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Inauguran ruta a Santa Elena, la isla perdida en medio del Atlántico donde murió Napoleón

Por Ed Cropley/ Reuters | 23 Octubre, 2017 - 11:39
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Para los 4.500 residentes del territorio, la reciente llegada del primer vuelo comercial fue causa de celebración y marcó otro paso hacia su inclusión en el siglo XXI.

En Santa Elena, la remota isla volcánica en el Atlántico sur donde murió Napoleón, grandes cambios se han puesto en marcha. Bueno, grandes según los estándares de Santa Elena.

En el corazón de la capital, Jamestown (con una población de 600 personas), a la agente Sophie Cowie le preocupa el tráfico en Navidad; Craig, el principal instructor de buceo, chequea su correo electrónico dos veces al día; y Lucille, taxista local, comenzará a implementar turnos de 24 horas.

Para los 4.500 residentes de la isla, separada de África por casi 2.000 kilómetros de océano, la reciente llegada del primer vuelo comercial fue causa de celebración y marcó otro paso hacia su inclusión en el siglo XXI.

Los residentes locales recién pudieron usar teléfonos móviles e Internet hace 18 meses, complementando el viaje de cinco días a Ciudad del Cabo que representaba su única conexión con el mundo exterior.

Ahora hay un vuelo semanal desde Johannesburgo -vía Windhoek en Namibia- al espectacular aeropuerto de Santa Elena, ubicado peligrosamente en el borde de un acantilado. Los locales esperan un flujo constante de buscadores de emociones aéreas, aficionados a la historia francesa y observadores de ballenas.

Según Craig Yon, propietario de la compañía de buceo Into the Blue, un grupo de submarinistas suecos que habían estado considerando un viaje para ver tiburones ballenas el próximo año reservaron minutos después de leer en Internet que el vuelo inaugural había aterrizado sin problemas.

"Las cosas están repuntando realmente", dijo. "Antes, sólo chequeaba mi correo una vez al día. Ahora tengo que hacerlo en la mañana y la tarde", añadió.

La idea de un aeropuerto para Santa Elena había rondado desde la década de 1930. La isla fue la morada involuntaria de adversarios coloniales de los británicos desde el emperador francés Napoleón al rey zulú Dinuzulu kaCetshwayo y 6.000 prisioneros afrikaners en la Guerra de los Bóeres.

El sitio actual fue elegido hace una década después de que la primera ubicación en la escarpada isla de 16 por 8 kilómetros fue descartada porque en el lugar había una importante colonia de chorlitos, una especie de ave nativa y amenazada con peligro de extinción.

Incluso después de su construcción, una titánica hazaña de ingeniería de ocho millones de metros de roca y 285 millones de libras (378 millones de dólares) del dinero de los contribuyentes británicos, el aeropuerto casi queda en la nada.

Los primeros vuelos de prueba fueron sacudidos por feroces vientos de través, lo que hacía demasiado peligroso el aterrizaje de aviones grandes y llevó a un atraso de 18 meses en su inauguración, período durante el cual la prensa británica lo apodó como el "aeropuerto más inútil del mundo".

El aterrizaje del sábado pasado, en un Embraer de 100 asientos, incluyó instrucciones del proceso de evacuación del avión pero se desarrolló sin problemas, generando ovación y alegría entre los pasajeros y los cientos de locales que llenaban la terminal.

Si bien algunos en Gran Bretaña cuestionan el valor del aeropuerto, para los isleños la terminal ya ha probado su valor, permitiendo varias evacuaciones médicas, entre ellas de un recién nacido.

Sin embargo, una posible consecuencia no planeada de más llegadas es la creciente propagación de enfermedades en una isla cuyos habitantes animales y humanos estaban protegidos de muchos de los gérmenes del mundo.

Recientemente, las escuelas de la isla estuvieron casi vacías debido a un brote de gripe. Supuestamente traída en un barco desde Ciudad del Cabo, afectó al 80 por ciento de los alumnos.