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Luis Nishizawa, el pintor que trabajó con la luz y la espada

Por El Economista / LifeStyle.com | 3 Octubre, 2014 - 13:53
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El 29 de septiembre falleció a los 96 años el reconocido artista plástico mexicano Luis Nishizawa, quien supo darle una mirada creativa y poderosa a todos los símbolos que conformaron su vida.

Luis Nishizawa nació un 2 de febrero, Día de la Candelaria, en el Estado de México, en 1918, rodeado de campo, colibríes y de la luz plateada que reflejan los volcanes. Y murió hace unos días -el 29 de septiembre- rodeado de su familia y de la admiración de quienes conocieron su pintura y una vida entregada al arte de manera cabal.

La primera fecha hace referencia a la luz, a las candelas, a un rito milenario de origen oriental que se engarzó fuertemente en la tradición mexicana y que festeja el comienzo de un ciclo agrícola con Niños Dios vestidos de infinitas formas y tamalli.

En la segunda fecha, la de su deceso, se celebra en México a San Miguel, el Príncipe de los Ejércitos del Cielo, un arcángel guerrero.

Es decir, la de Nishizawa fue una vida plena de simbolismos de principio a fin: primero la luz y luego la espada. En este último caso su combate se libró contra poderosos enemigos del talento mexicano: la pobreza y la marginación.

Su herencia pictórica comprende centenas de trabajos, una prodigiosa cornucopia de esculturas, murales, grabados, acuarelas, mixografías, vitrales; cuadros fabulosos entre los que figuran naturalezas muertas, retratos, autorretratos (de lo mejor de su trabajo), paisajes (de lo más celebrado), desnudos...

Obra que redundó en premios y distinciones nacionales e internacionales entre las que sobresalen desde el Premio Nacional de Ciencias y Artes hasta el premio Tesoro Sagrado del Dragón, que le otorgó el gobierno de Japón.

En el escudo de la familia Nishizawa aparecen dos elementos básicos que parecen predestinar la vida y aspiraciones del maestro: el bambú y el gorrión.

En la educación de Oriente suelen tener como ejemplo a seguir los atributos del bambú: recto, esbelto, siempre creciendo con la mira puesta en el sol. Pero también flexible, por eso resiste a todo viento. Esa obsesiva verticalidad de su vocación, sus colores alegres, su vitalidad, le dan un parangón con la vida del hombre: su meta está en las nubes, se dobla pero no se rompe.

Y el gorrión es un ser de naturaleza inquieta, de espíritu libre que, no obstante, sabe en donde permanecer para protegerse: por lo regular en nidos que hace entre las cañas del bambú.

Así, basado en la dualidad fortaleza-suavidad, permanencia y cambio, en la luz y en la espada, la obra de Luis Nishizawa habitan todos los motivos y todos los mundos posibles: el mundo micro de los insectos; el mundo macro de las montañas y el paisaje; y el intermedio, propio de la dimensión del hombre.

Entre sus obras más importantes destacan "Niños armando un Judas" (1953), "Caín" (1958), "Cristo de Iztapalapa" (mural, 1956), "Al caer la tarde y el sueño de mi madre" (1970), "Retrato de María" (s.f.), "Mi padre en sus largos días" (1965), "Iztaccíhuatl" (1998) y "Colección de desnudos" (2002), entre muchos otros.