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¿Te atreverías a beber el café frío?

Por Hugo Sabogal/ El Espectador | 29 Agosto, 2017 - 12:09
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Una de las razones importantes es que el método de preparación minimiza las sensaciones de acidez en la bebida y aumenta las impresiones de dulzor natural, sin necesidad de manipulaciones ni adición de edulcorantes.

Si usted vive en Bogotá o en cualquiera de las ciudades y municipios de los fríos altiplanos, la idea de tomarse un café frío a primera hora de la mañana no figura en las cuentas de nadie.
 
Ni siquiera es una opción durante las horas más calurosas del día. Para los pobladores de estas zonas y, por extensión, para el resto de los colombianos, el café sólo se concibe si está humeante.
 
Es cierto que en las tiendas especializadas la oferta de café frío ya figura en sus cartas, pero sólo unos cuantos jóvenes se atreven a beberlo. Y lo hacen porque lo encuentran suave, refrescante e igual de estimulante, o sea, las mismas motivaciones que animan a millones de nuevos adeptos en Estados Unidos, Europa y Asia.
 
En dichos lugares, el café frío —o cold brew— está generando una nueva industria y creando un repertorio interminable de presentaciones. Starbucks y Juan Valdez son parte del juego, lo mismo que la multinacional Nespresso, que tiene en el mercado un par de cápsulas para servir sobre hielo.
 
Es posible que todo este estilo de consumo resulte todavía irrelevante para el grueso de los consumidores nacionales, que necesitan su dosis diaria de café humeante para calentarse y empezar el día. Sin embargo, para el caficultor y el nuevo empresario cafetero es una tendencia que les cae del cielo.
 
No en vano, The New York Times escribió recientemente que el café frío está cambiando para bien el negocio global del café. Y esto es algo que, como nación productora, debe interesarnos.
 
Una razón que explica el fenómeno es la necesidad de mantener el nivel de consumo de café durante los meses de verano, cuando históricamente la demanda desciende, cediendo el paso a bebidas como té frío, gaseosas y malteadas.
 
 
Y otra razón importante es que el método de preparación del café frío minimiza las sensaciones de acidez en la bebida y aumenta las impresiones de dulzor natural, sin necesidad de manipulaciones ni adición de edulcorantes.
 
Para quienes prefieren agregar lácteos, el café frío tolera muy bien la leche, y esto le abre nuevas posibilidades de negocio a las heladerías.
 
Y como la preparación del café frío tarda varias horas, los industriales del sector no sólo están acotando los tiempos de elaboración, sino que han desarrollado versiones enlatadas y embotelladas, que pueden comprarse en el supermercado.
 
Es tan impresionante lo que ocurre hoy con el café frío que productores y fabricantes de chocolate también están entrando en la misma onda, ofreciendo múltiples opciones de consumo.
 
Con base en viejas recetas cubanas y de Nueva Orleans, los baristas norteamericanos han pulido el proceso, hasta transformarlo en lo que es en la actualidad: un producto de culto.
 
En síntesis, el proceso consiste en dejar café molido, por espacio de 6 a 20 horas, en contacto con agua y a temperatura ambiente, hasta conseguir un concentrado que se diluye en agua y se sirve sobre hielo.
 
Tarde o temprano, la ola llegará con fuerza a nuestras costas. Es irrefutable que Colombia cuenta con climas aptos para este tipo de infusión, y no se perdona que los consumidores del mundo conviertan el café frío en un fenómeno de consumo sin precedentes y que nosotros nos mantengamos imperturbables.