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Mini Cooper no defrauda en su tercera generación y garantiza diversión

Por Javier Millán | 26 Agosto, 2014 - 18:32
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La diversión está asegurada desde el principio: es habitual que las aceleraciones y recuperaciones se materialicen con suma facilidad y suavidad, sin tirones de potencia según se revolucione el motor para ganar más velocidad.

El Mini siempre se ha visto como un coche pequeño en el que uno puede divertirse exprimiendo chasis y motor y esta vez no iba a ser menos. En la tercera generación que se acaba de poner a la venta Mini no ha defraudado y ha montado en su versión Cooper de gasolina un motor de 136 CV, frente a los 122 de la anterior.

Se trata de un tres cilindros con tecnología TwinPower Turbo: turboalimentado, inyección directa de gasolina y sistema de regulación variable de las válvulas y control variable del árbol de levas.

Es el mismo tres cilindros estrenado en el BMW i8, aunque en este avanzado ultra deportivo híbrido rinde una potencia que muestra de lo que es capaz este 1.5 derivado. Son 231 caballos y 170 Nm de par motor.

El nuevo tricilíndrico deriva de un clásico en BMW, el seis cilindros en línea de 3.0 litros, que tantas satisfacciones ha dado a la marca y a los aficionados, porque no hay que olvidar su versión M rondando los 350 caballos sin turboalimentación.

Puede decirse gráficamente que el 3.0 ha recibido un corte por la mitad y ha sido adaptado a una nueva existencia con la respiración asistida (turboalimentación) que permite asociar a esos 136 caballos del Mini un par máximo de 220 Nm que el propulsor entrega entre las 1.250 y las 4.000 rpm.

Esto significa que, desde abajo, el motor empuja con fuerza, de manera similar a como lo hace un turbodiesel, y se puede seguir estirando hasta las 6.000 rpm.

La diversión está asegurada desde el principio y es habitual que las aceleraciones y recuperaciones se materialicen con suma facilidad y suavidad, sin tirones de potencia según vayamos revolucionando el motor para ganar más velocidad.

Con estos rasgos de personalidad, a este Mini no se le atraganta ningún repecho y cuando la vía es plana se puede aprovechar la sexta velocidad para llanear y conseguir consumos de gasolina casi propios de un diesel.

Mini ha homologado un gasto medio de 4,6 litros a los 100 kilómetros, que aumenta en algo más de un litro cuando se conduce con brío, tratando de exprimir lo mejor de este novedoso motor.

Las carreteras reviradas constituyen el mejor alimento para el verdadero potencial del bastidor del Mini y, en este caso, de un motor brioso que empuja con mucha claridad desde muy bajo régimen de giro.

La transmisión muestra un buen escalonamiento y destacan la segunda y tercera relaciones, capaces de entregar potencia y estirar, ahorrando algún que otro cambio, especialmente cuando se rueda en tercera.

La caja de cambios se acciona con una palanca que transmite movimientos precisos y cortos, dos atributos que mejoran la utilización deportiva de un coche que se mantiene fiel a los principios dinámicos que históricamente han caracterizado a los Mini de todas las generaciones.

El nuevo bastidor, aún siendo de mayores dimensiones, ha reducido el peso y es más rígido, lo que neutraliza la mayor distancia entre ejes de la nueva generación Mini.

Con la nueva arquitectura del chasis se intensifica la sensación de pilotar un kart, un tipo de vehículo en el que todo se siente de manera muy directa. A bordo de un kart todo ocurre con mucha rapidez y se transmite de forma muy directa, además de que dinámicamente es extraordinariamente eficiente, difícil de sacar de sus líneas de giro. Es lo que Mini denomina "Go-Kart".

Otra mejora introducida respecto a la segunda generación es un nuevo reglaje del esquema de suspensión, con soportes de tres recorridos de compensación.

El modelo probado lleva el Mini Driving Modes que, mediante un botón giratorio ubicado en la base de la palanca de cambios, permite elegir entre tres modos diferentes de conducción.

El conductor puede elegir entre el ajuste estándar MID Mode  o los deportivos Sport y eficiente Green.

En los tres casos la selección de uno u otro incide en la curva de aceleración y en el sistema de control dinámico de la suspensión DDC.

El ajuste estándar es el más confortable, aunque mantiene ese grado de firmeza que caracteriza a cualquier Mini, y el Sport es necesario para hacer curvas. Mejora la estabilidad en los giros y eleva la velocidad de paso por curva.

El modo ecológico suaviza todo, especialmente las reacciones a las demandas de aceleración para evitar un consumo excesivo.

Este modo es el mejor para ciudad, el MID es muy adecuado para circular por vías de poca exigencia dinámica y el Sport, sin duda, imprescindible para ganar aplomo y vivir las sensaciones "Go-Kart".

El bastidor, en conjunto, tiene un claro tono deportivo, debido a ese ajuste firme de la suspensión, pero también a una dirección de asistencia eléctrica muy rápida de reacciones, pero que sigue dando poca información sobre la posición real de las ruedas delantera, especialmente en las salidas de los giros.

Es habitual encontrarse con la dirección más cerrada de lo habitual, especialmente en los primeros kilómetros, hasta hacerse con las reacciones del coche.

Como en su antecesor, el eje trasero va a seguir fielmente las órdenes de dirección y tan rápidamente como en las generaciones anteriores, a pesar del incremento de la distancia entre ejes.

Con exceso de velocidad en los giros se va a notar suspendido el tren trasero, una consecuencia de la ligereza de peso en esa parte del coche. En conducción deportiva va a ser difícil calentar los neumáticos traseros adecuadamente.

Metido en curva, no obstante, el Mini va a percibirse siempre muy sujeto al asfalto y rápido en las reaccionas, las buenas y las malas, cuando el tren trasero por exceso de esfuerzo pierde la trayectoria, lo cual ocurre en un umbral al que es difícil llegar.

A pesar de una tendencia natural subviradora (dominante delantera), el conjunto es muy neutro, de forma que el coche admite ser apuntado bruscamente hacia el vértice de la curva.

Las frenadas son potentes, pero hay que tener cuidado en los asfaltos bacheados, porque se pierde mucha efectividad por la sequedad de la amortiguación. Las ruedas delanteras pueden quedar en el aire con facilidad.

La ciudad también es un entorno apropiado para este Mini de tres puertas. Unas dimensiones contenidas, aunque ha crecido unos centímetros respecto a la generación anterior, permiten callejear con soltura en la ciudad, donde también es fácil encontrar un hueco en el que quepan sus menos de cuatro metros.

El Mini es ahora 9,8 centímetros más largo (mide 3,82 metros), 4,4 centímetros más ancho (1,72 metros) y es casi un centímetro más alto (1,41 metros).

Lo que puede resultar incómodo en la utilización diaria es la firmeza de la amortiguación y la sequedad de reacciones, copiando muy fielmente el deterioro de los asfaltos y convirtiéndose en una tortura las bandas de reducción de velocidad.

Cuando se accede al interior se aprecia una elevada calidad visual de los materiales y una ejecución de los ajustes de alto nivel.

El diseño ambiental es nítidamente Mini, aunque en el tablero de a bordo se han operado transformaciones de importancia, como el cambio de ubicación del velocímetro, antes en la gran esfera central y ahora colocado al lado del cuentarrevoluciones, detrás del volante, como es lo habitual en la mayoría de los coches.

Otra seña de identidad que se pierde es que las palancas de accionamiento de los elevalunas eléctricos -en Mini no hay botones para mantener su aire retro de coche clásico- pasan del centro del salpicadero a los reposabrazos de las puertas.

Estos dos cambios han permitido que en la esfera central ahora se pueda montar una pantalla opcional de 8,8 pulgadas que permite visualizar el resto de la información del coche: el navegador, el teléfono, el equipo de música o la conexión a internet de nuestros dispositivos móviles.

En la unidad probada el marco de esta esfera central cambia de color y parece que estemos ante una de las características máquinas de música de los años 60-70, las conocidas como Jukebox.

Conduciendo de noche, el interior es cálido por esta combinación de luces que iluminan la esfera central.

El volante, con realces a las diez y diez para un mejor agarre, aunque pueden resultar incómodos a quien no tiene una buena posición de conducción, es multifunción, lo que permite un buen control de algunos dispositivos del vehículo.

Todas las palancas están a mano y el puesto de conducción es cómodo, tanto para traslados cortos por ciudad, como para viajes largos.

El coche se enciende pulsando una palanca roja -el resto son en terminación metálica- situada en esta generación debajo de la esfera central.

Es entonces cuando se escucha el sonido característico de su motor gasolina. Una pequeña ronquera propia de propulsores más gordos y que le da un toque más deportivo.

En la versión probada los asientos también son deportivos, lo que permite una mejor sujeción del cuerpo. En la parte trasera solo pueden viajar otras dos personas -está homologado para cuatro- que van un poco más tumbadas de lo normal.

Aunque el Mini se suele ver mucho como segundo coche y aparcado a las puertas de los colegios, meter sillas de retención infantil es una tarea de contorsionistas. No es el mejor coche para viajar con niños.

El maletero ha crecido hasta los 211 litros de capacidad, una gran mejora, pero sigue siendo justo para transportar equipaje. Con esta oferta de espacio es un coche claramente para utilización individual o de pareja, a lo sumo.

Ampliar el volumen de maletero es fácil a partir de unos tiradores, a la altura de los hombros de los asientos, que cuando se levantan liberan las butacas, que se quedan casi al ras del suelo.

En el maletero se ha diseñado un sistema que permite dejar en posición vertical la bandeja que separa la zona de carga del lugar destinado a la rueda de repuesto.

Con este sistema se puede ganar en profundidad, lo que posibilita meter en el maletero bultos más altos sin retirar la bandeja.

El Mini como coche exclusivo que es, puede montar, a imagen y semejanza de la matriz BMW, numerosos opcionales que incrementan la factura a pagar por este vehículo y que lo diferencian del resto.

En el caso de la unidad probada destacan la cámara marcha atrás para aparcar; el avisador de que te acercas demasiado al vehículo que te precede; o el "head-up display", una pantalla que emerge por encima del volante y que proyecta, entre otras cosas, la velocidad a la que se circula y que lee las señales de tráfico.

En definitiva, Mini ha vuelto a hacer un coche exclusivo y emocional que gusta a las mujeres y que suele estar en manos de solteros jóvenes o parejas.

También va dirigido a aquellos que quieren tener un vehículo pequeño y rápido y que gustan de la personalización para no encontrar otro igual sobre el asfalto.

Su precio está en línea con lo que piden sus competidores, salvo en el caso del Fiat, que le está restando ventas por su diseño, a pesar de que la potencia de su motor está por debajo de lo ofrecido por el modelo británico.

* Reportaje EFE