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La historia tras La Giraldilla de La Habana
Entre los cubanos corre l a leyenda que la estatua está inspirada en Doña Inés de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto, quien fue gobernador de la isla desde 1538.
Una diminuta figura femenina de bronce, La Giraldilla, desafía el tiempo desde una atalaya y constituye el más antiguo símbolo de La Habana, la capital cubana que recién cumplió 499 años de fundación.
La Giraldilla es una veleta con forma humana que desde hace más de tres siglos y medio, parece mirar hacia el puerto habanero desde el Castillo de la Real Fuerza, en el Centro Histórico de la ciudad, que el 16 de noviembre último celebró un nuevo aniversario.
Entre los habaneros circula una vieja leyenda de amor que asegura que la veleta, construida entre 1630 y 1634 por el fundidor Gerónimo Martínez Pinzón, se inspiró en Doña Inés de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto, quien fue gobernador de la isla desde 1538.
De Soto tuvo también como misión explorar y conquistar la zona de lo que hoy en día se conoce como Estados Unidos, convirtiéndose en el primer europeo en avistar el río Misisipi en 1540.
Su real obsesión era no obstante hallar la mítica "fuente de la juventud" de la que hablaban los indígenas del norte del continente.
Cuenta la tradición oral que Doña Inés subía cada día a la torre del actual Museo Castillo de la Real Fuerza, en el lado oeste de la bahía de La Habana, desde donde oteaba el horizonte, mientras esperaba el regreso de su esposo.
En esa torre recibió la noticia de la muerte de De Soto en 1542 y supuestamente ella también murió de amor, historia que habría inspirado a Martínez Pinzón casi un siglo después para alabar la fidelidad conyugal y la esperanza.
"Es solo una leyenda", comentó a Xinhua el director del Museo Castillo de la Real Fuerza, Antonio Quevedo, un museólogo que además es historiador y arqueólogo.
El museo que dirige Quevedo conserva ahora La Giraldilla original, la figura en bronce de una bella y altiva muchacha de pie y vestida a la usanza del renacimiento español, con la falda recogida sobre una de sus rodillas, un medallón sobre el pecho con el nombre del escultor y una corona en la cabeza.
La imagen, que mide poco más de un metro, porta en el brazo izquierdo una cruz de Calatrava, orden de la que era comendador Juan Bitrián de Viamonte, el gobernador que ordenó la construcción de la veleta y que además le dio nombre en homenaje a La Giralda, la torre campanario de la Catedral de Sevilla.
En el brazo derecho sostenía un penacho de palma, del que solo conserva el tronco, presumiblemente después de que la escultura fue arrancada de su base por un violento huracán que azotó a La Habana en 1926.
"Fue restituida a la torre campanario, pero sin el penacho de palma, y en 1960, cuando se crea la Comisión Nacional de Monumentos, se determina que La Giraldilla baje de su pedestal", explicó Quevedo.
Sobre la torre se colocó entonces una reproducción, obra del escultor cubano Hipólito Nodarse, que es la que se observa hoy en día en la torre del Castillo, mientras que la pieza original inició un largo peregrinar.
"Estuvo durante muchos años en el Museo de Bellas Artes, después en el Museo de la Ciudad y en el 2008 cuando abrimos este proyecto, donde lo más importante es el propio Castillo de la Real Fuerza, se coloca aquí para presidir la entrada", señaló el museólogo.
La escultura está ubicada en la actualidad casi en la puerta del museo, donde está flanqueada por una campana que también hizo Martínez Pinzón, en 1644, para el Convento de Santa Clara de Asís, el primero de monjas que tuvo Cuba.
La isla, y en especial La Habana, tiene otros símbolos como el Castillo del Morro, que también está a las puertas de la bahía habanera, pero la figura de La Giraldilla poco a poco se ha impuesto y ha pasado a ser una seña de identidad que reconoce a la capital cubana.
Havana Club, el más emblemático ron de Cuba, tiene en su etiqueta una pequeña figura de La Giraldilla, que además está en el uniforme del club de béisbol Industriales, representante de la capital de la isla y uno de los más seguidos en el torneo nacional.
Desde lo alto de la torre campanario del Castillo de la Real Fuerza, La Giraldilla sigue marcando el rumbo de los vientos, pero sobre todo continúa representando a una ciudad que arropa a su símbolo más antiguo, más allá de una improbable leyenda de amor.