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Peleas de pareja: cómo discutir sin llegar a declararse la guerra

Por Télam | 14 Diciembre, 2016 - 10:57
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Especialistas recomiendan diferentes técnicas para evitar que los conflictos escalen y los miembros de una relación acaben provocándose daño.

El que diga que nunca pelea con su pareja, que tire el primer reproche innecesario. Que pase la primera factura. Que dé el primer portazo. Pelear -o discutir, en un rango que va desde el tenso intercambio de ideas hasta el llanto y las amenazas de terminar con todo- es una parte natural de toda relación.
 
Estar siempre bien de ánimo suele ser apenas una máscara que oculta las miserias que van por dentro. Y estar siempre de acuerdo en todo con la pareja, de hecho, ni siquiera es del todo normal. Más bien habla de un comportamiento simbiótico y codependiente.
 
“La gente que cree que sus  relaciones están libres de conflicto suele engañarse a sí misma, solo están ocultando los problemas”, afirman Mark Michaels y Patricia Johnson, pareja de coautores del libro "Designer Relationships", donde recomiendan formas de mantener sana una relación, tanto monogámica como poligámica o abierta.
 
Pelear es inevitable e inclusive es sano, libera la presión que se acumula cuando algo -en la relación o en la vida cotidiana- no está funcionando. Pero, como en los deportes de combate o inclusive en los enfrentamientos bélicos, pelear también debería tener sus reglas, para evitar que se cometan “crímenes de guerra”.
 
Pero uno de los mayores problemas en las discusiones de pareja es que muchos tienden a aferrarse a un concepto que es válido para el boxeo o la batalla de las Termópilas, pero no para una relación: que alguien tiene que ganar.
 
Ganar, en una situación de combate, es una cosa en extremo cruel. Implica un adversario vencido. Un ejército derrotado. Un luchador inconsciente en la lona de un cuadrilátero. La victoria en una pelea implica gente rota. ¿Y quién quiere en realidad “romper” a la persona que ama?
 
“El trofeo por ganar es muy pobre y te deja muy solo”, explica a Télam Valeria Schapira, experta en relaciones del sitio de citas Match.com. “Cuando una de las partes quiere ganar, pierden los dos. Más que ganar la discusión hay que buscar ganar el consenso”, ejemplifica.
 
Para la pelota
 
Cualquiera puede perder el control. Requiere de mucho entrenamiento y de una actitud muy “zen” ante la vida mantenerlo todo el tiempo. “No ha habido todavía un filósofo que pudiera soportar un dolor de muelas pacientemente”, dice William Shakespeare en “Mucho ruido y pocas nueces”. Y, cuando algo duele, se tiende al estallido.
 
 
Cuando una pelea explota y crece en magnitud, sin embargo, hay formas de detenerla. En las prácticas sadomasoquistas existe lo que sus adeptos llama la “palabra de seguridad”. La pareja establece un código, una palabra determinada -puede ser cualquiera- que significa, en el contexto de esa relación, “hasta aquí llegamos”. Si en mitad de una sesión de dominación, él grita “no, por favor, basta”, ella continuará con los latigazos. Pero si él dice “termotanque” (asumiendo que esa es la palabra segura pactada), el dolor se detiene.
 
Una mecánica similar es muy recomendable para cualquier discusión: comprometerse a un código que, cuando uno de los dos lo utiliza, obliga a ambos a detenerse antes de que la violencia escale.
 
Otra recomendación es establecer límites. Así como es un crimen de guerra torturar prisioneros, se pueden considerar faltas a la hora de discutir el usar vocabulario soez, dar un portazo o irse del lugar en mitad de la pelea. Si se puede discutir sobre cualquier cosa -e inclusive en cualquier tono, hasta levantando un poco la voz- pero evitando, por ejemplo, el vocabulario insultante, la escalada es siempre menor. Y la aparición de un insulto actúa también como un código. Si el límite se rompe, es buen momento para detenerse.
 
El libro de Michaels y Johnson incluye un consejo que suena inusual, pero que tiene sentido: no discutir grandes temas en el calor del momento. Programar la discusión, agendar el momento del “tenemos que hablar” para un futuro cercano, pero que les permita a ambos un tiempo amplio de reflexión. Y, para cuando la tensión explota de manera inevitable, proponen soluciones no verbales, como por ejemplo quedarse en silencio mirándose a los ojos hasta que baje la presión.
 
El plazo largo
 
Claro que todas estas recomendaciones son funcionales en el corto plazo, sirven para desactivar esa bomba que está a punto de estallar. ¿Pero cómo llegar a una convivencia más sana en el largo plazo? ¿Cómo discutir los temas realmente serios de la pareja y llegar al consenso sin pelear?
 
“Hace falta mucho trabajo previo para no llegar a la instancia de la pelea a los gritos”, concluye Schapira, “Es como con tu economía personal, los 'pases de factura' suceden porque las cuentas pendientes se amontonan cuando las cosas no están en regla. Una pareja que tiene diálogo viene hablando de los temas que les hacen ruido desde mucho antes de que se conviertan en motivo de una pelea. Si se habla siempre de todo, no se acumulan rencores y se evita el síndrome de la olla a presión”.
 
Así y todo, si todo falla, aún hay una salida más, que recomienda la especialista: “Después de la pelea, aprender a pedir perdón. Pero no como una cosa formal, sino pedir perdón desde el corazón. Dejar de lado el orgullo y admitir el error es la única forma de no destruir los vínculos”.