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Superantibióticos, las nuevas armas contra la resistencia bacteriana

Por Belén González/ Diario Las Américas | 29 Junio, 2017 - 10:34
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Combatir las enfermedades infecciosas es una prioridad porque representan una amenaza letal para el ser humano.

Desde 1928, cuando el científico británico Alexander Fleming descubrió la penicilina, los antibióticos han sido los grandes aliados en la lucha contra las bacterias. Pero con el paso del tiempo estos microorganismos se han hecho cada vez más resistentes, limitando la eficiencia de los fármacos encargados de impedir la reproducción bacteriana.
 
Los antibióticos son compuestos sintéticos o semisintéticos que inhiben el crecimiento o provocan la muerte de las bacterias, su nombre proviene de las palabras griegas “anti” que significa contra y “bios” que se traduce como vida, y hasta ahora han sido los medicamentos por excelencia para prevenir y tratar las infecciones bacterianas.
 
El problema es que muchas bacterias han mutado como respuesta a la acción de los antibacterianos, convirtiéndose en farmacorresistentes, los expertos coinciden en que si bien se trata de un fenómeno natural, este se ha acelerado ante el uso indiscriminado de los antibióticos como medicamentos y como aditivos en los alimentos para el ganado.
 
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud considera que la resistencia a los antibióticos, una realidad que incrementen los costos médicos, prolonga el periodo de hospitalización y aumenta las tasas de mortalidad, es hoy en día una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo, porque tiene el potencial de afectar a personas de cualquier raza, edad, sexo y nacionalidad.
 
Enemigas letales
 
Es tal la magnitud del problema que la OMS elaboró una lista de patógenos prioritarios resistentes a los antibióticos que incluye las 12 familias de bacterias más peligrosas para la salud humana, destacando entre ellas las gramnegativas por su capacidad innata para encontrar nuevas formas de resistir a los tratamientos y transmitir el material genético que permite a otras bacterias hacerse farmacorresistentes.
 
La lista está dividida en tres categorías: prioridad crítica, alta o media. En el primer grupo se ubican las bacterias multirresistentes, capaces de provocar infecciones graves y a menudo letales como las neumonías, entre ellas destacan: la Acinetobacter, Pseudomonas y varias enterobacteriáceas como Klebsiella, E. coli, Serratia, y Proteus. Se trata de patógenos tan resistentes que son inmunes incluso a la cefalosporinas de tercera generación, uno de los mejores antibióticos disponibles.
 
 
En las categorías de prioridad alta están las bacterias responsables de enfermedades comunes como la gonorrea o las intoxicaciones alimentarias por salmonela, como el Enterococcus faecium, el Staphylococcus aureus, el Helicobacter pylori, el Campylobacter spp, Neisseria gonorrhoeae, y el Salmonellae, todas ellas resistentes a la vancomicina, meticilina, claritromicina, cefalosporina y fluoroquinolonas
 
Y finalmente, entre las categorizadas como de prioridad media, están el Streptococcus pneumoniae, el Haemophilus influenzae y el Shigella spp, inmunes a la acción de la penicilina, la ampicilina y las fluoroquinolonas.
 
Buscando la respuesta
 
La resistencia bacteriana a los antibióticos no es nada nuevo, se viene dando desde 1945 cuando se reportó la primera evidencia de resistencia a la penicilina, entonces conocida como “el medicamento que ganó la Segunda Guerra Mundial”. Así se inició la primera búsqueda de nuevos grupos de antibióticos derivados de las moléculas originales, y que dio pie a las llamadas nuevas generaciones que igualmente se volvieron obsoletas ante las bacterias, que se han hecho tan resistentes que se les ha considerado como súper bacterias.
 
La insistente búsqueda de una forma para combatir la mutación de las bacterias llevó a la ciencia a experimentar, incluso, con la unificación en un solo tratamiento de hasta tres variedades de antibióticos, pero esta estrategia tampoco arrojó los resultados esperados.
 
Sin duda la necesidad de desarrollar nuevos fármacos capaces de neutralizar la acción bacteriana y al mismo tiempo evitar que los patógenos se hagan inmunes a su acción química, está desafiando a la ciencia.
 
Pero el desarrollo de los homólogos a las “superbacterias” conocidos como “superantibióticos” está arrojando los primeros resultados. Se trata de la nueva versión de la vancomicina, un antibiótico glucopeptídico que se usaba en 1958 para el tratamiento de las infecciones estafilocócicas, pero que fue sustituido pocos años después.
 
Básicamente, la vancomicina es efectiva para inhabilitar la construcción de la pared bacteriana, pero los científicos han logrado determinar que añadiendo a su cualidad natural dos modificaciones adicionales, capaces de actuar de forma independiente, este fármaco puede convertirse en un antibiótico capaz de neutralizar el poder de cualquier súper bacteria.
 
Este antibiótico con súper poderes que ha sido identificado como vancomicina 3.0 es 25.000 veces más potente que su predecesor y los estudios recientes sugieren que podría ser mucho más duradero que los antibióticos actuales. Aunque todavía no está listo para ser usado en seres humanos, se perfila como un arma eficiente y efectiva contra las infecciones peligrosas.