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Joaquín Sabina, el poeta metido a cantante, gira otra vez por el sur

Por LifeStyle.com/ Mariángela Urbina Castilla | 8 Agosto, 2014 - 17:00
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El cantautor visita Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay, llevando su lírica y sarcasmo.

El amor se murió en la literatura. Después de escribirse tantas veces, de tantos modos y a tantos y a tantas, ya no quedó nada en él para rescatar. Se entendió que era el sentimiento más sobrevalorado, que su nombre es el más común de los lugares comunes.

Pero apareció Sabina y dijo: “De sobra sabes que eres la primera / Te juro que por ti daría la vida entera / Y sin embargo te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera”. Entonces el amor se resignificó y Sabina se convirtió en un nuevo diccionario de los amantes.

Su mayor gracias fue aterrizare el amor en la tierra. Lo dotó de condición humana, lo enajenó de la fidelidad y lo condenó a ser una cosa más entre todas las que alguien siente. No la mejor, no la más importante. “Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño”, cantó.

La música, según él, le llegó por accidente. Lo que deseaba en su infancia era ser un profesor de literatura de algún instituto de Úbeda, su pueblo natal en España. También soñaba con escribir una novela vanguardista que nadie leyera.

A pesar de todo eso, a los 14 años formó una banda de rock con sus amigos, Merry Youngs. Interpretaban canciones de Chuck Berry, Elvis Presley y Little Richard. Parece que el rock le llegó para responder, para manifestarse frente a Jerónimo Martínez Gallego, su padre, un policía (Sabina toma el apellido de su madre).

La dictadura de Franco acaba con las opciones de vida para un artista revoltoso. Viaja a Inglaterra y publica su primer libro: una colección de poemas que él mismo distribuye entre sus conocidos. Sabina crece entre libros de Marcel Proust, James Joyce y Herbert Marcuse. También lee a Fray Luis de León, José Hierro y Pablo Neruda.

Cuando vuelve de Londres, con todo el arsenal de conocimientos que se obtienen cuando se rompen las paredes del pueblo, Sabina empieza a trabajar en su primer disco, "Inventario".

Muchos lo llaman poeta. Según el escritor uruguayo Juan Pablo Neyret, con excepción de algunas coautorías y de algunos poemas que musicalizó, Sabina creó sus propias letras y esas fueron sus protagonistas. Su gusto por la literatura no se queda en esfuerzos por ponerles ritmo y sonido a líneas de otros. Él crea las suyas.

Sabina, quien le entregaba la llave de su casa a cualquiera, que celebraba fiestas que duraban días, que se embebía en relaciones efímeras, sufrió un infarto cerebral en 2001. Su amigo Julio Sánchez cuenta que “después de esa visión de la muerte tan cercana uno no puede ser el mismo”.

Luego del infarto, se aleja del ruido. De los escenarios. Está tres años sin montarse a una tarima y entonces vuelve a su semilla, a sus libros, a la literatura.

“En los últimos años he tenido una tendencia muy acusada al silencio y a la soledad. Rara vez veo a nadie. He perdido el absoluto vértigo de estar rodeado de gente haciendo cosas sin parar”, también dijo en el documental.

La literatura y la música se lo han peleado, pero Sabina ha sabido reconciliarlas. El poeta Luis García Montero lo define bien: “Joaquín Sabina es cantante y poeta. Por ajustar más: no un cantante metido de poeta, sino un poeta metido a cantante”.

Sabina estará el 22 y 23 de agosto en el Gran Teatro Nacional de Lima para luego presentarse en las ciudades chilenas de Santiago y Concepción el 27 y 29 de agosto.

El 3 y 4 de septiembre toca en Buenos Aires, el 6 de septiembre en Córdoba y el 11 vuelve a presentarse en el Estadio Luna Park en la capital argentina.

Los últimos tramos de la gira austral se dan en el Yatch Club de Asunción, Paraguay, para rematar en Montevideo, en donde se presenta los días 2, 3,6,7 y 9 de octubre.

 

Cultura/ El Espectador