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La historia del joven colombiano perdido en Alemania
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Deutsche Welle | 20 Febrero, 2017 - 09:05
Jacobo Montoya, de 19 años, lleva meses desaparecido en Heidelberg. Una noche de diciembre la tierra se lo tragó.
"Danza! Reggaetón. Dancehall. Hip Hop”. Así se promocionaba la fiesta latina que tuvo lugar el pasado 16 de diciembre en el bar Ziegler –también conocido como "Billy Blues” – en la Bergheimer Straße, en Heidelberg, Alemania. Hasta allí llegaron unos amigos que, tras pasar un rato de diversión, regresaron a sus casas. Todos, salvo uno. Jacobo Montoya Vélez no ha vuelto a aparecer desde esa noche de baile. Nadie sabe a dónde se fue, por qué no se despidió ni si alcanzó a tomar el tranvía en la Bismarckplatz para viajar a un destino al que jamás llegó.
"Esa noche nos reunimos un poco antes en el apartamento de una amiga para tomar algo antes de salir a la fiesta. Cada uno llevó sus bebidas y todo pasó con absoluta normalidad. Cuando nos fuimos a la fiesta estábamos todos ya algo tomados, incluyendo a Jacobo. Entramos al club y Jacobo se quedó un momento en el bar tomando agua. Esa fue la última vez que lo vi”, cuenta a DW Enrique Cifuentes, amigo del chico desaparecido.
Cuando notó su ausencia, el grupo buscó a Montoya en el local, donde uno de los porteros confirmó que el joven, de 19 años y estudiante en el Studienkolleg de la Universidad de Heidelberg, había salido del lugar alrededor de las 23.30 horas. En teoría, Jacobo, un chico estudioso, amante de las bibliotecas y ajeno a cualquier rencilla, debía caminar una cuadra para tomar el tranvía número 5 que lo llevaría en 18 minutos a su departamento en el barrio de Schriesheim. A medianoche, ese transporte pasa cada media hora. Eso debió ocurrir. En teoría.
Desaparecido en el paraíso
Jacobo (colombiano, criado en Perú, 1,70 metros de estatura, cabello negro casi siempre amarrado), vestía esa noche una chaqueta oscura, jeans, un gorro y bufanda de tonos claros. "Salió de su casa como de costumbre, sin su tableta, sin su computadora, con poco dinero, sin su pasaporte, solo con la ropa que tenía puesta. Y no regresó nunca más”, dice a DW Ángela Vélez, la madre del joven colombiano, quien estuvo tres semanas en Alemania junto a su marido y a la hermana de Jacobo, recorriendo las calles de Heidelberg, pegando afiches, preguntando por su hijo.
"Él quería quedarse aquí. Su plan era estudiar Historia y luego convertirse en profesor universitario. Era un estudiante brillante. Nunca escuché que tuviera planes de regresar a su país o de irse de Alemania”, cuenta Cifuentes. El refugio ideal para el muchacho, que habla alemán y está perfectamente integrado al país, no eran los bares ni las fiestas, sino las bibliotecas. La de la Universidad de Heidelberg, sin ir más lejos, era "el paraíso para él”, dice su madre. Podía pasar horas en ella, leyendo, estudiando, repasando materias.
"Jacobo es un ser maravilloso, un ser de luz, siempre dispuesto, paciente y con una sonrisa en sus labios. Aunque no es perfecto, sí es una de las mejores personas que conozco. Es una persona feliz y siempre lo ha sido, especialmente estos últimos dos años que ha estado en Alemania, donde ha encontrado las cosas que más le gustan, las grandes bibliotecas y los monumentos históricos que están por doquier”, cuenta su madre. La familia, muy creyente, montó una página de Facebook para apoyar la búsqueda.
Parte del 20 por ciento
De acuerdo con la Oficina de Investigación Criminal de Stuttgart, en enero de 2016 se registraron 1.297 casos de personas desaparecidas en Heidelberg y las regiones adyacentes del sur alemán. Allí se incluyen todos los casos, desde los que están solo unos días lejos de casa antes de regresar hasta aquellos quebraderos de cabeza para los investigadores, que incluso tras décadas no pueden dar respuesta a los desesperados familiares. La Policía sostiene que la mitad de los casos se resuelve en la primera semana, y que al mes ya el 80 por ciento está aclarado. El de Jacobo permanece, hasta ahora, en ese desgraciado 20 por ciento restante.
Tras la fiesta, el sábado sus amigos quisieron saber por qué Jacobo se había ido sin despedirse, algo completamente inusual en él. Pero no hubo respuesta a los llamados ni a los mensajes por Whatsapp. Desesperados, fueron a su barrio a buscarlo y avisaron a la Policía, que activó los protocolos de rastreo y que, hasta el momento, no tiene novedades que informar. "La Policía al comienzo lo tomó como el caso de un adolescente que se fue de fiesta con una novia o con amigos y que pronto regresaría. Nosotros les explicamos cómo es Jacobo y sus amigos les dijeron que es una persona razonable. Ahora, los agentes están muy sorprendidos porque esto no es usual en esta zona. Desde el primer momento pedimos revisar las cámaras de seguridad de los alrededores, lo que no fue posible porque se borran cada 48 horas”, revela Ángela Vélez, compungida.
"Para los que lo conocimos nos es imposible pensar que haya tenido conflictos con alguien. No sé a quién se haya encontrado esa noche tras salir del bar. Si has visto su foto sabes que, de todas formas, se nota mucho que es extranjero”, desliza su compañero Cifuentes, aunque en general en la ciudad se vive y se respeta la diversidad, con escasos incidentes con grupos neonazis, según datos de la Policía. "Él nunca nos dijo que hubiera tenido algún conflicto, tampoco mostró actitudes que mostraran malestar. Esto nos lleva a pensar que alguien o algún grupo lo tiene retenido, pero no sabemos por qué ni para qué”, piensa, en tanto, la madre del joven.
Apenas unos días después de la fecha de su misteriosa desaparición, Jacobo estaba feliz porque se reuniría con su familia para pasar la Navidad. Vélez confidencia que "un día antes de desaparecer, hablamos por Skype durante dos horas. Me dijo que era la persona más feliz del mundo, porque todo era perfecto”.