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Los encantos de las montañas y playas Salvadoreñas voltean las miradas del turismo internacional
El país también buscara mutiplicar los 3.500 turistas chinos que lo visitan anualmente hoy.
Saida de Rivas cuenta que a ella y a su esposo les gustó tanto el montañoso poblado de Ataco, en el oeste de El Salvador, que hace tres años se mudaron desde su ciudad para administrar un hostal.
"Veníamos antes de turistas y vimos el potencial, se dio la oportunidad de comprar el negocio y estamos felices", sintetizó la dueña del restaurante y hostal "Buenos Aires".
Desde el mirador del hostal, los huéspedes pueden observar los murales o pinturas que colorean las fachadas de casas y tiendas, un distintivo del poblado del departamento de Ahuachapán que hace de sus calles empedradas una especie de exposición de arte al aire libre.
Ataco es emblema de la "Ruta de las Flores", una travesía por seis poblados enclavados en la cordillera volcánica Apaneca-Ilamatepec del país centroamericano fundado hace siglos, en las época precolombina o colonial.
El hostal de Saida, las tiendas de artesanías y los restaurantes del poblado reciben lo mismo a clientes salvadoreños que franceses o estadounidenses, conforme más turistas extranjeros están volteando hacia El Salvador para descansar en sus montañas o playas.
"La zona occidental de la montaña es un lugar encantador y a 45 minutos de acá encontramos la playa. A una hora encontramos la ciudad", describe la hotelera salvadoreña.
El país más pequeño de América continental llegó en 2017 a la cifra de más de 2,2 millones de turistas extranjeros tras casi una década de sumar crecimientos anuales de afluencia, según su Ministerio de Turismo de El Salvador.
Las playas en los 300 kilómetros de su costa en el Pacífico, el lago Coatepeque de origen volcánico y rodeado de otros volcanes o los sitios arqueológicos mayas habían atraído en 2009 a poco más de 1,4 millones de visitantes, una cantidad 65 por ciento menor a la del año pasado.
El Salvador acaparaba ya el 13,3 por ciento del turismo internacional en Centroamérica en 2016 a pesar de la inseguridad producida por sus pandillas, la cual apuntala la percepción en el extranjero de que es un país peligroso.
Pero es normal que surfistas brasileños o de otros países reten olas o disfruten del atardecer en un bar de la playa El Sunzal, a sólo 40 kilómetros de la capital San Salvador.
No es extraño que al ministro salvadoreño de Turismo, José Napoleón Duarte, le pregunten cuál ha sido la fórmula para que el sector crezca cuando la inseguridad es un problema que se resalta.
El funcionario responde que los propios turistas son los que se encargan de tirar esa imagen porque, de vuelta en sus lugares de origen, hablan que El Salvador no es como lo pintan.
En una esquina del pintoresco Ataco, un policía turístico platica relajado que al turista extranjero se le respeta bastante en cuanto a su seguridad pero, como en cualquier otra parte del mundo, si busca problemas puede encontrarlos.
Las calles de ese pueblo cuentan con cámaras de vigilancia y oficiales locales, más agentes de la Policía Nacional Civil y de la Policía de Turismo, un cuerpo capacitado para orientar y auxiliar visitantes.
"Estos pueblos no son peligrosos. El turista puede venir sin problema", asegura el agente con 15 años de experiencia.
A siete kilómetros de distancia, en Apaneca, el coordinador del café y centro turístico "Albania", Cristian Portillo, cuenta que atiende españoles, suecos, estadounidenses, japoneses, mexicanos, colombianos u hondureños.
Los turistas llegan atraídos por el laberinto construido en esa finca con más de 3.800 palos de ciprés y que impone el desafío de llegar hasta una campana en su centro.
Cristian dice que el grueso del turismo son personas que con mochila al hombro recorren la cordillera donde está Apaneca, otra joya de la "Ruta de las Flores", y que en ella encuentran aventura, gastronomía y amigos.
"Cuando llueve la gente se emociona y lo pasa divertido (...) Es parte de la emoción que se vive acá, el gritar allá adentro, sentirse sofocado como parte de la aventura", describe en torno al laberinto.
Convertir al sector turístico de una actividad que decrecía a una que contribuye con el 6 por ciento de la economía salvadoreña, en menos de una década, implicó una "lucha titánica" de crear circuitos, rutas y conectividad el ministro de Turismo.
A su llegada al puesto, en 2009, el funcionario trabajó con su equipo para impulsar el turismo entre los salvadoreños y lanzar campañas sobre la oferta del país en mercados que generan más ingresos en su visita, como el europeo y norteamericano.
"A junio de 2018 el crecimiento superò el 14 por ciento (...) Este año tengo una expectativa muy importante", adelantó Duarte.
El ministro salvadoreño aseguró que ahora apuntan a atraer al mercado chino una vez que los dos países establecieron relaciones diplomáticas en agosto pasado.
La meta es aumentar la afluencia de los 3.500 turistas chinos anuales de la actualidad a decenas de miles en unos cinco años, por lo que buscan trabajar con los operadores turísticos de ese país, capacitar a guías salvadoreños en mandarín y hablar con aerolíneas sobre conectividad.
Saida describe a El Salvador como un país con virtudes y potenciales por sus lugares mágicos, mientras que el ministro Duarte dice que es como un granito en la tierra lleno de amor y esperanza.