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Raphael Bob-Waksberg, creador de Bojack Horseman: "La vida es graciosa y extraña"
La mente tras la exitosa animación de un caballo actor que terminó recientemente en Netflix, habla sobre cómo se mezclan el drama y la comedia.
La televisión de la última década fue diseñada para que los espectadores empaticen con aquellos personajes que en el mundo real no recibirían simpatía o comprensión alguna y que, en medio de sus terribles acciones, lleguen a entenderlos e incluso alentarlos para continuar. Ha sido el caso de Walter White, un profesor de química que terminó cocinado metanfetamina y abandonando toda su ética y moral; de un exitoso publicista, narcisista y mujeriego como Don Draper o de un político cínico y egoísta como Frank Underwood. Todos ellos ahora son leyendas de la pantalla chica que descansan en un olimpo de célebres personajes tras su final, el mismo al que ahora Bojack Horseman se da el lujo de pertenecer. BoJack Horseman, un caballo que alcanzó la fama en la década de 1990 con su programa Horsin’ Around, es el antihéroe que la televisión necesitaba para culminar una maravillosa década de oro.
Tras la cancelación de su serie, Horseman cae a un tormentoso abismo existencial empujado por el resentimiento, la frustración, el odio a sí mismo y los demonios de su borrascoso pasado. El alcoholismo, la adicción y los excesos se volvieron parte de su vida, así como una profunda depresión. Durante años, además, hizo lo posible para arrastrar al fondo junto con él a todos los seres que le demostraron sincero afecto, hasta que, motivado por una penosa y terrible experiencia personal, decidió salir del hoyo que él mismo había ayudado a cavar.
Pero no fue solo BoJack lo que hizo a BoJack Horseman especial, sino cada uno de sus personajes, su entorno enmarcado en el tormentoso mundo de Hollywood, sus frases, reflexiones, filosofía e incluso sus apuestas gigantescas en cuanto a narración y animación. Durante seis temporadas, Bojack exploró el vacío, la existencia, el bien y el mal, la vida y la muerte, entre otras cosas. Ahora, con su final, que no fue nada complaciente con la vida del caballo, ha dejado a todos satisfechos y sorprendidos. Fue un viaje al fondo de su adicción, su depresión, pero, sobre todo, un recorrido por cada uno de los detalles que hicieron a la serie destacar por encima de otras. Luego de la emisión de sus últimos capítulos y de la ola de críticas positivas que tuvo el final de la serie, El Espectador habló con su creador, Raphael Bob-Waksberg, para ahondar en la mente detrás del caballo más famoso de la televisión.
¿Por qué decidieron dividir la temporada final en dos?
Principalmente, por razones prácticas y comerciales. Sabíamos que solo teníamos 16 episodios y queríamos darle un espacio a la historia. Al dividirlos de esa manera podíamos tener ocho capítulos un año después de que la quinta temporada salió y luego la segunda mitad un poco después, para darle un respiro. Creativamente, fue interesante también la manera como cambió el arte de contar la historia de la temporada. Teníamos temporadas de 12 capítulos, y ahora, con una de 16 dividida en dos, era un nuevo desafío para narrar la historia. Fue emocionante para nosotros.
¿Sabía desde el inicio del programa a dónde quería llegar?
No, ni siquiera pensé que obtendría permiso para llegar a una segunda temporada, y luego vinieron la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta. Así que cada año pensábamos qué tipo de historia queríamos contar. No quería que estuviéramos en un transbordador prescriptivo o construyendo todo rumbo a un lugar en específico. El mismo acto de hacer el programa incide mucho sobre lo que es el programa. Los tiempos en que vivimos ahora son muy diferentes de lo que eran hace seis años, en la primera temporada. Creo que es importante haber permitido que el programa evolucionara a medida que lo haya necesitado. No necesariamente había que ajustarlo todo para que llegara a donde se suponía que debía llegar.
¿Qué fue lo mejor de crear “BoJack” para usted personalmente?
Es una pregunta difícil. Lo mejor fue que estaba trabajando con tantos talentos increíbles: escritores, actores, artistas y animadores. He conocido a tantas personas maravillosas. Y yo diría que la segunda cosa es la respuesta de la gente, los fanáticos de la serie. Ha sido una experiencia increíble para mí.
Ha dicho que la televisión es un trabajo de muchas personas por el que solo una se lleva todo el crédito. ¿Cree que es una industria injusta?
Bueno, sí. Es la naturaleza de todo, supongo. En cualquier proyecto no puedes citar a cada persona detrás de cada tarea. A mí me encanta hablar sobre todo de lo increíble que es la gente que trabaja en el programa. Hubo mucha gente. Creo que todos estamos muy orgullosos del espectáculo juntos. Estaba hablando con el director supervisor y él decía: “¿Sabes qué tiene de asombroso el programa? Todos los que trabajaron acá lograron algo y pueden decir ‘yo hice eso’”.
“BoJack” mezcló situaciones oscuras con bromas realmente divertidas. ¿Cómo lo hizo?
(Risas) ¡No lo sé! Solo lo hice. Tomé una historia muy oscura y le puse algunos chistes tontos. Creo que hay un miedo a veces entre los escritores a que si haces las cosas graciosas no te van a tomar en serio. Pero no encontré ese problema en mi trabajo. BoJack está lleno de chistes graciosos que hicieron los momentos oscuros divertidos, y de hecho así es la vida: muy graciosa y extraña. Y puedes tener el peor día de tu vida y aun así algo divertido o gracioso pasará en medio de ello. Así que creo que es justo decir que es un programa tonto y serio a la vez.
Hubo episodios con una estética distinta, como el del monólogo en el funeral de Beatrice Horseman o aquel del festival de cine bajo el agua. ¿Cómo fue la conceptión de estos y qué influencia tenía la animadora del programa, Lisa Hanawalt?
Lisa fue una colaboradora fenomenal desde el principio del programa. Estos episodios vienen de ideas que queríamos intentar. Amo los retos y las nuevas maneras de contar historias, así que cuando llegaba un guionista con algo diferente simplemente lo probábamos y nos fijábamos en buscar una narrativa especial. Creo que hay todo tipo de formas de contar historias, y si te fijas en la historia de la televisión la mayoría de los programas cuentas historias de la misma manera. Por eso fue emocionante intentar nuevas maneras de hacerlo.
Otros programas también han manejado temas como el #MeToo. ¿Qué hizo a “BoJack” triunfar por encima de ellos?
Pienso que tuvimos suerte. Fuimos afortunados en que esa historia que surgió con el MeToo era una que nosotros ya estábamos contando: la historia de un hombre muy problemático. Y eso fue antes de que este movimiento sucediera.
También se abordaron otros temas, como la ansiedad, la depresión, la frustración y el éxito. ¿Qué hizo que los televidentes tuvieran tanta empatía con los personajes?
Pienso que era el hecho de que les permitimos a los personajes ser muy vulnerables. Siempre pensé que podrías tener un personaje que es bueno y desagradable a la vez y el público encontraría una manera de relacionarse. Puedes mostrar sus heridas y mostrar por qué es de la manera que es para entender también lo que fue. Así también es como vas a entender lo que quiere. Ese era el objetivo artístico. Creo que también influye el hecho de que son dibujos y animales. Quizás te vuelve a poner en tu infancia y eso te permite desarrollar sentimientos sin resistencia.
¿"BoJack" tenía una ansiedad existencial o una depresión clínica?
No lo sé, dejaré que la audiencia lo decida (risas).
Ahora, con el final de la serie, ¿cambiaría algo de lo que se hizo?
Sí, pero no quiero decírselo a nadie (risas). Claro que hay cosas que cambiaría. Pero me gusta el hecho de que sea imperfecta, eso la hace humana.
¿Cuál fue la inspiración para los programas que existían dentro de “BoJack”: “Horsin’ Around” y “Philbert”?
Horsin’ Around está basado en un montón de programas que miraba cuando era niño, como Full House y Growing Pains, esa clase de comedias de situación que involucraban a la familia. Hacemos bromas sobre los clichés de estos programas, pero hay algo claro en ellos y es que significaban algo para las personas, y eso es lo que buscábamos con BoJack Horseman.
Fue muy crítico con Netflix por no dejar rodar los créditos completos y pasar al siguiente episodio de una vez. ¿Cómo afecta eso al proceso creativo?
Bueno, no sé. Digo, algo que hicimos en el otro programa, Tuca & Bertie, es que pusimos algunas escenas después de los créditos porque pensábamos que eso haría que las personas quisieran ver los créditos para ver esas escenas finales. Creo que tienes que ser creativo, tienes que encontrar una manera de atraer a la gente para que vea los créditos. Yo disfruto viéndolos porque me gusta reconocer a las personas que trabajan en los programas, pero también me gusta porque me da un momento para pensar sobre el episodio que acabo de ver. Escuchar la música final y sentir lo que se supone que me quieren hacer sentir. No pienso que la forma de mirar un programa sea cortarlo antes de que realmente termine. Sería de gran ayuda que la plataforma no se saltara los créditos automáticamente y empujara a los usuarios al siguiente episodio. Creo que lastiman sus propios espectáculos cuando lo hacen.
¿Qué cambió en usted después de todo esto?
Todo. No tenía un programa de televisión. No sabía lo que estaba escribiendo, ni siquiera sabía qué trabajo iba a tener. Ahora tengo 77 episodios de un programa que creé, con los que demuestro mi forma de pensar sobre la televisión, mis personajes y mi manera de escribir. Todo mi mundo ha cambiado.
¿Qué cree que hizo a “Bojack” especial para tantas personas?
Lo dejo abierto a su interpretación (risas). Diría que algo de éxito interior o de éxito para las personas que quieres.