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Los 80 años de Mario Vargas Llosa

Por LifeStyle/ Excélsior | 28 Marzo, 2016 - 09:47
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“Mi salvación fue leer”, escribió el autor peruano cuando recibió el Premio Nobel el año 2010. Su vida personal y literaria vive constantes y permanentes renovaciones.

 
 
Protagonista de una trayectoria polifacética que suscita admiración tanto como antipatías, el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa llega este lunes 28 de marzo a los 80 años de edad. Lo hace como un veterano director de orquesta que conduce con maestría la ejecución culminante de su sinfonía vital , llamando la atención en varios frentes. 
 
Mientras las fotografías y la bitácora del romance otoñal que estelariza junto a Isabel Preysler sirven como entretenimiento eventual del público “lector, oyente o espectador” que él mismo espulgó en las páginas de “La civilización del espectáculo” (2012), arremete a mitad de la justa de novedades con el título más reciente de su constelación novelística: “Cinco esquinas”.
 
 
Se trata de un retrato panorámico de la ciudad de Lima en los años 90, en donde la encrucijada urbana del título y los personajes que la atraviesan, valen para representar la turbia atmósfera que se vivió en Perú bajo el violento asedio de la organización terrorista Sendero Luminoso, la brutalidad del contraterrorismo y la corrupción que acaudillaba el gobierno de Fujimori, en oscuro convenio con los mecanismos de coerción y castigo que ejercía, a rajatabla, la prensa amarillista de la época. 
 
Por otra parte, la historia literaria recuerda también que este año se cumple medio siglo de la aparición de su segunda novela, “La casa verde”, publicada por la editorial barcelonesa Seix Barral en marzo de 1966, y galardonada al año siguiente con el Premio Rómulo Gallegos.
 
La novela es uno de los títulos indiscutidos en el quehacer literario del escritor peruano, nacionalizado español en 1993, cuya obra completa acaba de ser incluida en la colección La Pléiade, de la célebre editorial francesa Gallimard.
 
 
Lector apasionado que se aferró a los libros en un trecho difícil de su vida –cuenta en su discurso de aceptación del Nobel llamado “Elogio de la lectura y la ficción”: “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz”.
 
El año 2012 decidió que su ciudad natal de Arequipa fuera el destino final de su biblioteca personal y, paulatinamente, ha ido aportando más de 30 mil volúmenes, muchos de los cuales, han actuado de motor de arranque para sus propias obras. 
 
Entre esas páginas tiene un lugar privilegiado y esencial el escritor estadunidense William Faulkner, por quien Vargas Llosa admite con claridad en el libro autobiográfico “El pez en el agua” (1993) y por el que sintió un hondo asombro desde el contacto inicial.
 
 
“Fue el primer escritor que estudié con papel y lápiz a la mano, tomando notas para no extraviarme en sus laberintos genealógicos y mudas de tiempo y de puntos de vista, y, también, tratando de desentrañar los secretos de la barroca construcción que era cada una de sus historias, el serpentino lenguaje, la dislocación de la cronología, el misterio y la profundidad y las inquietantes ambigüedades y sutilezas sicológicas que esa forma daba a las historias”, ha dicho.
 
Años más tarde, en un nuevo prólogo de “La casa verde” (1999), señala que “probablemente, la deuda mayor que contraje al escribirla fue con Faulkner, en cuyos libros descubrí las hechicerías de la forma en la ficción, la sinfonía de puntos de vista, ambigüedades, matices, tonalidades y perspectivas de que una astuta construcción y un estilo cuidado podían dotar a una historia”.