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Rey de Picas, el as bajo la manga de Joyce Carol Oates

Por Andrés Ricciardulli/ El Observador | 30 Diciembre, 2016 - 08:19
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La última entrega de la estadounidense es una dinámica novela de suspenso psicológico que retrata el mundo privado de los escritores.

El Observador | El rostro de Joyce Carol Oates se debe de haber torcido en una mueca desagradable cuando se enteró de que el premio Nobel de Literatura 2016 iba para el músico Bob Dylan. Eterna candidata a ganar el máximo galardón de las letras, la escritora estadounidense comprobó una vez más que la academia sueca pasa olímpicamente de su literatura.

Seguramente fue un momento muy doloroso, porque una cosa es perder frente a Alice Munro, Patrick Modiano o Svetlana Aleksiévich y otra muy distinta es hacerlo frente a un cantautor que se mostró tan sorprendido por la distinción como el resto del mundo.

Más de sesenta novelas, cuatrocientos relatos, ocho libros de poesía, trece de ensayos, seis textos para jóvenes, tres para niños, nueve obras de teatro y un libro de memorias, elevan a Oates a la categoría de máquina industrial y la hacen un caso difícil de igualar.

Con altos y bajos, pero siempre interesante y original, Oates ha probado todos los géneros a lo largo de su dilatada carrera y el thriller no ha sido la excepción. Pero si algo distingue a su última novela, Rey de Picas, es que se mete de lleno con el mundo privado de los escritores. Ahonda en sus miedos ridículos y en sus egos sin límite de altitud; retrata su fragilidad cuando se trata de enfrentar la vida cotidiana y su soberbia desmedida a la hora de medirse con los demás mortales.

Escrita en primera persona, la novela cuenta la historia del exitoso escritor Andrew J. Rush, un hombre que aparentemente lo tiene todo pero que está, lamentablemente, loco de remate. Las pistas para llegar a esta conclusión las va dejando caer Oates con mucho estilo y precisión, aunque ya de entrada el lector adivina que las cosas no van bien cuando se revela que una voz interior acosa al personaje.

Y es que Rush tiene una doble vida, en este caso como autor. Por un lado está el hombre que escribe novelas de tono moderado aceptadas por todo el mundo y por otro esta Rey de Picas, seudónimo con el que firma unos libros mucho más macabros y discutibles para el público, pero mucho más satisfactorios para él.

Esa dicotomía artística pronto deviene en una psicológica, lo que lleva al personaje a una duda existencial que comienza a minar su estabilidad emocional. Para colmo de males, Rush es acusado inesperadamente de plagio, lo que termina de desestabilizarlo.

Pero más importante que este núcleo argumental son las escenas secundarias que pueblan la novela. La citación por la demanda de plagio y la lucha dialéctica con la funcionaria pública es ejemplar, así como también lo es el posterior juicio. Los tenebrosos diálogos de Rush con su mujer deslumbran y también la descripción de la infancia y adolescencia del personaje, que lo revelan como un monstruo.

Y ese quizás sea el punto más flojo de la novela, que Rush no tenga nada a favor, que no se pueda nombrar una sola virtud. Es un mal marido y un mal padre, es un escritor mediocre que no se atreve a plasmar lo que realmente siente, es egoísta, cobarde, narcisista y en su interior se esconde un asesino en potencia que clama por salir a la luz.

Aunque el texto sea algo previsible y el lector puede anticipar como van a terminar las cosas, el pulso narrativo de Oates mantiene en vilo hasta el final, donde empieza a correr la sangre. En ese momento hay un homenaje explícito a Edgar Allan Poe, ya que hay un gato negro como testigo y también a Dostoievski, porque se recurre a un hacha para zanjar las diferencias insalvables entre Rush y un potencial enemigo.

Sin duda Rey de Picas no está entre lo mejor de Joyce Carol Oates, pero aun así se coloca cómodamente por encima de la media internacional. No es poca cosa.