instagram.
 
No es para pusilánimes
 
En una isla reconocida por su cultura, el arte callejero no es nuevo. La Habana está llena de murales coloridos autorizados por el Estado y proyectos como Fusterlandia, un vecindario decorado con mosaicos que recuerdan a los del famoso arquitecto catalán Antoni Gaudí.
 
Pero a diferencia del resto de Latinoamérica, los grafiteros que realizan críticas sociales son pioneros en esta forma de arte en Cuba.
 
Todos los artistas dijeron haber sido interrogados por la policía para determinar sus intenciones políticas, más allá de las acusaciones de vandalismo que normalmente se levantan contra los grafiteros en todo el mundo. Ellos dicen que no desafían frontalmente al Gobierno.
 
Los artistas que sí lo hacen se arriesgan a ser acusados de contrarrevolucionarios y ser detenidos.
 
Uno de los primeros grafiteros destacados de Cuba, Danilo Maldonado, emigró a Miami en enero.
 
Conocido como "El Sexto" luego de dejar ese apodo por toda La Habana para burlarse "del culto a los cinco espías cubanos" sentenciados a prisión en Estados Unidos en 2001, sus trabajos le valieron varios arrestos.
 
"No tiene mucho sentido estar en un lugar donde no puedes hacer tu arte", dijo Maldonado, de 34 años, en una entrevista telefónica.
 
Existe una creciente aceptación, aún así, por los grafitis que son abiertamente menos políticos. Aunque los medios estatales rehúyen el fenómeno, la institución cultural Casa de las Américas organizó una exhibición de fotos sobre estas obras el mes pasado.
 
Y a muchos cubanos les gusta ver grafitis en espacios públicos.
 
"Este lugar básicamente estaba en ruinas antes", dijo el músico Raúl Prades, de 54 años, apuntando a un muro de un almacén derruido en La Habana Vieja, ahora lleno de grafitis. "Y ahora está cubierto por arte", añadió.